NOTA DEL EDITOR: Las denuncias de Nisman forman parte de una trama en la que la Argentina se debate, por un lado, desde que en 2008 una alianza del poder tradicional apostó a repetir con Cristina la escena del helicóptero de De La Rúa, sin resultados satisfactorios aún, 7 años después. Esta claro que Cristina no es De La Rúa ni el FPV es la Alianza. Si en varios diciembres de los últimos años la apuesta golpista apostó a un coctel de conmoción social en las calles que en 2014 definitivamente no funcionó, los intentos desestabilizadores de los eneros pasados (hay diversos intentos de golpe según cada época del año) apostaron no a ganar la calle (en un mes volcado al turismo frenético sería imposible) sino a crear conflictos institucionales. Tuvimos el verano de Redrado, con un BCRA en estado de desacato, y un verano con una corrida salvaje que logró hace un año forzar una importante devaluación, que aspiraba a desmadrar los reclamos sindicales y disparar una espiral hiperinflaciónaria que no fue. El esmero de la derecha golpista de este mes es uno de los más bizarros. El personaje que lo encabeza suma ineficiencia funcional, sospechas y desprestigio. La denuncia que presenta es un intento extravagante de transformar la política exterior del país y el funcionamiento legislativo en materia criminalizable. Basta con leer las columnas dominicales de hoy en La Nación para advertir la inconsistencia lógica con que se ligan una serie de presunciones sin verosimilitud. Una denuncia deforme respaldada por un personaje bizarro solo puede prosperar si está respaldado por poderes macizos: ¿la Embajada? ¿la corporación judicial? ¿los medios de derecha? Puede ser, se verá hasta qué punto es así en los próximos días. Por lo pronto, representa una dosis de oprobio para el poder judicial que estas maniobras sean siquiera posibles. También hay una recurrencia en los errores kirchneristas para confiar posiciones delicadas a personajes que no dan la talla (Cobos, Lousteau, Redrado y ahora Nisman son algunos ejemplos). Cada uno de esos errores el gobierno lo ha pagado a un costo muy alto.
Por otro lado, la irresolución de los atentados a la Embajada Israelí y a la AMIA no son anomalías sino la regla general del poder judicial argentino. Ningún caso, grande ni pequeño, termina de resolverse nunca. En este caso el asunto se complica porque, desde que estos actos terroristas se produjeron, metieron sus manos, con la anuencia del gobierno de Menem, los servicios secretos norteamericano e israelí, tratando de capitalizarlos en función de la larga disputa en Medio Oriente que esas dos potencias bélicas sostienen casi como su razón de ser. Es una triste ironía que esa madeja intrincada de intereses espurios e ineficiencia cuyos rasgos cruciales se definieron hace 20 años conduzca a una disparatada acusación a la Presidenta por complicidad con el terrorismo. Estas cosas son posibles porque el núcleo duro del poder nacional y mundial impone su retórica por sobre cualquier racionalidad.
Ayer me llegó el siguiente mensaje del fotógrafo periodístico Carlos Brigo, reclamando la televisación en directo y completa del paso de Nisman mañana por el Congreso. Me parece justo y necesario sumarme a ese reclamo, porque la transparencia puede ser el principal insumo para desactivar una operación tan burda. Este es el reclamo:
Que Nisman salga en directo por los medios públicos nacionales
Vamos a exigir:
1.- Que la presencia del fiscal Nisman en el Congreso, se transmita por cadena nacional o por la TV y radio pública nacional.
2.- Que todo lo que tenga para decir ese fiscal de las corporaciones tenga llegada inmediata a la población en general.
3.- Que se conozcan las preguntas de los legisladores de cierta oposición, ávida por implementar el llamado "golpe blanco", y no permitir que la presidenta de la Nación complete su período de gobierno democrático.
Y después vamos a exigirle al fiscal general Alberto Nisman, que no renuncie porque debe permanecer en su cargo hasta que se lo juzgue por su desempeño.
Carlos Brigo
Fotoperiodista
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