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Quintíntuits: Día kirchnerista de mierda como todos los que se avecinan. ¿En nuestras vidas?

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Alejandro Ricagno deja un comentario en mi post anterior con los tuits de Quintín.

Dice Ricagno: "Aun teniendo mis diferencias y hasta diría mis grandes diferencias con O Cuervo, como ex miembro de La otra, y ex critico de EL Amante, sumo mi mas profundo repudio por las opiniones inclasificables, del "clasificable" Quintín. Me reservo la clasificación que merece porque no quiero caer en el nivel de su bajeza moral y humana, cuyo origen no alcanzo a entender en términos mediamete humanos. Sus Tuits con respecto a este tema han superado con creces los parámetros del resentieminto y el odio. Y eso q ha ha habido otros de ese tenor (recuerdo el caso Noble, en su blog y el de la muere de Videla).... Mientras tanto elijo brindar con Amor por el reencuentro de Guido y Estela. Y por muschos rencuentros màs, por todos los que faltan, y van llegar, y van llegar...
Atte Alejandro Ricagno".

El comentario tiene interés por diversos motivos, entre ellos porque Ricagno trabajó varios años con Quintín, antes de que Q se transformara en un fake de sí mismo.

Alguien me pregunta para qué darle más espacio a Quintín, para qué ayudar a difundir sus tuits. Tengo varias respuestas. Lo primero que se me ocurre es cierta fascinación que me producen. Yo discutí mucho con Q en su propio blog durante el 2007 y 2008, cuando todavía lo respetaba. La discusión siempre se da en la medida en que uno ve en el otro un ser posible. Apostamos a acercarnos en el terreno de la conversación, cuando reconocemos que algo nos distancia. Está claro que a partir de cierto momento ya no me resultó posible discutir con Q. Ahora me divierte leerlo, no sin morbo. No creo que esté tan loco como parece, se hace un poco más el loco de lo que está. Cuando tiene que participar en una mesa redonda sobre cine no actúa todavía con una demencia total. El loco es alguien que está fijo en una posición de la que no puede salir. Ergo: Q no está totalmente loco. Pero por otro lado hay cierto anegamiento en su historia personal. Desde hace al menos 7 años dice todos los días, todo el día "día kirchnerista de mierda como todos los que se avecinan". Esa monotonía es un rasgo de cierta cercanía a la locura.

No tengo cuentas personales pendientes con Q. No trabajé nunca con él, no me debe nada, no le debo nada. La única vez que hice algo con él fue reivindicarlo como crítico de cine y como director del BAFICI cuando lo echaron a la vez del BAFICI y de revista El Amante. Le dediqué la tapa del número 8 de revista La otra. Lo hice por eso de la de simpatía con el tipo caído en desgracia y porque él había hecho algunas cosas valiosas.

Ahora, creo que lo más interesante no es nada de esto. Quintín es un condensado de algo que lo excede. Supongo que en Argentina hay muchas personas (no la mayoría, por supuesto, ni muchísimas, pero sí muchas) que viven cotidianamente en este estado o casi, un poco menos. El kirchnerismo se especializó en hacerlos aflorar. Pero es claro que siempre han estado. Podemos escuchar el relato de nuestros padres de cuando los gorilas arrastraban los bustos de Evita en el 55, todos oímos contar del famoso "Viva el cáncer". Somos también el país del "algo habrán hecho". Entre la enfermedad en la piel que le produjo el peronismo a Martínez Estrada y la vivencia border de Quintín hay una continuidad innegable. Pero también hay conexión entre ellos y la escritura punzante de Carlos Pagni, que con técnica periodística y una neurosis más leve puede estilizar esa misma repulsa que lo domina.

Pero esta no es la nación de los quintines. Aunque haya muchos, no debemos olvidarnos de que la sociedad argentina supo elaborar el trauma de la dictadura de una manera quizás inédita en la historia mundial. Primeros fueron unas pocas madres que daban vueltas en torno a la Pirámide de Mayo. Se tomaron todo el tiempo de sus vidas en hacernos percibir las cosas que la mayoría no queríamos ver. Fueron hablando uno por uno. Se sobrepusieron no una sino novecientas mil veces a la estigmatización más potente que pudo intentar el terrorismo de estado y sus continuadores, hasta hoy. La manera en que la sociedad argentina reconstituyó sus zonas desgarradas es admirable: pacífica, paciente, humanista, perseverante, amorosa. Cuando leemos las noticias de la horrible manera en que gran parte de la sociedad israelí respalda el exterminio palestino tomamos nota de a qué extremo puede llegar una comunidad. Dios quiera nunca lleguemos a eso. Nosotros estamos, con la experiencia de las Madres y las Abuelas, decididamente en otro lado. Las ofensas recibidas fueron respondidas con una hermosa construcción colectiva de gran alcance y de gran estilo.

Esta semana la restitución de Guido, el nieto de Estela, precipitó una solución que viene preparándose desde hace décadas. Es el valor social del símbolo.

Los que dicen estupideces sobre el relato parece que desconocieran por completo la función decisiva de la producción simbólica de una sociedad. Por eso quizás, porque desconocen esto, es que no dan pie con bola desde que Claudio Escribano escribió "La Argentina ha resuelto darse gobierno por un año". Tenía razón Escribano: nos dimos gobierno por un año, después por otro año, y por otro, y otro y por varios más. Cada santo día. Esos son los días que cuenta Quintín atormentado. 

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