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¿El macrismo es un fascismo?

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Nota del editor: Algunos conocidos me plantearon si el uso del término "CEOfascismo" para denominar al período macrista no era excesivo, si no se debían ahorrar las palabras de resonancias graves para momentos graves. Los lectores de este blog ven que bajo el título La otra se lee "en la era del CEOfascismo". Yo creo que no es excesivo denominarlo así. El "CEO" es un prefijo agregado para la situación. Pero ¿Estamos en el fascismo? ¿o al borde de él? Leer un texto que escribió en su muro de facebook el periodista Diego Fischerman me sirvió para responder a ese interrogante. Acá va el texto:

La palabra "fascista" se utiliza, por lo menos en la Argentina, para designar muchas cosas que no lo son. No cualquier derechista es fascista. Y tampoco lo es cualquier gobierno con rasgos autoritarios. Para que pudiera hablarse con propiedad de fascismo –ese sistema donde los "haces" de la sociedad, las corporaciones, reemplazan al sistema de partidos políticos y la representación del conjunto, con su instrumento privilegiado, la discusión parlamentaria– deberían suceder varias cosas. En primer lugar que ese sistema se reemplazara por otro en que la discusión parlamentaria fuera pasada por alto, por ejemplo con la utilización de decretos de necesidad y urgencia para cuestiones que no son ni necesarias ni urgentes, o, por lo menos, que no lo son para quienes no son sus particulares interesados. Debería, desde ya, haber un cierto grado de militarización y algún grado de persecución ideológica, por ejemplo con el cierre de áreas estatales particularmente identificadas con gestiones anteriores o con el despido masivo de sus empleados, llegando hasta los escalones más bajos de la escala laboral. Y debería, sobre todo, establecerse un programa de gobierno con representantes directos de las corporaciones, con quienes el gobernante negociaría de manera casi personal, concediendo o reprimiendo alternativamente. Para que un gobierno pudiera considerarse técnicamente fascista debería, por ejemplo, tener a representantes de la banca en su ministerio de finanzas, de la actividad agropecuaria en el ministerio pertinente, de los sindicatos más amarillos y de las patronales en la cartera de trabajo y en la de seguridad interior, de las empresas ligadas a las telecomunicaciones y los medios gráficos más poderosos en las áreas afines del gobierno. Es decir, fascista no es un insulto -aunque podría serlo– sino la manera de caracterizar a ciertos gobiernos con características sumamente específicas.

Diego Fischerman

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