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Yo este domingo a Scioli no lo voto

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Hace pocos días les escribí a mis amigos, como pensando en voz alta:

"Scioli tiene que ganar ajustado. Porque va a tener que ganarse la legitimidad. Néstor la conquistó desde el primer día. Si Scioli gana por más del 45 %, va a creer que le dimos un cheque en blanco para que haga lo que se le ocurra. Cada vez que da pie a Urtubey, le desconfío un poco más. Que sepa que si sigue la línea Urtubey nos va a tener todo el tiempo midiéndole el aceite. Que no le tema a Cristina ni a la Cámpora. Que Scioli tema a los que vamos a votarlo".

El sábado pasado me enteré de la posible designación de Ricardo Casal como Ministro de Justicia de la Nación, en el caso de que Scioli llegue a la presidencia. Entonces escribí en mi diario:

"Scioli anticipó que Casal será su ministro de Justicia si llega al gobierno: ojo Dani porque por ahí todavía no te votamos".

Ricardo Casal ha sido Ministro de Justicia y Seguridad de la provincia de Buenos Aires gobernada por Scioli. Ocupó ese cargo hasta que en septiembre de 2013 el gobernador decidió desdoblar el ministerio creando la cartera de Seguridad y poniendo en ese cargo a Alejandro Granados, a quién ahora se menciona como posible ministro de Defensa de un eventual gobierno de Scioli.

Casal, en su rol de responsable de la seguridad y la justicia bonaerenses, recibió innumerables denuncias por lo que se consideran violaciones sistemáticas a los derechos humanos en las cárceles de la provincia. Su carrera empezó como agente del Servicio Penitenciario en los años de la última dictadura militar. En su gestión como ministro provincial,  le dio autonomía al Servicio Penitenciario Bonaerense para que manejara lo que pasa en las cárceles provinciales. En abril de 2012, durante una visita de la Comisión Provincial de la Memoria, el CELS y la Universidad de San Martín al Complejo Penitenciario del Conurbano Norte, se registró este pavoroso estado de cosas:

Los detenidos por delitos comunes padecen hoy la misma desatención que durante la dictadura militar conocieron los presos políticos. Enfermos con HIV-Sida, diabetes, trastornos psiquiátricos y/o neurológicos narraron que no reciben ningún medicamento si no se los alcanzan sus familiares. No hay médicos que recorran los pabellones ni que visiten la denominada sala de internación, donde ni siquiera hay un enfermero. Los alojados allí sólo pueden contar con la ayuda de otros detenidos. Un hombre de más de cincuenta años llevado allí porque una herida de bala se le infectó y le afectó los huesos, yacía en un camastro, con una bota de yeso y una ventana recortada en el lugar de la herida, sin cuidados ni información sobre su caso. En varias instancias de la inspección funcionarios del Servicio se acercaron con la intención de escuchar los diálogos, pero se les pidió que se alejaran para garantizar la confidencialidad. Luego los visitantes se dividieron en grupos de a tres, para escuchar a todos los detenidos en las celdas individuales y los buzones de castigo, de 2x2 metros. Los penitenciarios dijeron que los detenidos estaban en los buzones por propia decisión pero varios lo desmintieron. En esas conversaciones más reservadas muchos entrevistados señalaron la política de rotación constante de un penal a otro que se aplica para quebrar la voluntad de los internos menos resignados, lo cual les impide continuar sus estudios y afecta sus vínculos familiares. Uno dijo que en dos años recorrió veinte unidades distintas. El traslado es también el momento de mayor vulnerabilidad. “Nos tiran un gas irritante a los ojos en cuanto entramos al celular y comienzan a pegarnos”, explicó. Varios mostraron marcas de golpes o heridas punzantes en distintas partes del cuerpo. También dijeron que la peor humillación es la que padecen sus familias al visitarlos, con requisas intrusivas a sus esposas e hijos. Una versión que se repitió en muchos testimonios fue que el Servicio delegó esas requisas en un detenido por violación, lo cual los desespera. Una constante fue la precariedad y el abandono de las instalaciones, pese a que se trata de una de las unidades más nuevas del SPB. Los vidrios de todas las ventanas están rotos, por lo que el invierno es insoportable. Algunas tienen pasable luz natural, pero otras son sombrías como cuevas. Dentro de su calculada política de deshumanización, el Servicio no se preocupa por la iluminación artificial, que queda librada al ingenio de los propios internos. De las paredes por las que caminan cucarachas, cuelgan cables con lámparas desnudas y conexiones caseras, con cables pelados que se conectan en los tomacorrientes a falta de enchufes [completo acá].

