por Oscar Cuervo
Dijo la semana pasada Raúl Zaffaroni, el saliente miembro de la Corte Suprema del poder judicial argentino:
"...lo fundamental en América latina es que si no superamos el monopolio de medios, no vamos a salir del pozo en el que estamos. Porque sin una pluralidad de medios no hay información suficiente, y el monopolio u oligopolio de medios es análogo a los autoritarismos de mediados del siglo pasado. En América latina, en este genocidio por goteo que estamos viviendo, el equivalente de los judíos de la Shoá son los pibes de nuestros barrios precarios, que están muriendo por miles. Y Televisa, Rede Globo, TV Azteca, todo eso lo minimizan. O te dice que lo de Guerrero (el estado mexicano donde fueron desaparecidos 43 estudiantes) es un hecho puntual, de un municipio, o que la violencia no empeora, porque hemos llegado a la meseta" (competo acá).
Estas ideas no son nuevas. Zaffaroni las viene exponiendo desde hace años. Por ejemplo en 2012 en la Universidad de las Madres el saliente juez de la corte dio una clase en la que dijo:
“..los genocidios no surgen de un día para el otro y su instalación suele ser también criminal” (...) su concreción requiere de semillas de discriminación que sirven para la instalación de un enemigo (...) Estas masacres súbitas no son tan súbitas, normalmente vienen precedidas por masacres por goteo. El genocidio es un fenómeno social, porque los genocidas emergen de nuestras propias sociedades”.
A comienzos de diciembre, en una clase magistral en la Feria del libro de Guadalajara, Zafaroni profundizó:
"...En nuestra región, los medios de comunicación masivos, en especial la televisión, se hallan concentrados en grandes monopolios que están inextricablemente vinculados en red con los intereses del poder transnacional. Lógicamente, sus mensajes son perfectamente funcionales al modelo de sociedad excluyente que éstos fomentan. En consecuencia, juegan un papel central en el genocidio por goteo que se está cometiendo en la región". (...) "en el Cono Sur, donde es mucho menor la violencia letal, la televisión concentrada crea una realidad violenta que le permita exigir –mediante reiterados mensajes vindicativos– el montaje de ese aparato mortífero. (...) Los recursos de esta publicidad populachera son ampliamente conocidos, aunque no por ello menos eficaces: la invención de víctimas-héroes, la reiteración de la noticia roja sensacionalista, la exhibición de unas víctimas y el meticuloso ocultamiento de otras, los comunicadores indignados, el desprecio a las más elementales garantías ciudadanas, el reclamo de un retroceso a la premodernidad penal y policial, etcétera. En definitiva, se trata de mostrar a las víctimas como victimarios. (...) Lo cierto es que la imagen de la violencia que tiene nuestra sociedad es la que proyecta la televisión concentrada, sea ocultando o disfrazando la existente o inventando la que no existe, siempre con el objetivo claro de montar un poder represivo mortífero y brutal" (completo acá).
No se trata de una ocurrencia aislada, sino de una idea que Zaffaroni viene analizando como un fenómeno global en el que, sostiene que hay "una nueva guerra mundial" bajo el paraguas sensacionalista de la inseguridad, que también podría interpretarse -esto lo digo yo-, como una modalidad de la lucha de clases de este tardo-capitalismo, que, lejos de expresarse como una rebelión de los oprimidos, se manifiesta como una guerra de las clases dominantes contra los pobres,
Pero bastó que Zaffaroni introdujera una relación con el Holocausto judío del siglo xx para que saltaran los dirigentes de las entidades comunitarias judías argentinas, esas que nunca se sabe si representan a los judíos argentinos ante el resto de las comunidades nacionales provenientes de otros orígenes, o si son la respresentación de la política del Estado de Israel para intervenir en la realidad local.
Era esperable esto:
"Estas declaraciones no cayeron bien en la DAIA y han provocado un profundo malestar en el seno de la comunidad judía", manifestó a la Agencia Judía de Noticias (AJN) el vicepresidente de la institución, Waldo Wolff.
Wolff señaló sobre las declaraciones realizadas por el ex magistrado durante una entrevista que "la Shoá no debe compararse con ninguna otra situación. Hay infinidad de calificativos para graficar situaciones como para usar uno tan caro a la sensibilidad de la comunidad judía toda".
El vicepresidente de la DAIA manifestó el deseo de que Zaffaroni "recapacite y exprese a la brevedad la correspondiente retractación a estas desafortunadas e inoportunas declaraciones".
