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Julián Domínguez baila en el 13 en medio de la opereta de Lanata contra Aníbal

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Julián cruzó la raya: lo dice el propio TN


El 6 de julio, al día siguiente de conocerse que CABA tenía que ir a segunda vuelta para elegir jefe de gobierno, yo escribía acá: "Todo se perfila para que la batalla principal se libre en la provincia de Buenos Aires. Y ahí, más que temer a los candidatos del PRO o del massismo, hay que procurar que la interna del Frente para la Victoria no se desmadre. Son más peligrosas las inclinaciones macartistas de algunos intendentes alineados a Julián Domínguez que las aptitudes electorales de María Eugenia Vidal o de Felipe Solá".

En línea con una idea que se me había ocurrido el 13 de junio:
La previsible e inconsistente operación lanzada por Lanata el domingo pasado contra Aníbal Fernández detonó el potencial conflictivo de la interna. Pero el camino de Lanata venía alfombrado por los propios Domínguez y Espinoza. 

La interna FPV se enrareció cuando la fórmula integrada por el preferido del Papa y el Barón de La Matanza quisieron compensar su bajo nivel de conocimiento y su baja intención de votos con una invocación a los peores fantasmas macartistas del pejotismo bonaerense: la estigmatizaron al vice de Aníbal, Sabbatella, porque no era "peronista", desconociendo la tradición frentista que está en los genes del peronismo. No fue un exceso de prevención mía el calificar de macartista las actitudes de la fórmula. Fíjense en este horroroso video de un acto de Domínguez y Espinoza en Merlo, de hace pocas semanas, bajo el amparo de Otacehé:



"¿Acá no hay ninguno que sea de la Federación Comunista, no?", dice Espinoza ante la risa cómplice de Otacehé y el propio Domínguez. 

Hay frases que demarcan un territorio simbólico y este fue el caso. 

Con el correr de las semanas, como los números les seguían dando mal, Espinoza y Domínguez decidieron introducir en la interna el tema del narcotráfico. No solo trajeron la idea de crear un ministerio (debatible como cualquiera). También la macartearon por ese lado, enfatizando que Aníbal tiene una postura por la despenalización del consumo de drogas. La manera de instalar el tema no contribuía a generar un debate racional, en el que se puede argumentar tranquilamente que un consumidor de marihuana o de paco no es un delincuente y sobre ellos el estado no tiene que arrojar su maquinaria policial sino, en todo caso, proteger su salud, para dedicarse a perseguir a los traficantes. El procedimiento de Domínguez y Espinoza fue, en lugar de propiciar una discusión, agitar el fantasma, tratando de equiparar la despenalización del consumo con la tolerancia al narco. En realidad, lo que más repugna de este tipo de confusión premeditada es que Domínguez y Espinoza saben que es exactamente al revés: que cuanto más se persigue al consumidor, más sube el precio de la droga y más se beneficia el narco y el poder discrecional de las fuerzas de seguridad permeadas por el narco. Domínguez completó su agite del fantasma apelando a la retórica de los curas villeros amigos, como para confirmar la sospecha de que la fórmula que integra representa una combinación fatal de macartismo y clericalismo.

Cuando ellos instalaron el fantasma narco en la campaña contra Aníbal, por ese pasillo se coló Felipe Solá, con idénticos argumentos: "si gana Aníbal, viene la droga". Ninguno de ellos es boludo, así que solo se puede suponer mala fe. 

El domingo Lanata vino a completar la finta. Es notorio que la virulencia del Grupo Clarín contra Aníbal/Sabbatella se combina con el buen trato que le están dispensando a Domínguez y Espinoza y con la suculenta pauta publicitaria que esta fórmula pone en Clarín. La operación de Lanata respeta el protocolo nauseabundo que lo caracteriza en esta etapa facho-mediática: la descarada determinación de destruir en una noche a una figura política adversaria valiéndose de cualquier golpe bajo, dando crédito a personajes oscuros o desesperados, capaces de decir cualquier barbaridad por guita o por pantalla. O por ambas cosas. El uso más siniestro del poder de fuego mediático.

A propósito: esta operación artera, cuya inconsistencia no desconoce nadie que haya visto la nulidad probatoria con que respalda Lanata sus calumnias y su apelación a la retórica televisiva más confusionista, muestra otra vez el poder de fuego de los medios concentrados. Que sirve para tapar las incongruencias discursivas de Macri tanto como para escrachar despiadadamente al que se ponga en la mira, sin necesidad de una investigación seria. Algunos cínicos creen que la peligrosidad de los medios extorsivos es parte de un relato pasado de moda. Pero Magnetto y Lanata nos recuerdan que los monopolios de la comunicación siguen siendo una pistola en la cabeza de la democracia.

En el momento delicado en que esa pistola apunta contra el rival interno, cuya estigmatización habían iniciado los propios Domínguez y Espinoza, en el momento en que es preciso hacer prevalecer la solidaridad por los compañeros agraviados por sobre la ventaja electoral (es obvio que Domínguez y Espinoza son los beneficiarios directos de la operación de Lanata), 24 horas después de que desde esa misma pantalla se lanzaran los peores agravios contra Aníbal, anoche Domínguez y Espinoza se prestan al show de Tinelli. Ni una palabra de solidaridad con Aníbal. Casi como una confirmación de las peores sospechas.


Hay que ver si la opereta causa el efecto deseado o se le vuelve en contra: claramente anoche Domínguez y Espinoza se regodearon en el campo enemigo. Sea como fuera que termine la interna del próximo domingo, ellos ya cruzaron la raya.

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