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Hierba

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Hierba, como todo el ultimo Perrone es simple, hermosa y severa con el actual estado del cine. Esa condición es fatal para los que no pueden sintonizar con su frecuencia.

El, que fue independiente cuando ese tag no existía en el horizonte del cine argentino, vio venir antes que nadie que el vocablo cine sufriría una mutación irreversible. Entonces se puso a reformular la mirada sobre el pasado y sobre el futuro de una noción que estaba dejando atrás las certezas instaladas.

Esta tarea de reseteo se agudizó a partir de P3ND3J05. Desde ahí barajó y dio de nuevo. Se puso a reescribir la historia y el futuro del cine en sus propios términos.

Sus desplazamientos zigzagueantes persiguen unas pocas pregunta: ¿qué es el cine? Nada. ¿ Qué quiso ser? Todo. ¿Qué puede hacer? Algo.

Hierba es,  como todo el último Perrone, sencilla desde la belleza que irradia pero difícil de apresar con fórmulas reduccionistas. El obstáculo a vencer es una posición crítica obtusa y desatenta. Es difícil que se venza en el contexto atolondrado de un megaevento más preocupado por la figuración, donde las películas cuentan poco y los consensos apurados y las manías clasificatorias son los atajos comunes.

Es más apropiado ceder simplemente al juego que Perrone propone. Desde hace un lustro, el perro de Ituzaingó emprendió la búsqueda del tesoro perdido: lo que el devenir histórico cinematográfico dejó atrás. Su "regreso" no tiene nada de rescate de formas olvidadas, sino de reformulación continua de la mutación que el cine operó en los últimos 20 años. Por eso, no hace primitivismo ni vintage. Perrone, seguro por una intuición no teorizada pero de una decisión implacable, plantea en cada película que hace y va desarrollando en la serie una impugnación a la lectura instalada acerca de la historia del cine y de su presente y futuro.

Hierba puede verse como un momento de juego feliz dentro de una investigación por las posibilidades del cine cuyo paso anterior fue la lúgubre, magistral e incomprendida SAMURAY-S. Incluso puede verse como una película contra la anterior, no para abandonar lo que antes hizo, sino para advertir que aún no está todo dicho. El nacimiento del cine se puede enfocar desde diversas distancias. Antes fue, en SAMURAY-S, la idea de que el cine es una experiencia onírica y ominosa, la lucha de unos guerreros que fueron vencidos por un modelo cinematográfico que necesitó liquidarlos. En Hierba, Perrone retrocede hacia los antecedentes pos- impresionistas del cine. Empieza a retomar el comienzo desde antes de que aparecieran los Lumiere y Melies con su invento curioso. Hurga las raíces del cine en ese terreno que él conoce bien: la pintura. Dice con sencillez: una de las materias del cine es la pintura de fines de siglo 19. Voy a buscar ahí un cine posible. Pero no hace arqueología sino que se pregunta: a ver qué quedó por hacer por ese lado. Toma nota de una materia crucial: el color, reconoce una sintaxis: la dialéctica figura fondo, e interviene esos dos elementos previos con recursos contemporáneos: la intervención sonora y el movimiento distorsionado por las posibilidades digitales. No hace cine pictórico, sino que somete a una de las raíces den cine, la pintura, a un zarandeo digital. Creo que solo Godard piensa en términos parecidos.

Hierba es anacrónicamente pop, luminosa, bucólica, humorística, juguetona, colorida, bailarina, un poco absurda. Una relectura distendida de la gravedad de FAVULA y una nota al pie de sus investigaciones presentes. Después de Hierba todavía tiene unos sorprendentes ases en la manga pero hay que esperar.

Mientras tanto, Perrone nos invita a jugar un rato con lo que el cine pudo haber sido, dejó de ser y será.

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