El fin de ciclo K está rarísimo (II)
Es posible que Cristina y Scioli estén pensando, ambos, en la conveniencia de encarar las próximas elecciones renovando la coalición que los ligó durante estos años, lo que significa que Cristina se peronice y que Scioli se kirchnerice. Sería la primera vez que el kirchnerismo acepte integrar la coalición gobernante sin ejercer la presidencia de la nación. Esta posibilidad mantiene muy activos a los kirchneristas emocionales y a los kirchneristas racionales: ¿qué pasa si vamos con Scioli? ¿o Scioli es un límite infranqueable para el K de paladar negro? ¿Es preferible perder con una fórmula kirchnerista pura antes que ganar en una coalición peronista con Scioli presidente? ¿nos ponemos en las PASO detrás de algún precandidato que nos dé muestras de kirchnerismo explícito (Taiana, Uribarri...) o que al menos no nos despierte tanta desconfianza como DOS (Randazo...)? Pero, ¿y si Cristina decide que no haya DOS fórmulas en las PASO y propicia una fórmula de unidad encabezada por DOS?
Estos dilemas son propios de un sector político que hoy se siente en condiciones de dar pelea. Otros pueden preferir retirarse con la frente en alto, para ocupar una región de la política puramente testimonial. En un próximo post (este ya es larguísimo) vamos a desarrollar la siguiente cuestión:
Hay kirchneristas que preferirían perder con un K puro antes que ganar con Scioli: espero que esa no sea la idea de Cristina.
He aquí mi respuesta:
Para mí la ecuación es más sencilla que la de la ley de gravedad: Scioli necesita los votos K, porque sin ellos no llega; los K necesitamos un candidato que concite adhesiones en la parte no K (y no antiK), porque los K solos no llegamos. El está obligado a no retroceder de lo conquistado para no perder su base de sustento. Y nosotros tendremos que hacerle valer nuestro voto. Creo que no hay mucha vuelta que darle.
Esa es mi respuesta corta. Quien quiera puede terminar su lectura acá y no se habrá perdido lo esencial. Pero si quiere, pueden seguir:
Este tema se está discutiendo mucho en un sector social que está recalculando su posición ante una nueva etapa que inevitablemente se avecina. Está en los blogs pero también en las discusiones entre amigos. Se trata de una diferencia en el seno de un sector que hasta hace poco parecía no tener grandes diferencias. En realidad, se manifiestan diferencias que siempre estuvieron pero este es el momento de que aparezcan. Yo no dramatizo este momento. Creo que es un conflicto de crecimiento, la de asumir que la cuestión del poder tiene aristas que el liderazgo fuerte de Cristina ponía fuera de foco. Pero el poder es esa cosa con aristas. O esa rosa con espinas, si quieren. Cristina y Néstor han presidido este país hasta que la combinación entre la biología, las relaciones de fuerzas y la Constitución lo permiten: más que ningún otro modelo político en la Argentina contemporánea. Ahora se impone repensar cómo sigue esto. Lo de Cristina Eterna es una ilusión pueril y, si bien no está descartado en absoluto que Cristina vaya a seguir ejerciendo un liderazgo político eminente como el que hoy tiene (sin que nadie pueda por el momento comparársele) y eso puede durar aún bastante, es hora de asumir que un movimiento histórico no puede agotarse en un liderazgo. Aunque sí valerse de un liderazgo.
Pero los liderazgos no se construyen en un laboratorio ni florecen en un jardín todas las temporadas. Hay puentes colectivos que tender mientras tanto; y eso se hace sin miedo a equivocarse.
Néstor y Cristina no tuvieron miedo a equivocarse. Pero muchos kirchneristas parecen hoy movidos o paralizados por el miedo a equivocarse.
La traducción pueril del miedo a equivocarse es esa figura tan remanida de "tragarse un sapo", que es inmediatamente adoptada por la revista Barcelona, la conciencia culposa de la clase media súbitamente politizada pero con un sustrato cualunquista permanente.
"Tragarse el sapo" es una figura que no describe bien la situación. En política uno elige entre las mejores opciones posibles, donde es tan importante que sean posibles como que sean las mejores. Entre los posibles no están Uribarri, ni Taiana, ni Rossi ni Aníbal. No les da la talla para presidentes. Ni por grado de conocimiento, ni por las adhesiones que pueden concitar. En cuanto a Randazzo, yo estimo que sus posibilidades son a esta altura remotas. No solo tiene que ganar las PASO, sino que tendría que ganar las presidenciales en primera vuelta: es decir: con 40% y a 10% de distancia del segundo. Son dos metas muy ambiciosas e improbables. Deberían producirse grandes cambios en pocos meses para que Randazzo fuera capaz de vencer en esas dos ocasiones. Y tampoco está claro que Randazzo garantice más la continuidad de estas políticas que Scioli.
Si el FPV con un candidato competitivo no gana en primera vuelta es muy probable que pierda en la segunda y el país termine gobernado por el PRO. No creo que haya que esperar hasta ese extremo para apoyar a una coalición peronista integrada por el kirchnerismo como su núcleo más sólido.
Creo que razonar de esta manera no es tragarse ningún sapo, sino elegir entre las mejores opciones posibles. Para mi, no es más ni menos que lo que hice en 2003, cuando voté al canidato de Duhalde, porque me parecía la mejor opción frente a Menem, Rodriguez Saa o López Murphy. En política se opera con realidades, no con deseos ni con gustos culinarios.