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Cristina le está complicando el fin de año a la derecha

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Alejandro Catterberg de Poliarquía parece responderle a María O'Donnell con un gesto de agobio. Quizás sea una impresión mía. Quizás el tipo está cansado a esta altura del año. Dice que fue un año difícil, pero no se refiere a su vida, sino a los problemas del gobierno kirchnerista. Habla de la devaluación de enero pasado y del miedo que le tiene la gente a la ingobernabilidad. Curiosamente cuando se explaya dice exactamente lo contrario: que la imagen de Cristina está muy alta para alguien que lleva 7 años gobernando (y eso que no contamos los 4 años de Néstor): un 40% de imagen positiva, dice Catterberg, es algo que a los gobernantes de cualquier país les cuesta mucho sostener a lo largo del tiempo. Es decir, lo que a él le parece difícil en realidad no es la ingobernabilidad ni la debacle económica, sino que estos fenómenos no se hayan producido. Puesto a vislumbrar el año que viene, dice que el resultado de las elecciones dependerá de tres cosas: una, la situación económica (sobre este tema el domingo pasado tuvimos en La otra.-radio un preciso análisis de Mariano Kestelboim; se puede escuchar acá); dos, qué decida hacer Cristina (si se presenta como candidata a diputada, a gobernadora de la provincia de Buenos Aires, si se postula para integrar el Parlasur, si hace un frente con Scioli o si no hace nada); tres, si entre los opositores encuentran una forma para unirse (él cree que es más posible que acuerden el PRO con los radicales, pero esto también lo ve un poco complicado). 

Es sorprendente lo que este hombre está diciendo: pone a Cristina en el centro del asunto (¿es sorprendente?). En todo caso señala el desafío del gobierno ante las complicaciones económicas, que parecían que iban a desmadrarse hace un año, y hace menos también. Aunque ahora, dice, el gobierno logró recuperar la aprobación de una parte de "la gente", quizás sólo porque recuerda que "antes" el kirchnerismo les dio cosas (empleo, paritarias, subsidios, matrimonio igualitario, derechos humanos), pero también, capaz, porque se frenó la corrida cambiaria y además "la gente" aprueba en su mayoría la firmeza de Cristina ante las presiones de los buitres. Lo sorprendente es que Catterberg no mencione, por ejemplo, que Macri, Massa, y ni siquiera Scioli, tengan que tomar alguna decisión que pueda conquistar al electorado y consolidar un nuevo liderazgo. No, solo habla Catterberg de la marcha de la economía y de saber lo que quiere Cristina. 

Creo que la derecha está en un atolladero. Creo que están realmente sorprendidos porque no saben cómo seguir. Está tambaleando su confianza acerca de poder ganar esta ya larga pulseada.

¿Catterberg dice todo eso o solo me parece a mí? Quizás el prestigio ganado por Poliarquía en las elecciones anteriores, por haber estado siempre más cerca de los resultados que las otras consultoras, lo abruma de responsabilidad y lo obliga a no decir algo que pronto lo deje descolocado. Pero no habla de fin de ciclo ni menciona un liderazgo emergente ante el que se acaba. No querrá repetir lo de Claudio Escribano en 2003, ni la profecía tantas veces incumplida de Asís, de que "estos muchachos se están yendo". En cambio, menciona que hay una considerable cantidad de diputados camporistas que seguirán gravitando porque no vencen sus mandatos y, por eso, el futuro gobierno tendrá que lidiar con ello. Lo dice la noche en la que acaba de aprobarse el nuevo Código Procesal, algo que Macri y Massa prometen derogar aunque nadie puede saber si aún ganando podrían reunir cuórum propio en el parlamento de 2016. La reforma al Código Procesal logra introducir una cuña en el único poder del Estado al que no ha llegado la democracia: el Judicial. Y eso pone loca a la derecha (Pagni, con cada vez menos capacidad de instalar agenda con sus dosis de bilis bisemanales).





Catterberg dice que este año fue difícil. Creo que está diciendo que a la derecha se le puso difícil. 

