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La Plaza de los artistas y el peronismo puro

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Entre los militantes peronistas de viejo cuño, entre los que entienden al peronismo como una identidad permanente con una doctrina ortodoxa, entre quienes ven con benevolencia la permanencia vitalicia de los burócratas sindicales, entre quienes reivindican incluso las maniobras sinuosas de estos sindicalistas por hacer prevalecer las ventajas de un sector privilegiado de los trabajadores por sobre el conjunto del pueblo (que incluye a despedidos, desocupados, sub-ocupados, trabajadores sin empleos formales que obviamente no son beneficiados por la suba del Mínimo no Imponible del Impuesto a las Ganancias)...

Entre quienes consideran que sectores del trabajo como los empleados públicos, los maestros, los trabajadores de la cultura pueden ser una pieza sacrificable de un ajuste tolerado, ya que que el sindicalismo organizado, con sus millonarias obras sociales, quedarán del lado de adentro del sistema...

Entre algunos compañeros bienintencionados que entienden que el paraguas metafísico del peronismo garantiza natural y perpetuamente la preservación de los derechos del pueblo, entre quienes de buena fe consideran que los vicios de las cúpulas sindicales que ayer se reunieron con Macri (estoy hablando de Barrionuevo, Venegas, Andrés Rodríguez, pero también del empresario Moyano) son objeciones secundarias cuya consideración hay que patear para más adelante o para nunca, porque ahora se trata de preservar la unidad de esa identidad peronista que creen por encima de las contingencias históricas...

Entre los que salieron a decir que el FPV fue solo un frente electoral y que el núcleo duro del peronismo lo configuran los caciques territorales del conurbano, los caudillos provinciales y un sindicalismo que permite coexistir a Caló con Barrionuevo, a Gerardo Martínez con Moyano y a Andrés Rodríguez con Cavalieri, entre los que con buena o mala fe piensan que esta unidad de los "compañeros" demarca el campo popular, o, como gustaba decir Perón, el pueblo...

Entre los que ven al kirchnerismo como una contingencia electoral que sirvió durante 12 años y listo, entre quienes consideran que las banderas que desde el peronismo recogieron Néstor y Cristina, los derechos humanos, los derechos de tercera generación, la reivindicación de minorías discriminadas, el derecho a la información, el respeto a las garantías individuales son incorporaciones coyunturales y que ahora llego el momento del repliegue hacia la noción ortodoxa de una comunidad organizada, con sus respectivas ramas, la política, la sindical y la femenina...

Entre quienes privilegian la concepción del peronismo como máquina de producir poder en detrimento del rol emancipador que este movimiento encarnó durante el siglo xx y el primer tramo del xxi, como el gran incorporador de las masas populares a la disputa política argentina, entre los que conciben al peronismo como ciego y mudo partido del estado y tienden a olvidar el poder de resistencia que este movimiento encarnó en momentos dramáticos de la historia...

Entre quienes no asumen el peronismo como tragedia y prefieren concebirlo como picaresca, con diversos armados teóricos o con simple instinto de supervivencia del animal que siempre cae bien parado...

Entre ellos hay gente valiosa y traidores perniciosos, hay lúcidos pensadores, tenaces militantes, oscuros traidores y cínicos imperturbables. Por lo general, me despierta curiosidad ver cómo conocen un secreto que para mí es inaccesible. Sobre todo porque un análisis frío y objetivo de estos vaivenes peronistas no me resulta posible, porque más bien tiendo a considerar al peronismo como un desgarro que está a un lado y otro de la opresión y nunca del todo decidido. No están ahí todos los que son ni son todos los que están. Vi desaparecer a militantes peronistas durante la dictadura y vi a burócratas sindicales que en las fábricas marcaban a los "zurdos" para que los milicos se los llevaran de los pelos. Vi como la dirigencia peronista en conjunto posibilitó una alianza social con el establishment argentino y el poder financiero internacional. Vi cómo esa alianza social liderada por Menem colaboró con los últimos restos del estado construído por el primer peronismo. Me siento un peronista de la sospecha, desesperado por no ser lo que soy y por ser lo que no soy.

En un plano más coyuntural, estos sectores del peronismo que intenté caracterizar en los párrafos anteriores tienden a disculpar a traidores evidentes como Bossio, lo siguen llamando "compañero" con el que hay que sentarse a conversar porque "algo le habrán hecho". Sonríen con picardía con el realismo descarnado de las cúpulas sindicales que ayer se reunieron a negociar con el macrismo unas cosas por otras (y las cosas eran personas). Estos peronistas curtidos tienden a desdeñar la catarsis pequeño-burguesa de las plazas de autoconvocados de este verano crudo, tienden a hablar con sorna de un carácter meramente expresivo de esos encuentros colectivos. La sorna es un temperamento que algún día habrá que tratar de desentrañar políticamente. En boca de quienes desdeñan por ser predominantemente urbana y pequeño-burguesa la movilización popular que empezó después de la primera vuelta de octubre, esa sorna tiende a ser un mecanismo de exclusión. Sectores medios automovilizados cuando todos los senadores, los gremialistas y los peronistas de pura cepa se tomaron vacaciones. La sorna esquiva los lazos de continuidad que existen entre los 12 años kirchneristas y el momento actual, porque parece que en una cosa la derecha gobernante y el peronismo "puro" se ha puesto de acuerdo: es momento de acentuar el corte con los años K, es preciso mostrarlos como una irrupción superada. Los que se movilizan, parece, no cuentan. No forman parte del esquema de poder que se reconfigura en la Nueva Argentina. Se los trata con sorna porque se los piensa como los nostálgicos del mes pasado, los que se resisten a ponerse al día. Un poco más y repiten que son la grasa que hay que cortar. Este armado discursivo se oye con naturalidad en boca de Prat Gay, que quiere evaporar con el calor de febrero el efecto del super-ajuste. Suena más raro encontrar aquí una coincidencia con dirigentes e incluso militantes que se reivindican peronistas. O filo peronistas.

