por Oscar Cuervo
Quería volver a ver a Hebe de cerca, a escucharla, saber cómo estaba después de la tremenda campaña que se desató contra ella el año pasado. Porque en los peores momentos del invierno temí que esos golpes tan fieros que recibió pudieran quebrarla, no moralmente, pero sí tal vez físicamente. Bueno, no. Ayer a la tarde, en una charla organizada por Vatayón Militante en el local de la Oester en Palermo, pude verla absolutamente brava, despierta, potente como siempre, bien Hebe. Yo siento un vértigo de Historia cuando la veo de cerca, me pasa con muy pocas personas, no necesariamente líderes políticos, a veces con algunos artistas, el verlos me hace entrar en contacto con el tiempo, en el sentido más materialista de la palabra, el más tangible, ese que pasa y queda, que se va y queda. Cuerpos que pasan por la tierra dejando huellas. Cuánto ha marcado Hebe nuestras vidas ("poner el cuerpo, lo mejor que tenemos, lo único que tenemos, dice), cuánto hizo cimbrear el piso, en este país de curas y milicos, con su fuerza de madre, una fuerza poderosa, indoblegable, espiritual, madraza. Ella, que siempre recalca el valor de la causa colectiva, es una singularidad, es única, todos sabemos que cuando entra ella sopla el viento del espíritu, ese que sopla donde quiere.
Y ayer la vi así, de esa manera, muy Hebe, sola ella. Perfectamente consciente de ese papel que juega en nuestras vidas, de la que le tocó, segura de su fragilidad de vieja brava, invencible. Repasa los momentos del trayecto, los tiempos duros de la dictadura y el tiempo maravilloso (así lo dice ella, si justo no les gusta jodansé, busquensé a otra Hebe, o vivan guachos para toda la vida) de Néstor y Cristina. Esto que estamos viviendo es maravilloso, una revolución sin sangre y sin armas. Yo una vez dije que uno de nuestros hijos iba a cruzar la Plaza y a entrar en la Casa de Gobierno, pero nunca pensé que lo vería (lo dijo Hebe, ¿eh?), y sé muy bien todo lo que falta, pero es increíble lo que conseguimos (dijo), no nos vamos a poner en contra por lo que falta, como hacen los troscos, pobre Trotsky, qué culpa tendrá (dijo).
Y hace especial hincapié en el tiempo intermedio, el de Alfonsín y Menem (para nosotras fue casi tan duro como la dictadura, nos echaron de la Plaza, querían aislarnos, que dejáramos de luchar). Parece preocupada por deslindar la historia de la democracia, los años grises, la trampa (así lo dice ella, si no les gusta, ya saben) de la CONADEP, el intento de comprarlas con indemnizaciones, aplauso, medalla, beso y mandarlas a tejer a sus casitas otra vez. La Línea Fundadora no fundó nada, dice ella (y si no les gusta...). Si hubieran estado con nosotras todos los que ahora dicen haber estado, habríamos sido millones y no las pocas que éramos. Los padres no estaban porque eran unos cagones, mi marido era buenísimo pero estaba siempre muerto de miedo.
Y después Hebe problematiza la historia de los Organismos, estaban las que querían ser señoras y las que éramos pobres. Las que cuando llegaron los radicales querían sacarse el pañuelo porque se les aplastaba el peinado. Y las que nunca marcharon. Hay películas que se han hecho, dice Hebe, que nos robaron las imágenes, nos robaron los pies: muestran nuestros pies, con nuestros zapatos baratos, y el cuerpo de otras que nunca marcharon. Hebe se refiere expresamente al Coco Blausstein y su película sobre las Abuelas. La cuestión de clase es algo que ella quiere remarcar, para que todo no se disuelva en la simpleza de "los Organismos". Está en su naturaleza el ser peleadora. Dice que tiene el mejor título al que podía aspirar: el de madre de revolucionario. Y que desde que le llevaron a sus hijos ya no tuvo miedo a nada: ¿a qué le puedo tener miedo? ¿qué cosa peor me pueden hacer?