Está situación ya era gravísima cuando sucedía en la provincia. Ahora su gravedad escala a límites inadmisibles si Casal pasa a manejar el Ministerio de Justicia de la Nación. Ya no se tratará de bolsones de ilegalidad para-estatal, sino de una probable política de estado.

Además recientemente se atribuyó a Casal la decisión política de abrir las cárceles bonaerenses para que Jorge Lanata hiciera desde allí una operación política contra el entonces precandidato a gobernador Aníbal Fernández (ver acá). Esa siniestra duda nunca se despejó, aunque no logró impedir el triunfo de Aníbal en las PASO.

Scioli anunció la designación de Casal en su posible presidencia. Estos anuncios los hace como recursos de su campaña electoral, para ir adelantando el perfil de su presunto gobierno. Conmigo surgió efecto. Me convenció de que esté domingo no vote la fórmula que integra con Zanini. Lo siento por Zanini. Está vez a Scioli no lo voto. Votaré la lista que presenta el FPV en CABA, encabezada por la candidatura a diputado de Axel Kicillof. Pero corto boleta y para el cargo de presidente voto en blanco. Si gana y en su desempeño desmiente mis sospechas, si estoy en esta decisión equivocado, podrá tener mi futuro apoyo.


Voté a Scioli cuando fue candidato a vicepresidente de Néstor en 2003. Y lo volví a votar en las últimas PASO. Pensaba (todavía lo pienso) que es el único candidato del FPV que podría vencer a Macri o Massa. Eso evidentemente señala una debilidad del proyecto político al que adhiero, del que me siento parte. Hace unos meses fui  muy crítico del precandidato Florencio Randazzo, por lo que consideré una campaña interna auto-destructiva y no propositiva. No cambié mi opinión sobre Randazzo. Creo que no estuvo a la altura del rol que pudo haber desempeñado. Tengo mis expectativas puestas en el nuevo rol que le va a tocar a Cristina después del 10 de diciembre.

Con respecto a Scioli, tengo las mismas dudas que muchos kirchneristas que lo votarán para ganarle a Macri en primera vuelta. En su excelente columna del domingo en el suplemento Cash de Página 12, Claudio Scaletta explica con claridad la notoria diferencia  entre los modelos económicos que proponen Scioli y Macri:

"Mientras llueven los cada vez menos convincentes ríos de tinta, Scioli se presenta en los ágapes empresarios sin ceder a los ya desesperados intentos de imposición de agenda. Más allá de los deslices de algún líbero, el mensaje del candidato no deja lugar para ambigüedades: no habrá megadevaluación, no deben esperarse shocks macroeconómicos, no habrá subordinación al poder financiero y no se cambiarán los alineamientos estratégicos de política internacional de la última década.
"Scioli logró hasta el prodigio de peronizar a un viejo economista de la city como Miguel Bein, quien, en un videorreportaje concedido esta semana al diario La Nación, explicó en detalle cómo los instrumentos tradicionales más sencillos para bajar rápidamente la inflación efectivamente podrían bajarla, pero al costo de una recesión espantosa que dejaría en el subsuelo el ingreso de los trabajadores. Cuando le preguntaron por el principal problema económico de la Argentina, no dudó un segundo. No contestó “la inflación”, “el tipo de cambio”, “el déficit fiscal”, ni ninguna de las zonceras de la ortodoxia, sino que retomando la tradición de los grandes macroeconomistas locales, señalo que el verdadero problema era la restricción externa. No se trata de una cuestión semántica o de matices en el diagnóstico. Si se piensa que los problemas son los que señala la ortodoxia, no hay otra salida que el ajuste. De la restricción externa, en cambio, se sale solamente con desarrollo; con la transformación de la estructura productiva. Las diferencias, entonces, no son de discurso, son de proyecto de país." [Completo acá]
Entiendo que lo que Scaletta da son buenas razones para votar a Scioli. Uno puede sopesar los motivos a favor y en contra de votarlo. Por un lado Urtubey y por el otro la palabra del propio Scioli asegurando que no va a endeudarse con el FMI. Por un lado la creación del Ministerio de Derechos Humanos y por el otro Casal. Pero en política el exacto término medio no existe, la suma cero tampoco. El anuncio del nombramiento de Casal es una señal dada por Scioli a algún sector, a una semana de las elecciones. Es su decisión. Yo percibo la señal y no lo voto. Es la mía.

Claro que esto a nadie más que a mí puede importarle.

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