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Se estrena Fulboy

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por Oscar Cuervo

Esta semana se estrena Fulboy, una película de Martín Farina realizada bajo el sello de La otra.-cine. El estreno será el jueves 5 de noviembre a las 21:30 en el Centro Cultural de la Cooperación, Sala González Tuñón. Y se seguirá proyectando todos los jueves del mes a la misma hora.

Fulboy es una película sobre un equipo de fútbol en su intimidad. El vínculo del realizador con su hermano Tomás, que en el momento de filmar la película era jugador de Platense, le permitió acceder a un punto de vista inédito sobre este deporte, algo que la televisión no muestra: los tiempos muertos de las concentraciones en los hoteles, las charlas sobre el reparto de dinero en el equipo, la incertidumbre por el futuro de una carrera que dura pocos años, la pendularidad de éxitos y fracasos, los recelos hacia las autoridades del club, las presiones del público y el periodismo, el homoerotismo larvado en los vestuarios.  


Hay un touch de Marco Berger en la película, quien trabajó sobre el guión y el montaje junto a Martín. Marco aportó su mirada sagaz en la organización del material que Farina había registrado.

Dado que el vínculo entre los hermanos Farina es la condición de posibilidad del registro de esas imágenes, Fulboy es también una película sobre la hermandad. El propio director fue, durante varios años, jugador de las divisiones inferiores de Ferro, carrera que terminó abandonando. El hermano jugador habilita la entrada de la cámara del hermano ex-jugador y ahora cineasta en lugares sólo permitidos a jugadores. La tensión de identidad y diferencia entre hermanos rige la puesta en escena de la película y configura su particular punto de vista. La presencia material de la cámara entre los jugadores es el nervio del film. Por eso, Fulboy es también una película que se desnuda a sí misma ante nuestros ojos mientras va haciéndose. 

Yo era una especie de padrino distante de la película, a partir de mis continuas conversaciones sobre cine con su director, y sin haber ocupado ningún rol específico durante el rodaje y el primer corte. De ahí que Martín decidiera incluir el sello La otra.-cine en los créditos. Vi la versión que se proyectó en el BAFICI 2014. Pero ahora soy parte del crew: Martín siguió trabajando sobre la estructura narrativa y me pidió que escribiera un texto que en la versión definitva interactúa ligeramente con las imágenes. Esto hoy me inhibe de hablar con distancia sobre Fulboy. Pero lo que sigue lo escribí cuando vi aquel primer corte, del que solo era espectador. Es decir, lo escribió otro yo:

Carne de vestuario


Hay un primer motivo por el cual la mirada intrusa de Farina en la concentración del equipo de Platense llama la atención: la imagen usual sobre el fútbol -formateada por la televisión: el fútbol es hoy un género televisivo- es extremadamente pacata y héteronormativa. El cuerpo del futbolista solo aparece en la tele de acuerdo a pautas muy rígidas: es un cuerpo agónico, de músculos potentes o lacerados, pero sin carne. El vestuario y la concentración están fuera del alcance de la tele y ahí aparece otra cosa, un cuerpo erógeno.

Los jugadores de Fulboy son carnosos. Y su piel merece toda clase de esmeros, propios y del personal técnico que los acondiciona para la faena (los cuerpos de los viejos empleados del club, estos sí que muy tapados). En el encierro previo a cada batalla, los jugadores son masajeados, se acicalan, se visten, se desvisten, se perfuman, se peinan, se miran al espejo o se miran en el espejo de su compañero de habitación o de ducha. Los cuerpos de los chicos cuando el mundo los disfraza de cautivos. Se miden las pijas, se miden el talle del buzo o el modelo de celular. ¿Vos decís que visto bien? -le pregunta uno a otro, probándose remeras, tatuajes, zapatillas- ¿no parecen las de Jessica Cirio?. Quizá no falte tanto como creemos para que el espectáculo del fútbol incorpore esta primera instancia que hoy nos muestra Fulboy.

Pero en esta fruición narcisista hay todavía otra vestidura invisible. Hay otra intimidad dentro de la intimidad, más difícil de captar, porque está todo el tiempo presente, incluso cuando están desnudos. Astutos e incautos, dueños de una ambigua autoconciencia, en su devenir mercancía ellos asignan su cuerpo al mundo y se resignan a hacer carne lo que el mundo espera de ellos.

(El mundo es el mercado, valga la aclaración).


Los ojos de los chicos cuando el mundo los cautiva: hacen números, suman, restan, dividen, multiplican. Calculan cómo repartir el dinero de los premios de acuerdo con jerarquías internas que nadie cuestiona. No forman una clase social que lucha por su emancipación sino que se buscan un cautiverio suave, seguros de vida depositados en bancos que nunca quiebran. Viven el sueño de otro (¿ese obrero que trabaja en un andamio al lado del hotel donde concentran?). ¿Lo saben? ¿Tienen miedo del despertar? ¿Tienen rabia?


Post-data: después de Fulboy, Martín hizo varias películas más. El hombre Depaso Piedra se vio en el último BAFICI. Y acaba de terminar un asombroso documental sobre Raúl Perrone en acción, titulado El Profesional, que dará mucho que hablar en unos meses.

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