por Esther Díaz
Quienes anhelamos reforzar la consolidación de la patria grande, la soberanía argentina y los logros internos; quienes deseamos que no regrese el neoliberalismo, el ajuste, la indiferencia o el olvido ante los DDHH; quienes no queremos una gestión financiera sino productiva (escribo esto después de informarme sobre una propuesta reciente de los economistas de Cambiemos que implica una devaluación del 67%, la caída del 10% del PBI, 50% de inflación y ajustes de salarios); y quienes nos negamos a ser funcionales a la peor derecha, tenemos una sola alternativa: Scioli.
Pero hay mucha confusión, contradicciones internas, ataques externos, gente que se junta porque no los une el amor (a un candidato) sino el espanto (a otro). Ante este panorama de inesperada multiplicidad aglutinante -no sé por qué- empezaron a repiquetear en mi cabeza las cuatro preguntas de Kant: ¿Qué puedo conocer? ¿Qué debo hacer? ¿Qué me cabe esperar? ¿Qué es el hombre? No tengo “las” respuestas en relación a nuestra situación actual, pero ensayo algunas y aliento la ilusión de que podamos seguir pensando.
Comencemos por la primera, ¿qué puedo conocer -como simple ciudadana- respecto de los conciliábulos de los políticos y su intensiones a puerta cerrada? Nada. Pero conocemos sus trayectorias públicas. Sabemos que Scioli proviene de un movimiento político que fue el primero, en la Argentina, que se preocupó y ocupó de los carenciados, de los desnudos de derechos, de los rebosantes de obligaciones (hacia sus amos). Cuando Perón asumió yo tenía seis años. Mis padres, muy humildes, no eran expertos en política. Sin embargo escuché muchas veces que mi papá hablaba mal de los conservadores. “En la época de Fresco no tenía ni para alpargatas, descalzo vendía diarios en la calle, ahora todo es distinto”. Mi papá nunca fue al colegio, un vecino le completó la solicitud para un crédito del Banco Hipotecario y, a pesar de ser un simple canillita, ¡tuvo casa propia! Han pasado muchos años y obviamente nada es igual, pero Scioli pertenece a ese movimiento. Conocemos también a qué corriente se pliega Macri, a esa que en los tiempos de mi papá le decían oligarca o conservadora.
En segundo lugar, ¿qué debo hacer ante la disyuntiva de la elección presidencial del 22-11? Si siguiera la ideología de mis revolucionarios compañeros de los dorados sesenta, tendría que votar en blanco, tal como lo proclaman hoy algunos ortodoxos de izquierda que, en ese aspecto, coinciden con ciertas derechas; así como coincidieron marxistas y eximios representantes de la derecha aclamándose fervientemente antiperonistas desde 1946 hasta mediados de la década de 1960. Ahí se bifurcaron sus caminos: numerosos intelectuales de izquierda se hicieron peronistas y, con el correr de los años, la mayoría de las derechas devinieron neoliberales. Hubo otra camada de izquierdistas que se hicieron peronistas, pero eso recién ocurrió a partir de 2003 con el gobierno de Néstor Kirchner.
Sin embargo está aconteciendo algo alentador sin dejar por ello de ser desconcertante. Un colectivo de divergentes: izquierdistas, peronistas históricos, peronistas k y también anti k. camporistas, progresistas e independientes que piensan votar a Scioli pero, en algunos casos, le escamotean su apoyo: votos críticos, titubeantes, a veces vergonzantes. Sorprendente, complejo. Se hacen movilizaciones para votar por el candidato del peronismo ¡sin nombrarlo! Esta multiplicidad, ¿es auspiciosa? La unión de los diferentes, ¿será fecunda? Los indecisos, ¿se plegarán a este rizoma democrático? Por otra parte, esta politización intempestiva, ¿se sostendrá? Los interrogantes quedan abiertos, pero es obvio que quienes no quieren volver al pasado han decidido revertir un posible triunfo de Macri. Festejemos entonces la apertura de un espacio de discrepantes que se conectan en ciertos puntos cruciales: vencer los espectros de un nuevo vaciamiento del país y detener el avance de la maquinación financiera.
La tercera pregunta, ¿qué me cabe esperar? Acá despuntan respuestas aproximativas. Si asumiera el macrismo va a ocurrir nada menos que lo que expresan sus representantes. No lo reitero porque lo enuncié al principio, además quienes vivíamos en la época de Menem lo sabemos bien; los jóvenes por su parte lo aprenderían rápidamente. Por ejemplo, hace pocos días el PRO votó en contra de la universidad pública y gratuita, y ayer sus economistas se pronunciaron por ajustes y devaluación ¿Y si asume Scioli? también lo sabemos: el país seguirá gobernado por personas que pertenecen a un movimiento nacional con larga tradición de sensibilidad social operativa. El camino no estará alfombrado de pétalos de rosas, no obstante si seguimos movilizándonos podremos afrontar la conflictividad. Hay mucho por construir. Arrecian las sorpresas. Nos estamos despabilando del sueño de la indiferencia política.
La cuarta pregunta, ¿qué es el hombre (como sinónimo de sujeto o ser humano)? Un animal político, dijo Aristóteles. Pero en la época del griego genial se consideraba que únicamente eran humanos plenos los integrantes de una minoría de la población (varones blancos y nobles); los demás (mujeres, esclavos, niños, extranjeros, diferentes) eran humanos de segunda o seres degradados. Por otra parte, también hubo filósofos, como Foucault (para citar a un contemporáneo) que deconstruyeron las argucias de los opresores y exaltaron los derechos de los oprimidos: mujeres, sexualidades diferentes, niños, viejos, desarraigados, en fin, individuos estigmatizados por la sociedad.
Dejo al inteligente criterio del lector concluir qué tipo de sujetos se construirán en la Argentina según gane el neoliberalismo o gane el peronismo ¿Apolo o Dioniso? ¿La racionalidad financiera al servicio del mercado o una racionalidad ampliada hacia la productividad y hacia un recién nacido pluralismo?