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BAFICI: Las vísperas del festival de Lopérfido

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La otra radio del domingo pasado, para escucharclickeando acá 



por Oscar Cuervo

Estamos a tres días del comienzo de la 18ª edición del BAFICI y la verdad es que por primera vez desde su inicio en 1999 estas vísperas no me despiertan el más mínimo entusiasmo. El BAFICI fue durante la primera mitad de su existencia un acontecimiento cultural de enorme relevancia, una ventana por la que se filtró el cine contemporáneo en toda su vertiginosa variedad. También fue la plataforma desde la que se proyectaron hacia el mundo muchos nuevos cineastas argentinos.

Bajo la dirección de Sergio Wolf algo empezó a perderse. Cuando Wolf asumió ese cargo le hice un reportaje para revista La otra (nº 19, primavera de 2008) en la que él declaró: "Hay algo que la gente no termina de entender y es que el BAFICI, por un milagro, es un festival blindado a las presiones". Y también dijo: "me parece imprescindible lograr la institucionalización del festival. Para no seguir sometidos a los vaivenes de la política. La institucionalidad puede traer aparejado cierto anquilosamiento de las estructuras, pero el BAFICI necesita su institucionalidad, para sortear definitivamente la idea de que sea un botín político. Tiene que haber una ley que le dé autonomía, un consejo asesor donde se invite a participar a los ex-directores. Sería un salto cívico increíble".

Leída a la distancia esta declaración de intenciones no puede resultar más frustrante. Wolf se fue sin lograr el salto cívico que proclamaba y los que lo sucedieron ni siquiera retomaron la idea: al contrario, transformaron al BAFICI en el botín político de la derecha argentina. No era un milagro la falta de presiones que alguna vez supo tener el festival: respondía al clima político que vivía el país. Pero justamente la gestión Wolf inició un proceso en el que, en vez de alejar la posibilidad de que el BAFICI fuera un botín político, se entregó a una macrización irreversible. No solamente porque el presupuesto se fue angostando cada año, lo que hizo que fueran desapareciendo las retrospectivas de grandes autores y la programación se llenara de material de relleno (algunas películas incluso se podían ver en youtube mientras se proyectaban en el festival). También se precarizó el empleo del personal que tuvo que trabajar a destajo por sueldos miserables. El festival fue perdiendo las salas capaces de alojar más espectadores (el América, los dos Atlas Santa Fe, el 25 de Mayo, el Cosmos y finalmente la Sala Lugones). Después, ya bajo la dirección de Panozzo, la mudanza desde el Abasto a Recoleta significó además una importante pérdida en la cantidad de butacas y un notable encarecimiento de los lugares de comida alrededor de la sede para los espectadores que quisieran ver varias películas en un día. 

Desde entonces, todo empeoró: en la gestión de Panozzo el festival acentuó su carácter reaccionario y sentó explícitamente las bases del relato macrista con dos productos abominables como El Olimpo Vacío (mi comentario sobre este video y el respaldo institucional que recibió del BAFICI puede leerse acá) y El diálogo (ambos de Pablo Racioppi y Carolina Azzi, el segundo de los videos recibió el patrocinio del actual ministro de cultura de la nación, Pablo Avelluto): dos subproductos que por su factura defectuosa desentonaban incluso entre las películas más flojas del festival y solo justificaban el sonoro apoyo que recibieron de Panozzo por ser abiertos panfletos derechosos. Nuestro colaborador José García Spinetta comentó sobre la première de El diálogo en el BAFICI:

"La presentó Panozzo y estaba Lombardi -aclarando que la ciudad ayudó a producirla-, que luego al final tuvo unas palabras, al igual que Michetti...  Entre los asistentes estaban también Laura Alonso, Sanz, Majul, y obviamente Sebreli. Faltaba Macri nomás, pero ya sabemos que no tiene actividad cerebral.

La película se sostiene en ese sistema de enunciación: de hecho es un monólogo de Leis, al que Meijide le hace el aguante. Ese marco fue mucho más significativo que la propia película, que es un video de youtube. 

Para finalizar: Porta Fouz estuvo al final para introducir el Q&A con palabras elogiosas. La institución BAFICI en pleno. 

La sensación es que están perdidos, si eso es todo lo que tienen. Pero hay que recordar que no les interesa la consistencia artistica o argumentativa, sino la hegemonia. (Completo acá)

La otra también publicó una crítica de El diálogo firmada por Paz Bustamante, que terminaba diciendo:

"Para terminar quiero contar algo sucedido en la función a la cual asistí, cuando deliberadamente se escucha fuera de campo la voz de Néstor Kirchner, el día en que hace entrega de la Esma, ambos protagonistas ponen cara de agobio, de apatía, de burla. Y Leis propone darle stop al video, hasta que lo detiene alegando falta de batería, en una especie de acción aniñada, de gag cómico, de hecho los espectadores rieron. Ese efecto buscado por los directores y productores de El diálogo da cuenta del objetivo de la película, horadar la construcción política de quienes no piensan como ellos. Única razón que justifica la programación de esta película en el Bafici, porque razones estéticas no hay". (Completo acá)

Es decir, contra lo que declaraba Wolf en 2008, el BAFICI se transformó en el botín político del macrismo; esa falta de "institucionalización" no le evitó tampoco anquilosarse.

Pero esta edición es mucho peor: es el BAFICI de Lopérfido. Nadie que participe en algunas de sus actividades puede desconocerlo. El minisstro de cultura de CABA encabezó la conferencia de prensa de presentación de esta edición y desplegó en ella todo su siniesstro histrionismo. A pocos días de haber sido declarado persona no grata por los organismos de derechos humanos por sus declaraciones negacionistas del genocidio cometido por la dictadura de Videla, repudiado por cientos de miles de personas en el acto del 24 de marzo en Plaza de Mayo, escrachado varias veces en el Teatro Colón que también dirige, mientras su renuncia es pedida por referentes de la cultura local  e internacional, Lopérfido se adueñó del espacio de lanzamiento del BAFICI para jactarse de su "profundísimo sentido republicano" por la graciosa concesión que se autoadjudica de no perseguir a quienes pidieron su renuncia (ver acá). Abrió su discurso congratulándose por "comportarnos como un país normal y civilizado" y ya no estar "manejados por una secta". Al lado del minisstro, el director artístico del festival convalidaba estas provocaciones con su silencio cómplice. Lopérfido puso así su epígrafe al festival y nadie puede desconocerlo. Hay que ver qué hace cada uno con eso.

El país normal del que se jacta Lopérfido tiene desde enero a una presa política, desde la asunción de su gobierno despidió a decenas de miles de trabajadores estatales y privados, inició un nuevo ciclo de endeudamiento sin fines de desarrollo, censuró a medios y periodistas críticos, impulsa la persecución judicial de opositores, baleó a manifestantes, a militantes y a chicos integrantes de una murga, vació teatros y centros culturales públicos, impuso un tarifazo que reduce drásticamente el poder adquisitivo de los más pobres, quitó la cobertura gratuita de medicamentos para jubilados, derogó de manera irregular la ley de servicios de comunicación audiovisual, desfinanció los comedores escolares, destruyó planes educativos como Conectar Igualdad o el Programa de Orquestas y Coros Infantiles y Juveniles para el Bicentenario y desarticuló las dependencias oficiales que apoyaban el avance de los juicios contra los terroristas de estado militares y civiles. 

Las palabras de Lopérfido en la presentación del BAFICI, escuchadas con indolencia por Porta Fouz, no son un exabrupto de un funcionario hiperestimulado, sino la apropiación del festival por este mismo estado represivo. No es casual que él lo haya abierto con un acting repulsivo -aplaudido por parte de los asistentes a la conferencia-: estuvo ahí para reafirmar que estas políticas de estado abarcan también al BAFICI.

Notablemente, Lopérfido no puede aparecer en muchos encuentros culturales por temor a ser repudiado o escrachado, pero sí se enseñorea en el BAFICI, lo que habla mucho y mal del campo cinematográfico argentino.

En muchos de los realizadores y críticos que participan de diversas formas en el festival se percibe una molestia por tener que convivir con semejante estado y un temor a quedar pegado en alguna escena al dueño de este circo. No todos manifiestan esa incomodidad de la misma manera. El crítico Marcos Vieytes expresó su franco repudio al festival y a quienes colaboran de diversas formas (acá y acá). Muchos medios especializados tratan de esquivar malamente el tema y ceñirse a una dimensión púramente estética. Una nota de Ezequiel Duarte en el blog Las pistas me adjudica erróneamente la propuesta de boicotear el festival. Una nota de Nicolás Prividera en Con los ojos abiertos justifica de manera algo confusa y farragosa ya desde su título ("CONSIDERACIONES ACASO INNECESARIAS SOBRE CUALQUIER FESTIVAL Y SUS CRÍTICOS, PERO ACASO NECESARIAS ANTES DEL BAFICI 2016") su participación en uno de los jurados del festival. Prividera es un valioso crítico y cineasta que dio muchas muestras de coraje cívico en estos años; no tiene que disculparse por participar en un evento público, pero se enreda en auto-elogios innecesarios que oscurecen más que aclarar y concluye con una extraña frase: "Venimos de una década en la cual esa estrategia de clivaje ha revelado sus debilidades, no repitamos los mismos errores". No se entiende a quién abarca esa primera persona del plural que asume en su imperativo, pero su sobreactuación para distanciarse de los "errores" de la década pasada recuerdan extrañamente el discurso "post-grieta" de Luis Majul en su gira "De Walsh a Lanata" o la campaña "Ceder la palabra" promovida por Lombardi en los medios públicos. ¿A qué errores se refiere? ¿quiénes serían los que los "cometimos"?: es rara esa vaguedad política que parece asimilarse a los profetas de la "reconciliación", cuando él es tan implacable para llamar a las cosas por su nombre. 

Yo mismo me siento molesto. Sé que este BAFICI no será disfrutable para mí como los anteriores, porque la política de estado que Lopérfido representa va a impregnar todos sus espacios. No se trata solo de la cantidad de los desaparecidos, sino de que su negacionismo es el fundamento necesario para la vulneración de derechos que estamos sufriendo. Tengo amigos entre los cineastas que presentan sus películas y también entre algunos jurados de las diversas competencias. No llamo a boicotear el festival ni repudio la participación de críticos y cineastas. No dejo de preguntarme cómo atravesar este BAFICI. Cómo cubrir periodísticamente el festival sin encubrir los crímenes que están cometiéndose.

Este tema lo empezamos a charlar en La otra del domingo pasado (pueden escucharlo clickeando acá) y lo seguiremos debatiendo en La otra de esta noche (a las 12 de la noche en Radio Gráfica, 89,3. online acá).

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