por Oscar Cuervo
Hoy en la función de apertura del Festival de Cine de Valdivia se produce el estreno mundial de SAMURAY-S, la nueva película de Raúl Perrone. En el proceso de mutación que experimenta su cine desde P3ND3JO5, SAMURAY-S radicaliza la ruptura con el realismo que había caracterizado a su filmografía anterior. Se trata de una serie de tres relatos encadenados, variaciones de un mismo tema: varones guerreros quebrados que sostienen su vitalidad exangüe en la fortaleza amorosa de sus mujeres. Historias de amor y muerte con resonancias clásicas dan lugar a un grado de invención formal que el cine de hoy raramente intenta. Un blanco y negro de contrastes violentos, la ausencia de sonido directo, la eliminación de diálogos, una estilización de la banda sonora concebida con criterio musical, el uso mínimo de palabras a través de subtítulos que tienden leves hilos narrativos y poéticos desacoplados de la imagen: Perrone parece dispuesto a fundar el cine otra vez. Cada plano de SAMURAY-S invita a volver a a aprender a mirar, a descubrir las potencias que aguardan todavía al cine. Es notable que estos relatos folklóricos de guerreros moribundos pongan en marcha tareas ilimitadas para un cine de hoy en más.
SAMURAY-S: los títulos de las últimas películas de Raúl Perrone parecen anunciar una voluntad de alteración del significante que se verifica en la materia fílmica misma que denominan. Aquí hay una apropiación de algunos elementos provenientes de la cultura japonesa (los relatos de samuráis, el teatro kabuki, ciertos rasgos de la pintura y la arquitectura oriental) que a Perrone le sirven como ideogramas sometidos a una sintaxis experimental. Su Japón es un espacio interior, un lugar soñado a partir de restos diurnos o un inframundo poblado de espectros. Lo japonés le proporciona una ocasión de fuga del realismo pero no compromete ningún apego a un rigor histórico, cultural o antropológico. El Japón de Perrone es un estado (alterado) de la mente. Así como la grafía del título es violentada para funcionar en un régimen de signos mutantes (el "AY", el guión y la S, que añaden connotaciones ajenas a la etimología inicial, dislocación que se había aplicado ya en P3ND3JO5 y FAVULA), así también lo japonés se somete en SAMURAY-S a alteraciones que responden a demandas expresivas. Más que cualquier referencia al cine japonés, vale aquí un tratamiento expresionista que repone al cine en su elemento alucinatorio. No debe entenderse al expresionismo como una mera etapa de la historia del arte, sino como una función estructural del dispositivo cinematográfico. El mundo interiorizado y eyaculado por una lente que se despega de la mirada normal. El cine como órgano de expansión de la experiencia onírica.
Si desde el principio hubo en las películas de Perrone un gusto por las sobreimpresiones, los cambios de cadencia, los lentes deformantes o los bordes de iris, esta clase de recursos que resaltaban la materialidad de la imagen cinematográfica pasan ahora a dominar la estructura misma del plano. La pantalla se vuelve un lienzo en el que conviven un número indiscernible de capas. La imagen digital recupera la arcaica función de la truca ilusionista que resalta el carácter fastasmal que el cine alberga como posibilidad. Lo tangible se vuelve vaporoso y los cuerpos se descomponen en un prisma de múltiples reflejos informes. En esa desmesura expresionista, el espacio se des-objetiva y deviene un elemento gaseoso o líquido. La oscuridad, rasgada por destellos de luz que vienen de afuera, entiéndase: de otra dimensión; la contigüidad espacial herida por la superposición de figuras en escalas incongruentes, los cambios bruscos de la textura visual, todo lleva a experimentar la mirada como una operación insólita.
SAMURAY-S logra una progresión que no se apoya en las sorpresas argumentales. De hecho las tres historias sucesivas parecen esbozos indecisos de una única historia, como variaciones jazzísticas que evocan una melodía oblicua, cuya secreta unidad espera ser descubierta. El suspenso de SAMURAY-S no está pendiente de una resolución narrativa sino de un estado de perpetua invención visual y sonora. Como si la aventura fuera haber sido ciego y empezar a ver.