Alejandro Grimson en el último número de Le Monde Diplomatique menciona, entre cuatro posibilidades para la Argentina 2015, una que apuesta a liquidar impiadosamente la construcción kirchnerista: 

"Si el péndulo se inclina hacia el abismo... caeremos hasta lo más bajo. Para que ello ocurra, los poderes fácticos necesitan crear una crisis inmanejable, y trabajan en voz baja -y en público- para conseguirlo. Hasta ahora no lo han conseguido."

Nicolás Tereschuk en artepolítica ve las cosas mejor, ¿no?

"La última semana de septiembre, los que desde febrero decían que se iba a tener que devaluar en septiembre lograron que se creyera que se iba a tener que devaluar (en septiembre). A los pechazos, el Gobierno lo evitó. Cambió al presidente del Banco Central, metió controles, acomodó medidas, gatilló el “swap” con China y la mar en coche. Mejoró su desempeño político, volvió al centro de la escena.

(...) Me sorprende todavía, qué quieren que les diga. No sé, les comento a los más jóvenes. Esto no es lo normal en el país en el que -está estudiado eh, no lo invento yo- desde que echaron a Bernardo Grinspun del Ministerio de Economía, el poder de los Grupos Económicos tuvo -hasta 2001- cada vez más injerencia en la gestión diaria y directa de las políticas económicas. Lo normal es “basta de tiros, muchachos, me rindo, negociemos”. Lo normal es que te llenen la canasta de goles. Con mucha suerte y viento a favor, hacerles goles pero, en algún momento, cansarse, quedarse sin nafta. Cansarse de quitarles el Ministerio de Economía, las AFJP, la Aerolínea de bandera, la mayor empresa privada del país, el Banco Central, los espacios publicitarios para candidatos presidenciales por radio y TV. Lo normal es que ni se te ocurra cantarle “mancha” al “derecho humano” del argentino de tener una cuenta negra en Suiza. Lo normal no es no aflojar. Lo normal no es haber hecho el despelote que se hizo y, finalizado el año once de gestión, estar “mejor, ¿no?”.


Por ahora -falta casi todo diciembre, que no es poco- este año cimentó la primera condición para lograr que eso que damos en llamar kirchnerismo tenga algún futuro en el mediano plazo: gobernar hasta el último día del mandato".


La recuperación es un patrón típico del kirchnerismo desde 2003: cuando se ve apurado por los poderes fácticos, el oficialismo muestra una creatividad sorpresiva para fortalecerse. Una parte decisiva del menú derechista del "fin de ciclo salvaje" incluía un aumento descontrolado de la conflictividad social (pero el sindicalismo opositor ya desactivó su reciente convocatoria a un paro nacional, después de que Cristina anunciara que no habrá descuentos por ganancias en el medio aguinaldo de diciembre de quienes cobren menos de $ 35.000), una disparada del dólar que parecía no tener techo (hace pocas semanas la City hablaba de una cotización del blue de $ 20 a fin de año, que llegó a tocar los $ 16 antes de la expulsión de Fábrega del BCRA) y una caída alarmante de las reservas (los alarmistas pronosticaron que se tocaría a fin de año un peligroso piso de u$s 20 mil millones, aunque finalmente la reactivación del swap con China lo está acercando a los 29 mil y ya se anuncia otro aporte chino).

Se pronosticaba todo eso: se frotaban las manos. La declaración del "default selectivo" y el "desacato" por parte de Griesa nos aislaría del mundo y sería la señal de largada de un final wagneriano que no llegó aún. Los cacerolazos alentados por las "denuncias" de Lanata iban a hacer la calle inmanejable (pero el último cacerolazo convocado con el apoyo de Clarín, el FRENO, los lilitos y sectores del PRO fue un fracaso que llevó a sus convocantes a dar por terminada la era cacerola). Todavía resta una expectativa estacional: los tradicionales saqueos de diciembre (el ladero de Moyano, Juan Carlos Schmidt se ilusiona con que diciembre siempre sea un mes complicado) pero en este terreno el gobierno también está alertado.

Todas estas pulseadas están siendo superadas por el gobierno. Pero hay que prestar atención a que las altas temperaturas no produzcan apagones eléctricos: esta delicada ingeniería política kirchnerista se puede recalentar con un apagón.

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