"No creo en las casualidades ni tampoco en que los hechos se producen por contagio. Algunas cosas que pasan en determinadas fechas y con determinados protagonistas son por planificación y ejecución con precisión quirúrgica" dijo Cristina
No fue una Plaza festiva: fue una Plaza seria, preocupada. Así sonó también el discurso de Cristina. Mostrando que 30 años de democracia no implican en modo alguno un terreno conquistado definitivamente, sino un espacio en permanente disputa. Todavía no nos podemos dar el lujo de simplemente celebrar. Porque el poder democrático es precario y es vuelto a poner en cuestión cada vez por una derecha que no tiene pruritos en apelar a la violencia.
La derecha argentina se nutre de muertos y en estos días los volvió a tener y a poner sobre la mesa. Aunque no puede atribuírselos a una represión ordenada por el gobierno, los muertos están y la derecha los usa, como siempre, como argumento. Gran parte de su eficacia consiste en hacernos olvidar de su sistemática apelación a la muerte para ganar terreno político. Su perversidad consiste en que los muertos que siempre buscan después los cargan en la cuenta de la democracia. Así tenemos a algunos que, ingenuos o despistados, no quieren abonar "teorías conspirativas" para la violencia de estos días. Prefieren la tesis aséptica de una casualidad permanente, que hace que en los aniversarios democráticos de los últimos años se produzcan episodios de presunto "desborde social" para alimentar el miedo del pueblo. "No creo en las casualidades -dice Cristina- ni tampoco en que los hechos se producen por contagio. Algunas cosas que pasan en determinadas fechas y con determinados protagonistas son por planificación y ejecución con precisión quirúrgica".
Hay una sistematicidad en la derecha para desbordar el poder legítimo de la democracia: los 6 años que lleva Cristina en el gobierno nos muestran reiterados intentos de sedición, desde el lock-out patronal hasta estos motines policiales desencadenados con tanto sentido de la oportunidad. Con la capacidad denegatoria que nunca se hace cargo de sus propósitos.
Por eso celebrar la democracia no significa necesariamente festejarla. La de ayer fue una plaza más seria que las anteriores. La derecha logró echar sombras sobre el 30 aniversario, volvieron a tener su pantalla dividida entre el discurso de Cristina y la violencia sediciosa.
Y aún así la derecha no las tiene todas consigo, a pesar de su falta de escrúpulos para convocar a la muerte e instalar el miedo, a pesar de los quebrados y de los traidores, a pesar de los desertores y de los aburridos de luchar, hay una experiencia de construcción democrática que estos años nos dejan en la memoria del cuerpo. Hay motivos para celebrar.