por Oscar Cuervo
En los últimos días hemos asistido a una sorprendente seguidilla de desmentidas del diario La Nación, tácitas admisiones de que anteriormente habían puesto en tapa noticias falsas. Primero fue Lorenzetti el que tuvo que desmentir que hablara de falta de libertad de expresión en relación a este gobierno (en realidad se refería al terrorismo de estado). Después La Nación tuvo que desmentir que la DAIA hubiera negado un comunicado manifestando su preocupación por la nota antisemita de Carlos Pagni del lunes pasado (el propio presidente de la DAIA dijo al aire en el programa de Víctor Hugo que su entidad estaba muy preocupada por el tono antisemita de ese artículo). Al otro día tuvo que desmentir la noticia de que el gobierno había censurado una entrevista de Longobardi a Alberto Fernández en C5N, cuando en el propio programa de Longobardi en Radio 10 Longobardi, Fernández y Hadad (dueño de la radio y de C5N) bromearon en el aire quitando veracidad a la denuncia de censura. A los dos días dijeron que Dilma Roussef criticaba la inflación en Argentina, cosa que tuvieron que desmentir medio día más tarde cuando el gobierno brasilero negó tal intromisión en los asuntos argentinos. Verbitsky en su columna de ayer en Página pone la noticia en su contexto preciso:
"No es casual que los dirigentes sindicales que se reunieron con Dilma Rousseff le hayan mencionado el ejemplo argentino, como reverso de la política económica que sigue Brasil. En 2011 la economía brasileña creció algo menos que el promedio de los países que integran el Grupo de los 20 (2,7 por ciento de Brasil contra 2,8 por ciento del G-20). Pero la diferencia se agiganta con los tres países del Grupo que más crecieron: la Argentina (9,5 por ciento), China (9,2 por ciento) y la India (7,3 por ciento). Dilma se reunió por más de dos horas con los dirigentes de las seis centrales sindicales de su país, quienes se quejaron por la desindustrialización, consecuencia de la apertura financiera y el flujo masivo de capitales especulativos, que produjo un persistente atraso cambiario, al estilo argentino de la década pasada. Los sindicalistas le opusieron el ejemplo de la Argentina, donde el mayor crecimiento se da en las exportaciones de Manufacturas de Origen Industrial (MOI). Uno de los asistentes dijo que Dilma replicó: “¡Pero la Argentina tiene 20 por ciento de inflación!”. Esa referencia a la inflación fue el eje de la cobertura en la prensa argentina que, en cambio, ignoró el encomio sindical al modelo argentino. Dilma “nos dio una clase sobre lo que está haciendo, pero todas las medidas son lentas y el país está quebrado”, dijo Paulo Pereira da Silva, el líder de Força Sindical, la central obrera creada por Lula".(Nota completa)
De una desmentida a la otra, uno se pregunta si los lectores de La Nación debería adoptar un prudencial "período de ventana" antes de dar por buenas las noticias que leen en su diario. O si acaso el lector de La Nación prefiere intoxicarse con información ficticia que responda a sus propios deseos, una realidad paralela en la que Alberto Fernández es censurado, Dilma Roussef se queja del Indec, la DAIA aplaude el antisemitismo de Pagni y el presidente de la Corte Suprema hace saber que en Argentina se persigue a los disidentes.
Ahora le toca el turno al ajustazo más anunciado de todos los tiempos. Desde diciembre, cuando el gobierno anunció su decisión de revisar su política de subsisdios, La Nación y Clarín empezaron a poner en tapa el anticipo de enormes aumentos en los servicios públicos, aumentos que aún no se produjeron pero que ya fueron informados varias veces. El gobierno decidió hacer recortes en sectores muy restringidos, aquellas empresas y barrios residenciales que por su posición privilegiada no merecieran seguir siendo subsidiadas por los fondos públicos. Lo que los diarios de derecha informaron en tipografía de catástrofe era, a la vez que un mega ajuste, una admisión del fracaso de la política de subsidios que durante años sostuvo el kirchnerismo para fomentar la reactivación de la economía. Ni una cosa ni la otra: la política de subsisdios no se abandonó y el bestial ajuste a los sectores populares no ocurrió. Lo único que se mantiene en pie es lo que el gobierno anunció en diciembre: en esta etapa ya no es justo subsidiar a determinadas empresas y sectores sociales pudientes. También la prensa de derecha mostró mucha ansiedad para anticipar un brutal aumento del boleto de colectivos, cosa que no ocurrió ni parece que vaya a ocurrir por ahora. Lo único que aumentó brutalmente es el pasaje del Subte al día siguiente que Macri se hizo cargo de este servicio (y después del aumento brutal, Macri se deshizo de los subtes).
Ahora llegó el momento de admitir que la noticia del ajustazo a los servicios públicos no llegará. Pero La Nación encontró la forma de desmentirse sin que se note: no es que el diario haya anticipado una noticia falsa, sino que el gobierno "frena" o "se echa atrás" en el recorte de los subsidios. De modo que, en lugar de admitir el reiterado engaño que le infligió a sus lectores, el diario informa ahora una marcha atrás del Poder Ejecutivo.