Qué es el peronismo es una pregunta que ya cansa, pero no termina de quedar atrás mientras senadores, gobernadores, intendentes y sindicalistas que se reivindican como tales se ofrecen como garantes de la gobernabilidad del ajuste en curso.

¿Con qué argumentos un peronista puede preferir erradicar al kirchnerismo o expulsar de sus filas a sectores medios que están oponiéndose en las calles y plazas a los despidos, los tarifazos, las pérdidas de garantías individuales? ¿Qué análisis de tinte maquiavélico, gramsciano, aristotélico-tomista o empirista lógico podría concluir que es preferible que los afectados por el ajuste macrista corten sus lazos con esos sectores medios que protestan y resisten?

Manolo Barge -un argumentador de esta posicion que estoy tratando de caracterizar- se mofa del “Asambleísmo como Psicodrama de la pequeña burguesía”, pero no explica en qué favorecería a las bases peronistas que mitifica cortaran sus lazos con un sector social cuyos intereses convergen objetivamente.

Estos últimos días pasaron algunas cosas. El peronismo/efepeveísmo/kirchnerismo (nominación indecidida) está debatiendo en diversos puntos del país. Enhorabuena. También un grupo de diputados que llegaron al congreso en la boleta que reivindicaba la dirección del período kirchnerista de pronto, sin mayores explicaciones, decidió apartarse del bloque FPV para favorecer la gobernabilidad. Hay aprestos en el Senado en la misma dirección. Los abusos policiales contra ciudadanos inermes y los despidos masivos quedaron afuera de la agenda de los presuntos opositores. Los jefes de las diversas CGTs piden prudencia en los reclamos de las paritarias y no mencionan la palabra desempleo entre sus máximas preocupaciones.

Me consta que hay muchos sectores que quedan afuera de esta descripción. Gabriel Fernández los menciona:

Alguien dirá que los sindicatos no encarnan claramente ese perfil de centroizquierda. Entonces señalamos: no conocen a los gremios y a sus dirigentes que quedaron de este lado de la línea; no son nazis, ni fascistas ni corporativistas. Son compañeros con ideas  bastante avanzadas  y ya muy distantes de Moyano, ni qué hablar de Barrionuevo o Venegas. No los conocen porque muchos militantes de las capas medias también se guían por la orientación que reciben de los medios concentrados.

Pero además: no hay populismo sin sindicatos. Lo que es decir, como hemos indicado: no hay proyecto nacional sin movimiento obrero. La ausencia de Moyano se hizo sentir por su capacidad para arrastrar a la UTA, por la incapacidad propia para retener a la UTA, pero sobre todo por el destrato oficial hacia los sindicatos que se afirmaron en la defensa del Proyecto Nacional y Popular sin recibir un reconocimiento adecuado. Sin cámaras ni medios para hacerse ver y oír (salvo los nacional – populares carentes de financiamiento) y sin reuniones adecuadas con las áreas de Economía, Trabajo y Desarrollo Social.

Ahora bien. Todo este texto tiene la intención de amalgamar lo que se está desperdigando porque ya está visto que con una sola vertiente –el kirchnerismo- aunque sea la más votada y la más movilizada, no se logra vencer. Vencer en toda la línea, no sólo electoralmente, si se entiende. Y porque la reverberancia callejera de la adhesión del movimiento obrero organizado es una de las grandes armas culturales del movimiento nacional para combatir las campañas comunicacionales imperiales. Porque el kirchnerismo es un peronismo y no puede desplegarse sin integrar a su contradicción previa, no antagónica. Si la niega, pierde un componente de la elaboración. [COMPLETO ACÁ]

Estoy de acuerdo: hay que amalgamar lo que se está desperdigando y no dejarse operar por quienes quieren instalar a los claudicantes caudillos de la CGT ayer reunidos con Macri como el único sindicalismo realmente existente. Por ejemplo, los sectores medios que habitualmente van a las plazas de autoconvocados tienen que movilizarse el 24 de febrero próximo junto a los compañeros estatales y docentes en su jornada de lucha. Esa amalgama va a robustecer a ambos sectores. Agrego: no hay que dejarse operar por quienes quieren escindir a los trabajadores de los sectores medios que se movlizan en las plazas contra el ajuste. Cada vez que la clase trabajadora quedó aislada de otros sectores y librada a una negociación dirigida por las confederaciones sindicales, sin ninguna dirección política, terminó siendo el pato de la boda de otros. Por eso la jornada de lucha de las CTA y ATE deben amalgamarse con las plazas de los sectores medios.


Por eso mañana espero que la plaza de los artistas se transforme en un gran acto político antimacrista. Nuestra preocupación no puede ser la gobernabilidad sino el bienestar del pueblo. El que no entienda la diferencia entre estas dos cosas: este post no es para él.

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