Fue anoche, en la presentación de CocoRosie
El dúo de hermanas francoamericanas estaban anunciadas desde hace varios meses para tocar hoy a las 21:00 en el boliche situado en Niceto Vega 5510. La entrada general se vendió a $ 250. Tenía muchas ganas de verlas, porque me parecen de lo más interesante de la escena musical actual.
A las 21 se abrieron las puertas del lugar y el flujo de público fue constante, hasta llenar la pequeña písta frente al escenario. A las 21:20 ya estábamos muy apretados, al punto de que ya no podíamos movernos sin empujar al de al lado. Minutos después la presión del público me hacía tambalear, teniendo que oponer una resisitencia para permanecer de pie. Se hicieron las 21:30, las 22:00, las 22:30. El aire estaba viciado, la música programada por el DJ no bajaba su estridencia y la concentración de los cuerpos dificultaba todo movimiento (yo tenía que hacer equilibrio tan solo para consultar el reloj de mi celular).
La banda seguía sin salir. Pero claro: esta espera en condiciones similares a las de un subte en hora pico tiene una explicación mercantil. Los dueños de Niceto someten al público a condiciones infrahumanas durante un par de horas para asegurarse la venta de cerveza en el local. No hay motivos para que un show se anuncie a las 21 y largue a las 23, como no sea maximizar el lucro.
Pero eso no es lo peor: las entradas estaban claramente sobrevendidas: estuve muchas veces en Niceto y en boliches por el estilo y hay un punto en el que se dejan de vender localidades. Siempre se dejan huecos por los que es posible desplazarse.
Después de Cromagnon y durante un par de años los boliches se atenían a respetar esos límites por miedo a la clausura. La trampa de lugares como Niceto es que pueden poner mesas en la pista o levantar las mesas y sillas para que entre más gente de parado. Cuando se llenan butacas, es fácil detectar cuál es el límite: cuando todos los asientos están llenos. Cuando esta referencia desaparece, se trata, parece, de seguir vendiendo para que la gente se apriete, se muera de calor, tome cerveza y el boliche haga su negocio.
Después de Cromagnon y durante un par de años los boliches se atenían a respetar esos límites por miedo a la clausura. La trampa de lugares como Niceto es que pueden poner mesas en la pista o levantar las mesas y sillas para que entre más gente de parado. Cuando se llenan butacas, es fácil detectar cuál es el límite: cuando todos los asientos están llenos. Cuando esta referencia desaparece, se trata, parece, de seguir vendiendo para que la gente se apriete, se muera de calor, tome cerveza y el boliche haga su negocio.
A las 22:45, una hora y cuarenta y cinco minutos después fue el límite para mí: de última, cuando uno viaja en un subte repleto tiene que aguantar a lo sumo 5 o 10 miuntos. No había razones para ser sometidos a ese ultraje en Niceto.
Salí del local y llamé al 911. El operador que me atendió trató de desalentar mi denuncia. Me preguntaba cómo sabía yo que el local había vendido entradas de más, lo que obviamente respondí diciendo que no tenía el número de entradas vendidas ni cuántas localidades permite vender la habilitación de NIceto (¿por qué tengo que saberlo') pero tenía la evidencia de mi propia sofocación. El 911 me preguntó si había gente que se hubiera desmayado para ser atendidos de urgencia: y le dije que no... ¡como si hiciera falta que haya desmayados o heridos (¿muertos') para que los representantes de la ley intervengan, tratando precisamente de evitar daminficados mediante la prevención.
Unos 15 minutos después llegaron dos móviles de la Policía Federal. Me preguntaron qué me pasaba y yo hice este relato. Uno de los agentes me dijo que iría a buscar al encargado del local, mientras el otro me tomaba los datos. Al rato llega el policia con el encargado de Niceto y entre ambos me proponen devolverme el importe de la entrada. Yo seguía reprochándole al encargado de Niceto la sobreventa: me dijo que el local es muy grande y que estaba habilitado para 1100 personas, pero que la gente se apelotonaba frente al escenario y no ocupaba la zona de atrás del galpón. Le dije que obviamente la gente había pagado para ver a los músicos sobre el escenario y si el local constaba de otros galpones, no permitían ver el espectáculo (a todo esto: estando adentro de Niceto no hay ningún cartel que indique que hay otras zonas donde ubicarse, así que ahí también están violando las normas de seguridad: las posibilidades de desplazamiento en un espacio tan sobrepoblado deben ser indicadas mediante carteles muy visibles). Como yo le seguía discutiendo al encargado, ahí el agente de la federal perdió la paciencia conmigo y me dijo que yo no tenía que ponerme a discutir, que me reintegraban el importe de la entrada y listo el asunto. El encargado de Niceto trató ahora de contemporizar: me devolvía la entrada y me dejaba ver el espectáculo.
Basta para mí: eran las 23:15 y tenía que partir para la radio (había ido a ver un espectáculo anunciado para las 21). Estaba cansado, sofocado y tenso por la discusión: ya no tenía ganas de entrar al infierno, por más que ahí dentro estuvieran tocando las maravillosas CocoRosie. Me dieron la guita de la entrada y me fui.
Me quedé pensando: habrán vendido cientos de entradas de más. Les salí barato, solo me devolvieron el importe a mí. El resto del público se sometió sin chistar a condiciones humillantes. Y el policiá ¿por qué estaba tan apurado con que yo acepte el arreglo de que me devuelvan la entrada?
Al menos tengo este blog para denunciarlo: si un día de estos tienen que ir a Niceto, ya saben.