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Medio siglo después de la revolución fusiladora, asistimos a un blitzkrieg judicial de la derecha enloquecida

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La señal de largada parece haber sido, hace un par de días, el anuncio de la renuncia a su cargo en la Corte Suprema del juez Fayt. Una señal emitida desde el vértice del poder corporativo. Horas después, un tribunal en lo contencioso administrativo conformado por dos jueces sin competencia en la justicia electoral declaraba nulas las elecciones tucumanas, en un fallo de una precariedad jurídica insólita y de efectos perniciosos, que usurpa la competencia de otro tribunal (ver acá). Este fallo, aún vigente en el momento de escribir estas líneas, sin haber probado la realización de ninguna operación idónea para alterar el resultado del comicio, postula la ilegitimidad del voto de los pobres, al suponerlos a priori expuestos a la dependencia clientelar. No lograron tipificar acciones delictivas concretas, pero sentaron una doctrina por la cual el voto pobre está anulado por no ser libre. Esta misma presuncion podría replicarse en las próximas elecciones. Otro tribunal con la misma voluntad de desquiciar el funcionamiento institucional podría anular las elecciones del domingo en Chaco o las  presidenciales de octubre. 

La audacia de la maniobra desestabilizadora es tal que permite suponer que estos dos jueces no actuaron por cuenta propia, sino al resguardo de algún permiso corporativo. ¿La misma Corte Suprema? Ni siquiera hace falta que en el futuro la Corte convalide este fallo. Basta con que en el momento en que el litigio llegue a esa instancia, la Corte demore su decisión. La dilación es el mecanismo del que la Corte se valió en estos años para operar políticamente. Por ejemplo respecto de las indefinidas medias cautelares contra la Ley de Medios. Dilatando su decisión lo suficiente, la Corte puede permitir que la inestabilidad institucional escale hasta límites peligrosos. En esto Lorenzetti se ha mostrado experto.

En las horas siguientes al estropicio tucumano, un blitzkrieg de fallos judiciales en favor de las corporaciones alineó a los tribunales contra la democracia.


La Corte Suprema falló en contra de Víctor Hugo Morales en la causa por la transmisión de un partido: deberá pagar $ 3 millones

La Justicia resolvió que La Rural no deberá abandonar el predio de Palermo, como pretendía el Gobierno

En medio de una ofensiva corporativa tan peculiar, el gobierno macrista porteño clausuró durante siete horas las instalaciones del canal de noticias c5n. Después de este acto intimidatorio, el macrismo alegó que la clausura se debió a un "error administrativo".

Blitzkrieg pop, atravesando el viento, los chicos se estån enloqueciendo.

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Me vienen a la memoria los comentaristas que vaticinaban un giro al centro y a la moderación después de que terminara el mandato de Cristina. "El negocio del país dividido": un concepto inventado por sectores desencantados del kirchnerismo. Era su modo de apartarse de la lucha e ir hacia un comentarismo sarcástico. Había que postular que el país dividido era sólo un efecto del relato K.

O sea: el país no estaba dividido, la ancha avenida del centro, la moderación de los candidatos de nueva generación y blablabla. Desde Lucas Carrasco hasta Panamá, pasando por CrisisLe Monde Dipló, empezaron a construir el relato del negocio del país dividido y del giro al centro. No todos decían lo mismo ni usaban el mismo tono, pero sus discursos se complementaban. El kirchnerismo, según ellos, mentía conflictos. Lo interesante es que se usó "el negocio del país dividido" como pretexto para apartarse y mostrarse cáusticos. Una retórica del desencanto, opuesta deliberadamente a la retórica militante.

El conflicto se explicaba por el temperamento de Cristina y/o por su voluntad de mistificación. Como Macri, Scioli y Massa son más tranquis, estos analistas interpretaron que nos vamos todos al centro.

La derecha loca no estaría girando al centro precisamente.

El conflicto no provenía del temperamento de Cristina ni del relato K. Las jornadas recientes nos avisan que el giro al centro no se producirá. 

Los temperamentos de los candidatos podrán ser moderados, pero los procedimientos de la derecha son extremos. Anular comicios, clausurar canales yy cosas así. Puede que los meses posteriores al fin del mandato de Cristina no sean moderados sino un tanto duros. Porque la derecha loca no se conforma con el temperamento tranqui de Scioli, quiere arrasar con los rastros del populismo. No es una cuestión de actitud: es el paradigma mundial. Está locurita hace juego con la norteamericana y la europea.

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