Y hace especial hincapié en el tiempo intermedio, el de Alfonsín y Menem (para nosotras fue casi tan duro como la dictadura, nos echaron de la Plaza, querían aislarnos, que dejáramos de luchar). Parece preocupada por deslindar la historia de la democracia, los años grises, la trampa (así lo dice ella, si no les gusta, ya saben) de la CONADEP, el intento de comprarlas con indemnizaciones, aplauso, medalla, beso y mandarlas a tejer a sus casitas otra vez. La Línea Fundadora no fundó nada, dice ella (y si no les gusta...). Si hubieran estado con nosotras todos los que ahora dicen haber estado, habríamos sido millones y no las pocas que éramos. Los padres no estaban porque eran unos cagones, mi marido era buenísimo pero estaba siempre muerto de miedo.
Y después Hebe problematiza la historia de los Organismos, estaban las que querían ser señoras y las que éramos pobres. Las que cuando llegaron los radicales querían sacarse el pañuelo porque se les aplastaba el peinado. Y las que nunca marcharon. Hay películas que se han hecho, dice Hebe, que nos robaron las imágenes, nos robaron los pies: muestran nuestros pies, con nuestros zapatos baratos, y el cuerpo de otras que nunca marcharon. Hebe se refiere expresamente al Coco Blausstein y su película sobre las Abuelas. La cuestión de clase es algo que ella quiere remarcar, para que todo no se disuelva en la simpleza de "los Organismos". Está en su naturaleza el ser peleadora. Dice que tiene el mejor título al que podía aspirar: el de madre de revolucionario. Y que desde que le llevaron a sus hijos ya no tuvo miedo a nada: ¿a qué le puedo tener miedo? ¿qué cosa peor me pueden hacer?
La clave que ella remarca es la socialización de la maternidad, su segundo nacimiento, madres paridas por sus hijos. El capitalismo apuesta a la recompensa individual, al egoísmo, nosotras no lo quisimos. Somos las madres de todos, no solo de nuestros propios hijos. Esa es la clave para ella: el lugar de la reparación del genocidio ya no puede ser lo privado, tiene que ser lo público. Hebe siente esa imposibilidad de volver. Desde que se llevaron a nuestros hijos no pasa un día sin que hagamos algo. Porque hay que hacer algo todos los días: un escrito, una charla, una reunión, una marcha, tomar la Catedral, hacerse oir. Es salir al mundo lo que ella aprendió y lo que ella exige.
Si esto fracasa, la culpa no va a ser de Cristina sino de todos nosotros. Hay que ver si todo eso que decimos sobre Néstor, dice, después de ver un video lleno de testimonios agradecidos hacia la vida de Néstor, dura ella, implacable Hebe, hay que ver si todo esto lo decimos una vez para la cámara o lo ponemos en práctica todos los días, o una sola vez por semana o por mes, o una vez cada tanto. Si esto fracasa, es por nosotros, dice ella y nos pone en pie de igualdad, cuando tanto nos convendría sentirnos un par de escalones abajo de ella, para quedarnos venerándola. No. Si esto fracasa, nos invoca, nos despierta, nos pone en contemporáneos suyos y no simplemente en admiradores suyos o herederos suyos.
Hebe no es que aconseja eso, cada movimiento, cada gesto, cada entonación transmite esa cercanía de la historia.
Hay quienes deploran la presencia del presente de Hebe: "hola, soy Jorge Lanata, yo fundé dos diarios, tres revistas y cuatro casas de ropa". Y "yo no quiero ser alineada con mi pasado, la Beatriz Sarlo que soy no es la misma Beatriz Sarlo que solía ser antes".
Qué bien que está Hebe y qué bueno que ella esté hoy. aquí, junto a nosotros.