por Oscar Cuervo
Segundo largo de Martín Farina (Fulboy) y segunda coproducción de La otra.-cine. ¡Orgullo! Más allá de nuestra cercanía con la película y con su director, nuestro amigo Martín, El Hombre Depaso Piedra confirma la cualidad cinemática que fluía en Fulboy.
Aparentemente se trata de "temas" distintos: el vigor juvenil de los jugadores del equipo de Platense retratado en la intimidad de la concentración en Fulboy tiene poco que ver con la vida áspera del hombre cercano a la vejez que se dedica a fabricar ladrillos en un paraje solitario del suroeste argentino. Del entusiasmo sobreexcitado del capitalismo al tempo pausado de la vida agreste regida por los ciclos naturales, el día y la noche, las estaciones, la tierra, el cielo, el agua y el fuego: mundos inconmensurables.
Pero es sabido que el cine se define poco por sus temas y mucho más por la mirada que se lanza sobre ellos. Ahí es donde se puede reconocer a Farina como autor.
Primero, porque la aproximación a los sujetos que retrata siempre debe dar cuenta de la distancia que al cineasta lo une y a la vez lo separa de ellos. Las dos películas son interrogaciones acerca de su propio vínculo de observador/intruso con los mundos que retrata. No se trata de la abstinencia observacional (que siempre sería una construcción ficticia) ni de la exposición narcisística del cine en primera persona, sino de una tensión entre el cineasta y los mundos que sus "modelos" abren.
La cámara tiene una presencia corporal en ese ámbito en el que ingresa.
Martín construye un vínculo con Mariano, el fabricante de ladrillos, se deja llevar por su pulso vital, tan distinto al suyo, pero a la vez lleva sus propias preguntas, que, como en Fulboy, se vinculan directamente con el problema pendiente del trabajo alienado, de la vida económica como proyecto vital o como desperdicio, de la sombra incierta del futuro.
Segundo, Martín tiene una delicadeza y precision de la mirada que se imprime en la belleza de sus planos. Eso se nota tanto en el espacio exiguo y neutro de la concentración deportiva en Fulboy como en la amplitud paisajística de El Hombre Depaso Piedra. No se trata de una belleza pictórica forzada, sino de la ductilidad de una mirada que poetiza los espacios porque siempre está meditando su posición en el mundo.
Aparentemente se trata de "temas" distintos: el vigor juvenil de los jugadores del equipo de Platense retratado en la intimidad de la concentración en Fulboy tiene poco que ver con la vida áspera del hombre cercano a la vejez que se dedica a fabricar ladrillos en un paraje solitario del suroeste argentino. Del entusiasmo sobreexcitado del capitalismo al tempo pausado de la vida agreste regida por los ciclos naturales, el día y la noche, las estaciones, la tierra, el cielo, el agua y el fuego: mundos inconmensurables.
Pero es sabido que el cine se define poco por sus temas y mucho más por la mirada que se lanza sobre ellos. Ahí es donde se puede reconocer a Farina como autor.
Primero, porque la aproximación a los sujetos que retrata siempre debe dar cuenta de la distancia que al cineasta lo une y a la vez lo separa de ellos. Las dos películas son interrogaciones acerca de su propio vínculo de observador/intruso con los mundos que retrata. No se trata de la abstinencia observacional (que siempre sería una construcción ficticia) ni de la exposición narcisística del cine en primera persona, sino de una tensión entre el cineasta y los mundos que sus "modelos" abren.
La cámara tiene una presencia corporal en ese ámbito en el que ingresa.
Martín construye un vínculo con Mariano, el fabricante de ladrillos, se deja llevar por su pulso vital, tan distinto al suyo, pero a la vez lleva sus propias preguntas, que, como en Fulboy, se vinculan directamente con el problema pendiente del trabajo alienado, de la vida económica como proyecto vital o como desperdicio, de la sombra incierta del futuro.
Segundo, Martín tiene una delicadeza y precision de la mirada que se imprime en la belleza de sus planos. Eso se nota tanto en el espacio exiguo y neutro de la concentración deportiva en Fulboy como en la amplitud paisajística de El Hombre Depaso Piedra. No se trata de una belleza pictórica forzada, sino de la ductilidad de una mirada que poetiza los espacios porque siempre está meditando su posición en el mundo.
Ojalá las proyecciones de las diversas salas del BAFICI hagan honor a la belleza de esta película.
Jueves 16 a las 12:30 hs. Village Recoleta
Sábado 18 - 17:40 hs. Cultural San Martín Sala: 2
Miércoles 22 - 14:00 hs. Cultural San Martín Sala: 2