El cineasta malayo taiwanés vuelve al BAFICI con su despedida del cine y su inmediato regreso: Stray Dogs y Journey to the West
Tsai Ming Liang es uno de esos directores que fuimos descubriendo a medida que su obra crecía en los primeros años del BAFICI. Si la memoria no me engaña, The Hole fue película de apertura de la segunda edición del festival, acompañada por una retrospectiva completa de lo que hasta ese momento era su filmografía (Rebeldes del Dios Neón, Vive l'amour y El Río) y desde entonces fue nuestro heraldo del cine contemporáneo. Hizo una serie de películas grandiosas: What time is it there?, The Skywalk is gone, The Wayward cloud, Good bye Dragon Inn y la magistral I don't want to sleep alone, una especie de relectura de Vive l'amour en clave noir. Cada película era un reencuentro con el universo Tsai, siempre con variaciones alrededor de Lee Kang Sheng, un personaje silencioso y sufriente, de sexualidad polimorfa, capaz de resistir todo tipo de catástrofes (climáticas, epidémicas, psicológicas, habitacionales, parentales, laborales, eróticas) con una admirable dignidad cómica. Tsai y su alter ego Lee conformaron la versión más rabiosamente contemporánea del cine cómico.
De pronto, nos enteramos de boca del propio Lee Kang Sheng, en su segunda venida al BAFICI -para presentar su propia película, Help me Eros, de inequívoca raigambre tsaiana-, de que Tsai estaba preparando una película en Francia, protagonizada por Jean Pierre Leaud (que vendría a ser el Lee Kang Sheng de Truffaut). Leaud ya había tenido una aparición casi fantasmal en What time is it there?, velando en la tumba de Truffaut, así que la combinación nos despertaba mucha curiosidad.
La película, la primera de Tsai enteramente filmada en Francia, fue Visage y fue un fiasco: estaban todos los elementos que hacían a su estilo, más una serie de cameos de actores franceses célebres, el propio Lee haciendo de sí mismo... pero la cosa no funcionaba. parecía la obra de un mal imitador francés, pretencioso y snob, de Tsai. Se encendieron nuestras alarmas y nos quedamos pensando si el agotamiento del cineasta que protagonizaba la película no era una confesión de su propia impotencia.
Después nos llegaron noticias a través de Roger Koza: Tsai anunciaba en Venecia a mediados del año pasado su ¿¡retiro del cine!? con una película que Roger considera magistral, Stray Dogs:
Verlo trabajar a Lee como cartel viviente o publicidad humana automática es conmovedor. Tsai elabora estructuralmente la enajenación del trabajador. A través de la repetición y de un paulatino acercamiento del registro sobre el cuerpo y el rostro de Lee en medio de la calle mientras llueve, una dimensión épica y absurda se impone. Serán tres o cuatro planos generales intercalados con otras situaciones a lo largo de unos 30 minutos en donde se lo ve a Lee con su cartel de anuncio, rodeado por otros hombres realizando el mismo trabajo. Casi imperceptiblemente el registro se torna más cercano hasta llegar a uno de los pocos primeros planos de la película en el que el rostro de Lee es el de la humillación impía de un sistema sobre el cuerpo de un trabajador. Es justo ese momento en donde Lee recita primero la letra de un tema musical y posteriormente lo interpreta. La letra es explícita en una de sus estrofas: “¿Cuándo finalizará la pena de los sujetos de este Imperio?”. Se trata de una especie de gag perverso por el cual se puede establecer una empatía inevitable con la sensación de agobio e ira del personaje de Lee. La inteligencia conceptual y formal es ostensible: Tsai propone una especie de zoom moral y un escalamiento del malestar por partes. El efecto es infalible. La alienación es visible, palpable, accesible.
Nada de música. Ni en los créditos finales. La austeridad de Stray Dogs es programática y articula el conjunto. La pausa respecto del dolor seco y mudo no llegará nunca, y quizás por eso es la primera vez que los personajes de Tsai ya ni se molestan en tomar siquiera agua. Los musicales y sus colores, al igual que el sol, pertenecen al pasado del cine del director. Es por eso que el film más parecido a Stray Dogs es Viva el amor (hay una secuencia que remite a ese filme magistral en donde Lee pasa una siesta en un departamento de lujo desocupado). Nada de metafísica, menos aún de redención. Aquí es todo dureza, asfixia, una inmanencia desencantada en todos los órdenes de existencia. Como en aquel film se llora por minutos y en varias ocasiones. Filmar el desgarro sin paliativos; frente a un repollo convertido en un otro, en una caminata nocturna entre escombros en el que la mayor amabilidad de nuestro mundo reside en la presencia de unos perros hambrientos. La soledad es infinita. (Leer completo acá)
¿Suena entusiasmante, verdad? Pero la reseña de Roger, quien había visto la película en Hamburgo, termina con un par de frases desoladoras: El mundo se ha clausurado. Tal vez para siempre. ¿Adiós Dragon Inn?
Bueno, no, parece que era un chiste, o que Tsai se arrepintió, o que lo que habia anunciado era la muerte de uno de sus avatares, para reencarnar inmediatamente en otro director llamado casualmente Tsai Ming Liang, con una película titulada Journey to the West. De esta post-última película sabemos poco, pero todo resulta una vez más muy curioso: Lee kang Sheng ahora co-protagoniza junto a Denis Lavant, nada menos que el protagonista de Boy meets Girl, Mala Sangre y Holy Motors, o sea, el alter ego de otro director singularísmo como es Leos Carax. Journey to the West dura solo 56 minutos.
La película parece tener una doble entrada: si por un lado se basa en el muy popular manga Dragon Ball, por el otro retoma al personaje que Lee encarna en un mediometraje de 2012 llamado Walker, un monje que se mueve a su propia lentísma velocidad en medio del ajetreo de la ciudad contemporánea. Acá tienen Walker completa:
Véanla, si quieren, para irse preparando. Porque en este BAFICI hay Tsai por partida doble: Stray Dogs y Journey to the west.