Meijide dice: "Me pareció agresivo sacar el cuadro de Videla.
Yo creo que hay que dejarlo porque fue. En la historia, no tiene sentido eliminar".
NOTA DEL EDITOR DEL BLOG: Y pensar que a este mamarracho yo la voté alguna vez...
Yo creo que hay que dejarlo porque fue. En la historia, no tiene sentido eliminar".
NOTA DEL EDITOR DEL BLOG: Y pensar que a este mamarracho yo la voté alguna vez...
No tuve estómago para ver El diálogo, la película dirigida por Pablo Racioppi y Carolina Azzi (que anteriormente perpetraron la vergonzosa El Olimpo Vacío, que sí tuve el disgusto de ver). Pero acerco a los lectores de este blog una interesante reseña sobre esta película presentada por toda la crema de la derecha porteña en el BAFICI, con Panozzo, Porta Fouz, Cecilia Pando y Hernán Lombardi en lugares destacados. Creo que la reseña será mucho interés para los que la hayan visto y para los que no la vayamos a ver nunca. Fue publicada originalmente en Radiografica y lleva como título
por Paz Bustamante
Del 2 al 13 de abril se llevó a cabo el festival de cine independiente más grande del país, el BAFICI. Se trató de su edición número dieciséis, segunda vuelta con dirección artística de Marcelo Panozzo*. Hablaremos de una película presentada en la sección Panorama, importante al momento de pensar la relación entre el festival y la política del Pro. El diálogo, dirigida por Pablo Racioppi y Carolina Azzi** fue realizada con el apoyo del gobierno de la ciudad no sólo monetario ya que funcionarios macristas estuvieron presentes en las proyecciones realizadas en el Village Recoleta, y la promocionaron en las redes sociales***.
Los protagonistas son Héctor Ricardo Leis, ex – militante de la agrupación guerrillera Montoneros y Graciela Fernández Meijide, activista en la lucha por los derechos humanos desde que Pablo, uno de sus hijos, fuera secuestrado de su casa y desaparecido. Tiempo después se dedicó a la política, llegó a ser funcionaria del gobierno de De la Rúa, hasta su renuncia en 2001. Meijide viaja a Florianópolis para encontrarse con Leis. En el living de la casa de Leis opinan a partir de videos cortos reproducidos en una netbook. Los recursos formales utilizados para narrar son básicos: imágenes fotográficas de archivo en blanco y negro, en general montadas a través de fundidos encadenados, por momentos sobre voces en off. Esas fotografías dan el contexto de la dictadura militar en la Argentina de modo muy general porque no se entiende de dónde fueron sacadas, ni en qué año exacto, ni quiénes aparecen. También utilizan imágenes en movimiento de Florianópolis para recrear el contexto actual del diálogo. Esas imágenes se mezclan con el registro del encuentro, filmado en tono televisivo, sin una idea formal clara; sólo podemos vislumbrar por qué se eligieron algunos planos cortos cuando Leis y Meijide se emocionan, para generar golpes bajos y empatía con el espectador.
Resulta interesante atender a un pensamiento escrito por la directora en vísperas del estreno: “En los últimos años este período se utilizó como forma de legitimar el presente y, como consecuencia de eso, el discurso se volvió más esquemático y homogéneo. Sobre los setenta, especialmente en el cine y la televisión subsidiados por el Estado, se terminó por decir casi siempre lo mismo buscando perpetuar una idea preconcebida, repitiendo una tesis que de antemano decidimos acertada.” **** Debe notarse que El dialogo vendría a cuestionar esas “ideas preconcebidas”, repasemos. Meijide y Leis sostienen no avalar la teoría de los dos demonios, pero qué pueden significar las siguientes frases de Leis, “Firmenich es Videla”, “En Argentina todos somos Videla”, “No hay dos demonios, hay uno con varias cabezas”. Frases acompañadas por la idea de que el Estado utilizó todas sus fuerzas en contra de la población civil, pero que de todos modos se trató de una guerra. Para Leis los militantes de las organizaciones armadas fueron víctimas de sus cúpulas y pide de manera más o menos directa que sean juzgadas. Llega a sostener que Montoneros cometió crímenes de lesa humanidad puesto que reclutó a menores para la guerra. Es decir, se siente capaz de explicar la decisión de cada militante de actuar orgánicamente, de tomar las armas y habla como si nunca hubiera existido un proceso de autocrítica de las organizaciones guerrilleras respecto de la militarización extrema. Quizás Leis no puede comprender o aceptar (porque las ausencias duelen y la experiencia del fracaso también) que muchas de las víctimas eran jóvenes militantes que, equivocados o no, habían decidido autónomamente luchar hasta las últimas consecuencias por lo que consideraban justo. Él mismo lo había hecho. Meijide no cuestiona.