Para seguir con los retos de la DAIA, su secretario genreal. Jorege Knoblovits, advierte ya no a Zaffaroni sino a todos los argentinnos. "yo creo que Zaffaroni llega a este lugar porque hay un mal histórico entre nosotros, los argentinos, que habilita que todos hablemos de cualquier cosa cuando ocupamos un lugar de relevancia, así que todos estamos autorizados a hablar de fútbol aunque seamos médicos, de medicina aunque seamos deportistas, de políticas aunque seamos futbolistas y así está todo atravesado". (Completo acá)
Hay temas sobre lo que solo pueden hablar algunos. No es una novedad este tipo de reacciones: lo que se afirma es, primero, que sólo pueden referise a la Shoa aquellos que tengan origen judío o , sin tenerlo, adhierar acríticamente a la línea oficial del Estado de Israel sobre la cuestión. Tampoco es un fenómeno local: cualquier discurrir sobre la Shoah que no siga el severo límite impuesto por la dirigencia belicista de Israel es invariablemente amonestado, con acusaciones de antisemitismo. Para el cineasta sionista Claude Lanzmann hay un solo modo posible de filmar el Holocausto y es el que él prentende imponer desde su film Shoah, Si un cineasta como Eyal Sivan filma el racismo que practican los israelíes sobre los palestinos evocando el trato que recibían los judíos en los campos de cooncentración alemana, es inmediatamente tildado de judío nazi. Si Jean Luc Godard marca un vínculo entre la crueldad nazi y las masacres que los palestinos sufren de parte de Israel, es acusado de antisemita por el sionismo de derecha.
Las entidades comunitarias argentinas judías se ubican desde hace años bien a la derecha del resto de la derecha local, y completamente alineadas con la derecha que gobierna desde hace muchos años Israel. Ni bien algunos ciudadanos argentinos de cualquier origen se manifiestan contra las periódicas matanzas en la Franja de Gaza, connotados miembros de judaísmo argentino (a los que difícilmente se les escuche una sola palabra de claro repudio a la brutalidad de las FFAA israelíes, que a menudo violan los tratados internacionales que rigen aún para la guerra) salen a denunciar "campañas antisemitas" con las que se pretende acallar toda palabra de repudio al belicismo israelí. Del mismo modo, la Amia y la DAIA defienden de modo dogmático la tesis impuesta por el MOSSAD y la CÍA sobre la investigación de los atentados terroristas perpetrados contra la Embajada Israelí y la AMIA en los 90. Cualquiera que cuestione esas tesis (altamente cuestionables) que en nuestro país lleva a cabo el fiscal Nisman, con la colaboración de miembros de la SIDE, ahora al parecer removidos, que tuercen la investigación hacia lo que a EEUU e Israel les interesa, es acusado de connivencia con el terrorismo islámico, Por supuesto, los que hablan así reivindican in toto el terrorismo norteamericano e israelí.
La operación discursiva consiste en imponer una pesada inhibición a hablar de la Shoah e instituirla como un tabú sobre el que sea imposible discurrir.
Estas pretensiones son inaceptables en una sociedad democrática como la argentina, en la que está permitido cuestionar todo, desde la figura presidencial hasta el rol de la iglesia católica durante la dictadura. Si todo es discurrible, ¿por qué deberíamos acatar un tabú sobre la Shoah? ¿Qué prerrogativas especiales le caben a los dirigentes de la oficialidad judía argentina para prohibir relacionar políticamente el exterminio que sufrieron los judíos por parte de los nazis y otros exterminios que sufrieron mucho antes y sufren aún muchos pueblos? Democracia y tabú son dos prácticas incompatibles.
Comparar la Shoah con el genocidio por goteo que se viene haciendo desde la invasión de las potencias coloniales a América, y que se intensifica en la era tardo-capitalista gracias a que los medios de la derecha trabajan diariamente para consolidar un estereotipo pasible de ser exterminado, es no solo posible sino necesario. Porque la comparación (que no es mera equiparación) posibilita la comprensión de los métodos de exterminio en que ha incurrido la humanidad y que sigue haciéndolo y, más importante aún, permite detectar exterminios en curso antes de que sean definitivamente consumados. De hecho, los mismos teóricos de la Shoah comparan este genocidio con el antecedente de la matanza que los turcos practicaron contra los armenios a principios del siglo xx.
Entonces comparar es necesario, porque sirve para marcar continuidades y diferencias. Obvio, hay diferencias entre el nazismo, la persecusión israelí a los palestinos, el genocidio por goteo aplicado en América Latina y los crímenes de lesa humanidad de la dictadura que se declararon imprescriptibles. Cada caso es diferente del otro y cada uno puede leerse en su contexto, pero esto no impide reflexionar histórica y políticamente sobre los exterminios practicados por la humanidad, para encontrar no solo diferencias sino puntos en común, la posibilidad de impedirlos antes de que sea tarde y sancionarlos cuando ya es tarde.
Pero para eso hay que rechazar la pretensión de que la derecha proisraelí argentina y global sustraiga el concepto de Shoah del discurso político y pretenda imponer un tabú sobre él.
Creo que todos los que valoran la democracia, de origen judío o de cualquier otro, deberían salir a frenar públicamnete las pretensiones autoritarias de AMIA y DAIA en Argentina.