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Vampira 8: Él (parte 2)

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por Julieta Eme

Viene de acá

A las dos semanas, mientras bajaba del ascensor en el piso de mi departamento, supe que él había vuelto. Me pregunté qué querría ahora, con qué iba a encontrarme. Sentí un poco de cansancio.

Abrí la puerta y entré. No lo vi en el living. Seguí hasta la pieza y ahí estaba. Debo decir que me sorprendió. Estaba acostado en mi cama, aunque no completamente acostado, sino más bien recostado. Tenía las piernas estiradas y la espalda apoyada sobre el respaldar de madera. La cama estaba abierta. Él estaba sobre las sábanas, desnudo. Y joven de nuevo, como la última vez que lo vi. Tenía la piel increíblemente blanca, tanto que casi brillaba en la oscuridad de mi habitación. Su pelo era de color negro y largo. Me quedé mirándolo. Él no me dijo nada. Al parecer, era su nueva forma de comunicarse conmigo: el silencio absoluto. Y yo tenía que llenar ese silencio. Eso me fastidiaba, pero también me daba mucha libertad. Yo todavía tenía puesto mi morral, cruzado de izquierda a derecha. Venía de verme con una amiga. Me lo saqué y lo dejé en el piso. Mi creador era muy triste. Pensé que quizás tenía algún deseo irrefrenable de autodestrucción. Me acordé de la primera vez que vino a mi casa, después de la conversión. Me acordé de ese momento en el que me dijo que había sido, durante su vida humana, profesor de música. Esa vez, su apariencia era muy desagradable. Esa noche me dijo también que tenía 37 años cuando lo convirtieron. Pero ahora parecía incluso más joven.

Me saqué la remera y el corpiño. Él empezó a masturbarse. No dijo una sola palabra. No hizo un solo movimiento para indicarme nada. Me desvestí. Me saqué la bombacha también. Me acerqué al borde de la cama y me senté sobre sus muslos, con una pierna a cada lado de su cuerpo. Subí un poco las caderas, me moví hacia adelante y bajé sobre su sexo. La sensación fue perfecta.

Algo que noté fue lo siguiente. Un detalle apenas, pero que me distrajo por unos segundos. No tenía ombligo. ¿El paso del tiempo había borrado esa marca de su cuerpo? ¿Cuántos años o siglos llevaba como vampiro en verdad? ¿Había sido humano realmente alguna vez?

Su brutalidad alejó estos pensamientos. Me sacó de encima de él y me acostó sobre la cama. Me agarró las manos y las sostuvo con firmeza por arriba de mi cabeza. Me penetró enseguida. Lo hacía con fuerza pero yo no sentía ningún dolor. Era como sentir lo más suave y lo más duro al mismo tiempo. Inesperadamente, sentí que me besaba: el cuello, los brazos, las mejillas. Después me soltó las manos y me tomó de la cintura, como si quisiera afirmarse para que la penetración fuera completa. Entonces lo abracé. Por momentos, se quedaba quieto y sólo presionaba su sexo contra el mío. Y luego volvía, con más vehemencia. Después de acabar, se quedó un rato recostado encima de mí, sin decir nada. Después de un tiempo, se acostó a mi lado y se dio vuelta, dándome la espalda. Yo me puse pegada a él. Me acordé de que cuando hacía eso con otros hombres podía sentir el calor de sus cuerpos.

A veces, miraba por arriba de su hombro, hacia la ventana. Otras veces, miraba la pared iluminada por las luces de la calle. En algún momento, me quedé dormida.

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