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En el Muro de los Lamentos ruegan a Dios que se acabe el peronismo

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Argentinos en plan turístico llegan al Muro de los Lamentos y ruegan al Altísimo por el fin del peronismo. O quizás no sean turistas, sino argentinos residentes en Israel, cuyo vínculo más fuerte con la Patria sea el anhelo de supresión del peronismo. Como sea, el peticionante comparte por facebook la fotografía como se comparten las cosas de uno, como un souvenir o para hacer sonreír a los amigos. Las redes sociales tienen esa dualidad del gesto familiar que en seguida desborda la amable intimidad para mostrar la cara más odiosa de lo público. Lo bueno es que este brote súbito de antiperonismo quedará escrito para el futuro por mano de sus propios actores. He aquí una función fructífera del "compartir".

Debajo de la foto compartida, me comenta Bob Row: "Si es por la efectividad que parece haber tenido el muro hasta ahora para los miles que pidieron que se levante el Tercer Templo, los peronistas pueden quedarse tranquilos por mucho tiempo".

El 15 de mayo pasado, sin haber presentido aún este rebrote furioso del más rancio gorilismo, yo escribí:

El ciclo kirchnerista tiene en Cristina un liderazgo aún vigente y el gran fracaso de la derecha es que no logró liquidar ese liderazgo.

Pero el ciclo kirchnerista se articula con otro ciclo, más largo y más complejo: el ciclo peronista. Ni la dictadura, ni el posterior intento alfonsinista de domar los conflictos sociales mediante una pátina socialdemócrata pseudo-modernizante, ni la infame década neoliberal pudieron terminar con el largo ciclo peronista, que aún hoy sigue siendo la clave de la singularidad política argentina.

El odio antiperonista que por estos días las clases dominantes intentan inyectar con cierto éxito en sectores medios urbanos es una manifestación de impotencia, por una parte. Porque confiesan que los ultras no han podido construir un liderazgo afín que desplace al de Cristina y por ende sólo les cabe fomentar las pulsiones más primarias de la política. Se odia cuando no se puede. Por el otro, los ultras le hacen a Cristina un regalo magnífico para despedir su segundo mandato: le regalan el peronismo. O mejor dicho, le regalan el reconocimiento de que los Kirchner son el peronismo realmente existente. Con lo cual aseguran la permanencia kirchnerista en los años que vienen. El machacar constante contra la horda incapaz de ejercer su derecho republicano inscribe al reciente antikirchnerismo en un ciclo aún más largo: el de la guerra de la Civilización contra la Barbarie.

A la vez, este brote de gorilismo se enanca en una oleada de anti-populismo global. Lula dijo en estos días: “Brasil vive una lucha de clases que viene de arriba abajo, y responde a los prejuicios de la elite hacia los pobres y que se tradujo en el odio y en un proceso de criminalización del PT”.

No deja de ser irónico: el peronismo y su consecución natural, el kirchnerismo, han sido los más sostenidos y eficaces procesos modernizadores de la Patria. Todo lo que hay de impulso emancipador entre nosotros viene con Perón y Evita, con Néstor y Cristina. Todo lo que nos ata a la opresión y al retroceso tiene perfume de gorilas.

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