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Domingo de locos

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por Oscar Cuervo

Básicamente, yo fui eduado por un libro terrible de Antonin Artaud, que en una parte dice:

"Es casi imposible ser a la vez médico y hombre honrado, pero es vergonzosamente imposible ser psiquiatra sin estar al mismo tiempo marcado a fuego por la más indiscutible insanía: la de no poder luchar contra ese viejo reflejo atávico de la turba que convierte a cualquier hombre de ciencia aprisionado en la turba, en una especie de enemigo nato e innato de todo genio.

La medicina ha nacido del mal, si no ha nacido de la enfermedad, y si, por el contrario, ha provocado y creado por completo la enfermedad para darse una razón de ser; pero la psiquiatría ha nacido de la turba plebeya de los seres que han querido conservar el mal de la fuente de la enfermedad, y que han arrancado así de su propia nada una especie de guardia suizo para liquidar en su base el impulso de rebelión reivindicatoria que está en el origen de todo genio". 

Van Gogh, el suicidado por la sociedad

La escritura de Artaud es un fuego de cuyo ardor es difícil curarse. Muestra una perspectiva poética, política y epistemológica que te traza la línea de la vida y el lado del que tenés que estar. Es claro que su lectura te persuade de la indefectible malignidad de la psiquiatría y de los psquiatras. Y esa mirada se consolida si después de Artaud conocés a Leopoldo María Panero. Ahí parece que te vas a identificar para siempre con el loco contra el médico.

Me dan lástima los que se desviven por ser aceptados. Yo quisiera volverme indefectiblemente inaceptable.

Al cabo de un tiempo la vida me da un amigo psiquiatra, que a su vez tiene otro amigo psiquiatra y otros. Hoy a la medianoche ellos (Alejandro Brain, Federico Pavlovski, Hernán Arra, Rodrigo San y  Luciano Rosé) vienen a La otra.-radio (FM La Tribu, 88,7, online acá o acá).

Federico Pavlovski escribió un libro que estoy leyendo, Te llevo bajo mi piel, que me hace ver la cuestión bajo otra luz: el psiquiatra como prójimo. Es una especie de parte de guerra escrito en medio de los tiros, tratando de conservar un resto de elocuencia científica. No es una perspectiva destinada a conquistar simpatías inmediatas. Pero ahora cre que en esa frontera se juegan las batallas políticas más duras de las que la sociedad, nosotros, no queremos saber nada. Les reproduzco un fragmento de uno de los capítulos claves de este libro, como anticipo de lo que esta noche vamos a hablar en la radio.

El año más difícil
Síndrome del residente de psiquiatría del primer año

...En la primavera de 1949, en una conferencia ante residentes de psiquiatría, Gregory Zilboorg remarcó:

“Cada residente que quiere ser en el fututo un buen terapeuta atraviesa un período de cierto torbellino psíquico durante el primer año de su residencia. Esta situación se manifiesta a través de distintos síntomas psicosomáticos, neuróticos y de comportamiento. He llamado a esta situación síndrome del comienzo del entrenamiento psiquiátrico". 

La transición desde la carrera de medicina al trabajo con pacientes psiquiátricos conlleva un cambio de perspectiva que exige un esfuerzo de adaptación. En la bibliografía existente se suele dar poca atención a las vivencias subjetivas de los residentes de psiquiatría y a su impacto en su desarrollo profesional y personal.

El “síndrome del comienzo del entrenamiento psiquiátrico” es definido como una respuesta psicológica que ocurre durante el primer año del entrenamiento psiquiátrico caracterizado por la presencia transitoria de síntomas neuróticos, disturbios psicosomáticos y alteraciones o cambios en la conducta. Usualmente, es una situación autolimitada, transitoria, de mayor intensidad en los primeros seis meses, y se atenúa a medida que la seguridad personal y profesional del residente aumenta en relación a su nuevo rol como psiquiatra.

Underleider se refirió a este primer año de la formación como el año más difícil (Underleider J. The most difficult year. Am J of Psychiatry, 1965) Un momento donde el residente no sólo debe aprender de psicopatología sino también entender las particularidades discursivas que requiere la psiquiatría como especialidad. Los nuevos residentes suelen tener escasa información y una vaga idea respecto al programa formativo del que participarán. 

Se postula que existe una serie de especificidades propias de la residencia de psiquiatría. El residente de psiquiatría es lanzado a un entorno con reglas distintas al resto de las especialidades médicas. Uno de los elementos que suele generar mayor presión en el novel residente es la necesidad de comprender la psicopatología en términos amplios. Los ingresantes a la carrera de psiquiatría se enfrentan a una re-elección vocacional que implica la duda y el replanteo de algunos aspectos aprendidos en su formación médica. El psiquiatra en formación sale al encuentro de la propia vulnerabilidad, las propias debilidades y el dolor personal.

El residente que comienza su entrenamiento suele poseer una mixtura de optimismo omnipotente y un nivel de ansiedad variable. Con frecuencia, el gran entusiasmo e interés de los primeros meses trae efectos positivos en los pacientes atendidos con respuestas terapéuticas positivas, aunque en muchos casos transitorios. El residente, aún sin demasiadas herramientas, corre el riesgo de interpretar los estancamientos o empeoramientos como signos de falla profesional e incluso personal. Desde los primeros días aprende a tratar pacientes severamente perturbados con una lectura, como es de esperar para ese momento, aún superficial de los procesos psicopatológicos. Tal situación conlleva riesgos potenciales como el posicionamiento en una postura defensiva, pérdida de entusiasmo o cinismo. Aparece una pérdida gradual del entusiasmo inicial como consecuencia del descubrimiento de que la práctica es mucho más difícil de lo previsto. La amplia variedad de sistemas de diagnóstico, orientaciones teóricas y técnicas terapéuticas puede resultar confusa y desalentadora. Con la ironía y precisión que lo caracterizan, Jay Haley describe las vivencias del residente de psiquiatría en el ámbito hospitalario:

“Los residentes forman parte de un grupo peculiar. Eligieron la psiquiatría porque temían volverse locos y porque creyeron que podría serle útil o porque no pudieron apasionarse con alguna otra especialidad médica como la proctología, acudiendo a la psiquiatría a falta de otra cosa. Una vez que se enfrentan con la práctica descubren que, en el tratado con los esquizofrénicos, lo enseñado por sus maestros les sirve de muy poco. Sus profesores enseñan part-time y se ganan la vida con pacientes particulares (...). El problema básico del residente consiste en la traducción. Sus profesores hablan en un idioma extraño y los pacientes en otro. Mientras aquellos hablan de ellos anegados de ansiedad y de la estructura narcisística del yo sintónico, los esquizofrénicos hablan de la influencia de la energía atómica sobre los sistemas burontonicos y de la diferencia entre los gallos masculinos y femeninos. Está prohibido en cambio para los profesores y residentes hablar abiertamente sobre el tema central de la vida hospitalaria: la lucha por el poder entre el personal y los pacientes”. (Jay Haley. Tácticas de poder de Jesucristo y otros ensayos, Editorial Tiempo Contemporáneo, Buenos Aires, 1969)...

[La seguimos hoy a la medianoche en La Tribu]

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