Los dos están enojados con las políticas de derechos humanos implementadas desde el 2003 por el kirchnerismo, para ellos representan una lógica dicotómica de héroes y villanos. Al contrario, creemos que fue en los primeros años post-dictadura en donde esa lógica tuvo mayor difusión, en gran parte porque era necesario convencer y mostrar lo que había pasado a quienes hasta ese momento decían no haberse dado cuenta, ignoraban o negaban los crímenes cometidos. Incluso esa caracterización maniquea se puede observar en las primeras películas sobre la temática – por ejemplo, en La noche de los lápices. La misma Meijide recuerda que al principio, cuando las fichas de los desaparecidos se confeccionaban a mano y en la clandestinidad a partir de los testimonios de familiares o sobrevivientes, a nadie se le ocurría preguntar por afiliaciones políticas. Tuvieron que pasar muchos años para que se pudieran reconstruir las identidades de manera compleja, dejar a un lado la cuestión de la cantidad y preguntar por qué ideas lucharon los militantes desaparecidos. Sin embargo, Meijide tiene una especie de obsesión por la cantidad, por defender la idea de que no fueron treinta mil. En este documental recuerda que la primera organización de derechos humanos formada fuera del país por exiliados, utilizó esa cifra para justificar jurídicamente la figura de genocidio. Luego, la cifra se convirtió en bandera de las madres que buscaban a sus hijos, pero para ella hablar de treinta mil es faltar a la verdad que, por otro lado, afirma es una verdad que desconocemos porque no hay cifra exacta de las víctimas. Entonces, ¿por qué le molesta tanto hablar de treinta mil? ¿Será que tampoco está de acuerdo con la figura jurídica de genocidio, preferirá hablar de crímenes de guerra?
Otro cuestionamiento y reclamo de los protagonistas es que todos, militares y guerrilleros, cuenten lo que vieron o hicieron sin juzgar, para que las generaciones futuras puedan interpretar los hechos. Viejo argumento de objetividad, viejo adalid de la derecha, la idea de una posible mirada sin perspectiva, ¿acaso se puede contar un hecho sin interpretarlo? Probemos, en el caso concreto de El diálogo ¿Qué nos estarán diciendo Leis y Meijide, qué podemos interpretar? ¿Nos estarán diciendo que concuerdan con la política macrista? ¿Por qué y cómo habrán decidido participar en una película financiada por el Pro? o al revés, ¿por qué el Pro decide financiar una película con Meijide y Leis? Probablemente porque sus ideas concuerdan con la política que profesan los amarillos, puro slogan vacío, sin ánimos de escuchar a quienes piensan distinto. Esta película va en contra de la idea primordial de diálogo, en donde los argumentos de uno y otro lado son puestos a debate para en el mejor de los casos llegar a un consenso. Al contrario, en este no-dialogo el punto de vista está pactado desde el principio, no hay una tercera posición (casi no hay una segunda), el único conflicto es la angustia de estas dos personas que pasados los años no encontraron una perspectiva desde la cual, mirar hacia atrás, no implique quedarse encerrados en la queja, no encontraron la forma de resignificar el pasado en pos de un mejor futuro.
Una sola idea pone a Meijide por encima de este modo bizarro de comprender la historia, no acepta la idea del perdón. Leis sostiene que es necesario perdonar y reconciliarse para dejar atrás “la lógica del eterno retorno” de la venganza, según la cual las jóvenes generaciones tomarían como herencia las deudas de los que estuvieron antes y buscarían ajusticiarlas por el camino de la violencia. Aunque parezca obvio es necesario volver a decirlo, nunca los organismos de derechos humanos buscaron venganza, Meijide lo sabe, por eso no se entiende que no discuta con Leis, al contrario, soterradamente lo avala diciendo que sólo por un acto de venganza se puede tener en la cárcel a militares viejos y enfermos, como si ella supiera que existen personas con esos deseos. Si está tan segura de que es así, es una lástima que en la película no aparezcan las voces de esos supuestos otros, para ofrecer sus réplicas.
Para terminar quiero contar algo sucedido en la función a la cual asistí, cuando deliberadamente se escucha fuera de campo la voz de Néstor Kirchner, el día en que hace entrega de la Esma, ambos protagonistas ponen cara de agobio, de apatía, de burla. Y Leis propone darle stop al video, hasta que lo detiene alegando falta de batería, en una especie de acción aniñada, de gag cómico, de hecho los espectadores rieron. Ese efecto buscado por los directores y productores de El diálogo, da cuenta del objetivo de la película, horadar la construcción política de quienes no piensan como ellos. Única razón que justifica la programación de esta película en el Bafici, porque razones estéticas no hay.
(*) Aquí se pueden leer las cifras oficiales del festival:
(**) El año pasado presentaron El Olimpo Vacío, al estreno asistió el jefe de gobierno porteño. Marcelo Panozzo había escrito en el catálogo del festival “la película política más importante de las últimas décadas”.
(***) Recopilación de tweets realizada por el periodista y crítico de cine Oscar Cuervo, en su blog La Otra:
(****) Declaraciones de la directora en Infobae
Fui a ver el documental "El diálogo" con Graciela F Meljide y Héctor Leis. Muy bueno!!! Felicitaciones a los productores!!!
— Cecilia Pando (@ceciliapando) April 11, 2014