por Martha Silva
Lisa es una mujer que después de treinta años de ausencia ha decidido volver a contactarse con dos amigos que estuvieron enamorados de ella en su adolescencia. Lalo fue su novio pero Bruno fue que la conoció en primer término. Ambos la amaron tanto como para que su partida inesperada del pueblo los afectara intensamente, aunque de manera distinta.
Todos ellos vivieron en ese pueblo de Santa Fe en el que el río no solo forma parte del paisaje, sino que es un personaje más. La narración muestra cómo Lisa vino a radicarse en ese lugar y los conoce a ellos, marchándose luego, por alguna razón secreta de la que no se habla. pero que es fácil imaginarse por la época en la que transcurren los hechos.
Bruno y Lalo, sin embargo, parecen haber vivido esta partida como un abandono personal, ya que luego solo tendrán parejas conflictivas en las que algo no cierra debidamente. El diálogo escaso es un hábil recurso para incentivar la imaginación de los espectadores. Lo que se sabe es que ella no ha formalizado ningún lazo afectivo en todos esos años y no tiene descendencia.
Parece que el silencio de ese triángulo no pudiera violarse por temor a perder el lazo único que subsiste y que obtura todo, impidiendo que toda otra relación perdure.
Algo tendría que ocurrir...
La directora Paula Hernández (Herencia) maneja con sutileza estos elementos y dirige con acierto a estos actores tan fogueados. Luis Ziembrowski hace el papel de Lalo adulto, mientras Diego Peretti hace el de Bruno. Es una sorpresa para quienes no transitan con frecuencia el teatro la presencia experta e inquietante de Elena Roger en el rol de Lisa, conocida internacionalmente por sus roles en musicales como Evita y Piaff .
El guión de Un amor está basado en un cuento de Sergio Bizzio.