por Julieta Eme
Empecé a entrenar. En la ciudad en la que vivo, todos los años, en octubre, se corre el maratón, la carrera de 42 kilómetros cuyo origen mítico es el recorrido que supuestamente un griego llamado Filípides hizo desde Maratón hasta Atenas, para comunicar la victoria del ejército griego contra el persa. En octubre, además, se cumple un año desde mi conversión. Mi primer año como vampira. El vampiro que me creó me dijo que la fuerza de voluntad es todo para un vampiro. Así que decidí fortalecer mi voluntad entrenando para el maratón.
Corro desde que soy chica, desde los 12 o 13 años. De todos modos, he tenido períodos muy largos de inactividad, como cuando estaba en la Facultad y el estudio consumía todo mi tiempo. Hasta hace poco, solía correr entre 6 y 8 kilómetros. Sin embargo, para el maratón, hay que entrenar mucho más que eso.
Estoy, más o menos, por la mitad del entrenamiento. Todavía me faltan varias semanas. Voy a entrenar a un parque que queda cerca de mi casa. El parque tiene un perímetro de 5 kilómetros, lo cual me resulta muy útil los domingos, que es el día de las salidas más largas. Adentro del parque, hay una pista de atletismo de 400 metros. Suele llenarse los feriados y los fines de semana.
En la pista, ya vi varias veces a una chica rubia que siempre va a correr acompañada. Algunas veces va sola también. De las mujeres, es la que mejor corre. Incluso corre mejor que varios hombres. La observé durante algunos días. Como no sé a qué velocidad correr para no llamar la atención, trato de imitarla. Cuando ella llega, a eso de las 9 de la mañana, yo ya estoy terminando. Pero compartimos la pista durante media hora, más o menos.
Entreno 5 días por semana. Me levanto muy temprano a la mañana, con frío, viento, incluso a veces con lluvia, y salgo a correr. En mi caso, no es tanto una cuestión de entrenar el cuerpo, sino la mente. De todos modos, no es que, por ser una vampira, correr 27 kilómetros no me cueste nada. Por supuesto que me canso, aunque estimo que bastante menos de lo que me hubiera cansado antes de la conversión.
Cuando salgo a correr, me concentro en el camino. No escucho música ni nada. Avanzo en silencio, metro por metro, paso por paso, durante kilómetros y kilómetros. La soledad que se experimenta cuando uno corre es muy extraña. Ni siquiera cuando estoy sola en mi casa estoy tan sola como cuando entreno. Con el tiempo, la experiencia de esa soledad se vuelve casi adictiva.
Para hacer y completar el entrenamiento y los kilómetros que un maratón requiere, se necesitan tres cosas: paciencia, disciplina y voluntad. Curiosamente, son las mismas tres cualidades que, ahora lo sé, también se necesitan para ser una buena vampira.