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Oscar para El Artista

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Un premio a qué?


por Oscar Cuervo

El artista (Michel Hazanavicius, Francia-Bélgica,2011) es una pequeña huevada de 14 millones de dólares cuyo mayor mérito es su eficacia distractiva. Es zonza pero no lo oculta. No pide del espectador otra cosa que admitir que puede ir al cine del shopping y pagar por una película en blanco negro y casi muda (casi) el mismo precio que paga por películas en colores y con bramidos en sistema Dolby; el espectador ha sido convenientemente advertido de que se trata de un "homenaje" al cine mudo; en realidad es una parodia inespecífica: lo que El artista emula es un conjunto de lugares comunes sobre el cine mudo, y ninguna película, ningún estilo y ningún cineasta en particular. Es el homenaje al cine que le gusta a las personas a las que el cine no les gusta.

Digo pequeña huevada, entre otras cosas, porque 14 millones de dólares son un presupuesto exiguo para competir con los 170 millones que costó Hugo, otro "homenaje al cine mudo", realizado por Martin Scorsese pero en 3D. Hugo es más pretenciosa, más compleja y también menos lograda. El artista fluye vaporosamente ahí donde Hugo se atasca en metáforas maquínicas. Sus apelaciones a la cinefilia son más específicas y eruditas, se citan películas y cineastas concretos, pero tampoco se entiende muy bien para qué servirían estas citas. Creo que es un error poner una contra la otra (El artista y Hugo), porque ambas son síntomas de un paradigma agotado. Las películas de Hazanavicius y Scorsese compitieron cabeza a cabeza en la ceremonia de la Academia de Hollywood que ayer a la noche premiaba lo ¿mejor? del cine de habla inglesa producido en 2011. Se llevaron 5 Oscars cada una, pero El artista se llevó los más importantes. Ambas responden, más que a un concepto artístico, a un diseño de producción: 1) "hagamos una película como si fuera muda sin serlo, hagamos como si hubiera sido hecha hace 80 años pero con guiños a espectadores que nunca irían a ver películas mudas"; 2) "hagamos un homenaje al cine primitivo pero hagámoslo en 3D, expliquémosle al público inculto que hoy va al cine que el cine primitivo era tan vistoso para aquellos espectadores como lo es hoy el 3D para estos". En ambos homenajes, el barato y el caro, el subtexto nos dice que el cine es algo muy importante para todos nosotros, aunque no sepamos por qué; o, si lo sospechamos, mejor no andar averiguando demasiado, porque empezaríamos a hablar de ilusiones, fantasía, magia, ensueños e inocencia, eufemismos que usamos para no decir "mentira".

En los términos de la Academia, se va a comentar que se premió al cine europeo independiente aunque no sea cierto: el productor de El artista es el norteamericano Harvey Weinstein, un peso pesado de la industria hollywoodense que sabe envolver un paquete como este (los 14 millones de presupuesto seguro que no incluyen la inversión en publicidad). Seguramente va a hacer un mucho mejor negocio que Scorsese, sobre todo con el impulso que el Oscar significa.

Que las películas premiadas por la Academia no tengan interés artístico no puede ser ya un escándalo para nadie: las grandes películas premiadas con el Oscar siempre fueron excepciones. El gusto de los votantes viene demostrando ser conservador, cursi, demagógico y conformista, aún en sus gestos presuntos de compromiso humanitario y corrección política. El cine ñoño que Hollywood premia no es aquel que rige en el mercado. El paradigma industrial de hoy es la prepotencia sensorial de Misión imposible 4, una experiencia adrenalínica que se apoya en estímulos intensos e ideas también toscas (la intensidad de los estímulos distrae de la tosquedad de las ideas). En todos los casos, se trata de un sistema productivo rápido y obsolecente. No es imaginable que dentro de 80 años alguien se acuerde de (y mucho menos homenajee a)  Hugo, El artista o Misión imposible 4.

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