Casa Vampiro (What we do in the shadows, 2014, Jemaine Clement y Taika Waititi)
Los dos directores son también escritores y protagonistas de la película. Se dio en el último BAFICI y recientemente se estrenó en las salas. Y tal como titula el diario Página 12, es la película definitiva de vampiros. La acción transcurre en los alrededores de Wellington, capital de Nueva Zelanda, en una casa donde convive un grupo de vampiros: Vladislav (Jemaine Clement), un vampiro cruel y medieval de 800 años, que enseguida nos hace pensar en Vlad Tepes; Viago (Taika Waititi), un vampiro considerado y atento de 400 años; y Deacon (Jonathan Brugh), el más joven y rebelde. A este último lo convirtió Petyr, el cuarto vampiro de la casa, absolutamente feo y deforme, de 8.000 años de edad, que nos recuerda a Nosferatu. El grupo se completa con Nick, quien es convertido durante la filmación, y con su amigo humano Stu, al que los cuatro vampiros se comprometen a no comer.
La película es un falso documental y se desarrolla durante los meses previos al Gran Baile Anual de Máscaras, al que asisten todos los vampiros, brujos y zombies de distintas partes de Nueva Zelanda. Según nos cuentan los protagonistas, en Wellington, viven unos 60 o 70 vampiros, que hacen lo que pueden para conseguir sangre humana. Al Gran Baile no son invitados los hombres lobos, con quienes los vampiros están mortalmente enfrentados. Cada vez que vampiros y licántropos se cruzan en la calle es para quilombo. Y uno de estos encuentros terminará muy mal.
Los tres personajes principales (Vladislav, Viago y Deacon) inspiran inmediata simpatía y cariño. Todos son un poco sanguinarios, un poco torpes y un poco graciosos. El personaje que, a mi juicio, agrega algunos toques de dramatismo es Nick, ya que, salvo por el hecho de volar, no disfruta de ser un vampiro, sino que más bien lo padece.
La película es ciertamente muy graciosa. Durante la hora y media que dura, mantiene un impecable tono de comedia que fluye maravillosamente. Desde el Drácula de F. F. Coppola, el mito del vampiro ha sido tan explotado en el cine que estas criaturas ya no provocan espanto ni miedo sino risa. Casi todos los aspectos de las vidas de estos vampiros son risibles. Al contrario de los vampiros de Twilight, sus vidas no son para nada glamorosas, sino más bien bastante mundanas (viajan en colectivo, lavan los platos, pasan la aspiradora) y un poco patéticas (una noche terminan bailando solos en un bar para vampiros, al no conseguir que ninguno de los porteros de los otros boliches los inviten a entrar).
Seguramente, se seguirán haciendo y filmando películas de vampiros, pero después de esta película ya no imagino cómo.
Acá dejo el trailer. Es muy gracioso: