por Lidia Ferrari
Parece extraño que en un país como Argentina, donde la proporción de psicoanalistas por metro cuadrado es una de las más grandes del planeta, no les haya llegado a los economistas del nuevo gobierno argentino esa noción revolucionaria de Freud sobre el Superyó y su ferocidad, esa que dice que más esfuerzo hacés para cumplir con lo que te exige, con mayor severidad te responde. Más querés contentarlo y más te castiga. Bien, estos economistas sin diván creen que si les dan a los buitres lo que piden y un poco más, esos chicos malos, famosos en todo el planeta por su voracidad, nos dejarán tranquilos y traerán sus dólares.
Si alguno de ellos hubiera visitado algún psicoanalista habría comprendido que los chicos malos de los holdouts te propinarán unos latigazos extras y te quitarán lo poco que te quede, ordenando, encima, que goces con ello. Te dirá, lo tienes merecido, y lo más probable es que no te den lo que te prometen. No se entiende la ilusión de estos economistas argentinos de que los chicos malos de los holdouts los inviten a jugar juntos al Ital Park internacional de las finanzas.
Bueno... quizá no sea exactamente así. Quizá estos economistas sí van al psicoanalista y conocen muy bien las consecuencias, pero sólo les importa la recompensa ‘personal’ que los chicos malos les han prometido a cambio de abrirles la puerta del Jardín de Infantes de la República para poder hacer lo que quieran con los ingenuos infantes que lo habitan. Y ya sabemos lo que estos chicos malos son capaces de hacer cuando entran a un Jardín de Infantes.
Con amargura,
desde Treviso