El editorial de hoy de La Nación es una desembozada amenaza golpista. La derecha, una vez fracasadas sus operaciones alrededor del suicidio de Nisman y el intento de convertir al oscuro funcionario judicial Cabral en un héroe cívico, intenta convocar a la última maniobra golpista durante el mandato de Cristina. La derecha, que tiene a La Nación como su vocero histórico, empieza a desesperar al ver que la alquimia electoral que forzó bajo el rótulo Cambiemos se le descuajeringa. Entonces ahora, el destinatario de los rayos y centelllas que hoy descerraja es inequívocamente Daniel Scioli. Porque saben que con Cristina ya fracasaron.
Como escribió varias veces Horacio Verbitsky: "Si el final apocalíptico del gobierno de Raúl Alfonsín fue parte de la educación presidencial, para que Carlos Menem entendiera los límites de lo que le estaría permitido, los pujos judiciales y económicos contra el gobierno de Cristina van dirigidos a impedir la continuidad programática que ella reivindicó o en todo caso a ilustrar a todos los interesados sobre los costos del atrevimiento. Maurizio Macrì es el único precandidato que no necesita de esa advertencia: él proviene del otro lado del mostrador. En sus seis años de gobierno ya cuadruplicó la deuda externa de su municipio".
Es a esos fantasmas que convoca La Nación justo el día de la Independencia.
Editorial
El sobrevuelo del cisne negro
No es casual que se haya creado una división de espionaje para perseguir a quienes sean acusados de provocar corridas o producir un "golpe de mercado"
Un gobierno que se caracterizó por el empleo en beneficio propio de los servicios de inteligencia hasta el punto de desnaturalizarlos y conducirlos a la ilegalidad ha modificado por decreto la flamante ley de inteligencia para crear una Dirección de Inteligencia sobre Delincuencia Económica y Financiera.
Esta nueva dirección de la Agencia Federal de Inteligencia (AFI, la ex SIDE) obedece, según el Gobierno, a la necesidad de enfrentar "los atentados contra el orden constitucional y la vida democrática" que podrían llevar a cabo no sólo grupos militares y políticos, sino también económicos y financieros, que podrían desatar "corridas bancarias, cambiarias, desabastecimientos y golpes de mercado".
Es evidente que, en manos de una administración que ve o fabrica enemigos inexistentes que a menudo sirven para ocultar la propia torpeza, como ocurre en materia económica y financiera, una caracterización tan laxa de los objetivos de la nueva dirección puede permitir una verdadera caza de brujas.
Nassim Taleb, un reconocido sociólogo estadounidense de origen libanés, impactó ocho años atrás con su teoría de los hechos impredecibles y de fuertes efectos sobre el devenir histórico de una sociedad. Para calificarlos utilizó la denominación metafórica de "cisne negro". En su teoría no necesariamente las consecuencias de un cisne negro deberían ser siempre negativas; sin embargo, en la jerga económica o sociológica de hoy se lo usa y asimila a imprevistos cuasi catastróficos.
Es bajo esta comprensión que cuando hablamos en este editorial del sobrevuelo de un cisne negro queremos decir que advertimos la posibilidad de un acontecimiento que altere el rumbo aparentemente tranquilo de la evolución socioeconómica. Puede objetarse que entonces ya no sería imprevisible, pero también debemos agregar que un ave que sobrevuela podría no posarse nunca. De lo que hablaremos es de la posibilidad de que ese cisne descienda y se plante frente a nosotros antes del próximo 10 de diciembre.
¿Qué tipo de acontecimiento puede tener tan fuerte impacto? Nunca puede descartarse algún escándalo personal o de corrupción que haga imposible sostenerse a quienes ejercen el poder. Sin embargo, ya han ocurrido escándalos que en cualquier otro país hubieran obligado a un presidente a renunciar, pero aquí han sido asimilados sin producir esa consecuencia. Los hechos de corrupción han sido monumentales, obvios y profusamente difundidos, pero la Justicia no ha logrado sentencias ni encarcelamientos y la gestión de la Presidenta preserva un porcentaje significativo de aprobación. Gran parte de la sociedad argentina digiere la corrupción.
El cisne negro del que nos ocupamos aquí es una situación de pérdida de control de la conducción económica que produzca una reacción social caótica. Es, por ejemplo, el caso de una corrida cambiaria con su consecuente corrida bancaria que lleve a imponer un corralito de depósitos y a acentuar el cepo cambiario. ¿Por qué podría suceder esto? Porque se dan simultáneamente grandes distorsiones acumuladas que hacen evidente una corrección traumática de un modelo económico que ya no es sostenible.
El déficit fiscal se ha convertido mes a mes en una imparable diarrea. Y eso que no se pagan sentencias judiciales ni muchos otros compromisos reclamables. Los costos internos aumentan al ritmo de la inflación, que ha encontrado un piso y que, a pesar de la situación recesiva y el ancla cambiaria, retomará inevitablemente una tendencia alcista. El Gobierno no tiene forma de absorber la emisión monetaria porque se enfrenta un alto gasto cuasi fiscal por efecto de los intereses que paga por el stock de letras del Banco Central. También tiene un límite en la colocación de bonos, por los que debe pagar también altísimos intereses. El retraso del dólar coloca el tipo de cambio real comercial en un nivel tan bajo como el previo a la salida de la convertibilidad. Las economías regionales están quebradas y el saldo externo comienza a ser negativo. Si se redujeran los derechos de exportación, aumentaría el déficit fiscal.
Un cuadro como éste termina indefectiblemente en una fuerte devaluación. Ésta será tanto más incontrolable cuanto menor sea la confianza que despierte el gobierno que surja de las próximas elecciones. El extremo de la caída de confianza ocurriría si quien venga pretendiera seguir con el "modelo". Pero hay un hecho objetivo: cualquiera sea el pronóstico electoral, habrá devaluación. A medida que se aproxime la fecha del 10 de diciembre, para retener pesos argentinos se exigirá una tasa nominal de interés creciente. Cuando sólo falten 30 días no habrá tasa de interés en un plazo fijo que compense la magnitud pronosticada de una devaluación. Entre hoy y el 10 de noviembre veremos una creciente tendencia a desprenderse de los pesos para transformarlos en bienes o en dólares. Esto presionará sobre los precios y sobre la brecha cambiaria. La gente y las empresas querrán desprenderse más rápidamente de la moneda argentina, aumentando su velocidad de circulación. El efecto será equivalente al de mayor emisión, redoblando el impacto inflacionario.
Éste es el cisne negro que revolotea sobre nosotros. También el Gobierno parece estar mirándolo. No es casual que haya creado una división de espionaje para identificar y perseguir a quienes sean acusados de provocar corridas o producir un "golpe de mercado".
Preparémonos para observar una caza de brujas que busque preservar electoralmente a un gobierno que mucho ha aprendido de Joseph Goebbels..