Entre el fin del siglo pasado y el principio de este, en su Deep Camboya, Calamaro logra convertirse en un labrador de la palabra, esto es: en un poeta. Vayan y oigan, las 103 letras de El Salmón, que se sostienen sobre sus propias patas, sin trucos pop.
Y también se rodea de algunos otros poetas estupendos como Marcelo Scornik o Jorge Larrosa. Si quieren una sola prueba de lo que hace con este último, vean esta preciosura titulada “Ranchada de los paraguayos”, una esquirla de El Salmón publicada años después en Obras Incompletas, que merecería figurar en cualquier antología de la poesía argentina, si es que hiciera falta ese ámbito para legitimar su valor.
En el quinto estaba
la ranchada de los paraguayos
mezcla rara de gratas
tráfico, caño y bagayos.
Clan paisanal,
cerrado convite de comida regional
algún camionero conversador
algún zarpado y gil.
Buena gente de pipa
justa, sonriente y callada
aunque estén pagando mucho
siempre comparten su poco.
También un viejito loco
debutando en su primera vez
por ir en busca de una heladera
que no era suya ¡que bulla!
era de su vecino Falabrino
Se la mandaron de Paraguay
mejor alegría no hay
el flaquito callado pagaba
por ensartar a un yuta
que trató a su novia de puta
El petiso gordito cocinaba
antes manejaba un camión
con carga vegetal, ¿que tal?
No habrá ninguno igual
no habrá ninguna
no habrá ninguno igual
no habrá ninguna
qué mala fortuna.
Había otros pero esos
resaltaban: eran hombres
que pagaban los que otros zafaban
motín a los cuatro vientos
no se aguanta estar adentro
algunos están por nada
algunos están por nada.
están exentos de pagar
y ser extranjero no cuenta
vale menos que cero
vale menos que cero
vale menos que cero
El rancho de los paraguayos...