En su blog carrasqueroso su editor volvió con nuevo post, que dice que la vieja a que le pagamos como presidenta no trabaja: Desde hace 5 meses dice invariablemente lo mismo, como un paciente de TOC. Sin ideas.
Lo malo de Cara-asco no es que se haya pasado al bando cacerolero, haya abandonado la política y se dedique a la injuria y la extorsión .
Lo triste es que esa extorsión con la que amenaza cuenta con credibilidad cero. Ergo hace reir a sus nuevos amigos como algunos se ríen de un muchacho con problemas mentales.
Lo peor es que sus 3 ideas son simplonas, las había instalado Carrió en 2007, y Carrasco, con el cerebro estragado por consumo de ego, cansa.
¿Hasta cuándo se puede estirar un blog cuando ya no hay nada que decir, cuando su editor se ve movido por una monomanía zonza y resentida?
La sobrevida de Carrasco, ya políticamente fiambre, consiste en que sus boludeces son inmediatamente replicadas por Fontevecchia
Esta réplica tardía del cacerolismo básico encuentra eco después en nota marginal de Clarin, donde los foristas se le burlan por drogón. Nadie, ya más, jamás, le discute de política.
Carrasco inenta conseguir un bolo en programas y espacios cacerolos, apoyando a golpistas de Venezuela, pero sus nuevos amigos le tienen lastima. Lo tratan como a un freak, como se trata a Zulma Lobato o Guido Suller.
La única atracción que sentimos es un resto de morbo para verlo hacerse mierda. Y, ojo, no hablo de sus consumos químicos, sino de su degradación moral.
Ver a un traidor despechado, despreciado por sus compañeros de ruta, celebrado por los que lo consideran un triste monito, revolverse en su propio lodo, da un poco de morbo. El mismo que lleva a ver a fachos como Iorio o un quemado como Pity con curiosidad malsana.
Verlo desmoronarse en público es un espectáculo triste y magnético: hasta que se derrita como un helado en una noche de verano.