por Alan Dorfman
Fue una banda tan buena que ni el documental ni la ficción la pudieron reflejar. Al hablar de ficción me refiero a Control, la película en la que Anton Corbijn, fotógrafo de la banda en su época, puso en escena los momentos más trágicos de la banda; y es que al hablar de lo trágico me refiero a Ian Curtis, una persona (hoy parece un mito) que opacó a gran parte de la banda, tanto por sus extravagancias arriba del escenario, como por su voz más oscura que la de Jim Morrison, por su conocida epilepsia y sus depresiones que lo llevaron a la más 'trágica' muerte.
El documental Joy Division fue presentado este sábado en el BAFICI por su director, Grant Gee. Ciertamente dijo que Control es una buena película (sin resaltarla demasiado demasiado) pero que, en la etapa de post-producción de la ficción, se les informó a los miembros vivos de la banda (mejor conocidos como New Order) que iban a quedar como unos estúpidos, como un relleno de ÉL, del cantante, del genio, del grosso, del... pibito epiléptico. Y tenía razón: por eso empezaron a mover fichas para armar un documental que, dicho por el director, no tenía mucho archivo, footage, grabado. Había que mostrar a una banda de rock, de punk rock, de post-punk en su máximo esplendor con, aproximadamente, dos temas en vivo. como mucho. Todo lo demás era vinilo, disco, iPod, incluso discos de pasta del propio Grant Gee (él mismo lo dijo, desencadenando un 'uaaaau' en las adolescentes más ardientes).
Técnicamente y narrativamente el documental está impecable, pero lo demás... bien. Si algo está 'bien' es porque algo anda mal. Un trabajo audiovisual no puede estar 'bien', tiene que ser algo más allá, incluso más allá de ese 'bien' y más allá del mal: ese mal es el eje para desglosar la película.
No sé si queda claro qué es lo de más fuera de lo narrativo y lo técnico (refiriéndome más que nada a la fantástica edición): creo que lo que le falta es una buena dosis de música en vivo, reflejándose en los cortes de las secuencias (la ciudad en la que nació la banda, los comienzos, el primer EP, el primer LP, el segundo, la depresión, la muerte, el futuro). Si bien hay música en vivo, es poca. Lo mejor de Joy Division (la banda), a mi forma de ver, son los dos discos de estudio y la recopilación Substance, junto a lo poco que posee la banda en vivo (tanto video como audio). Para escuchar están los discos: en cualquier tienda o para bajar. Acá en el film nos encontramos con un relato que simplemente no refleja a la banda, ni a los discos que escuché veinte mil veces. Me hace pensar que hasta Control la refleja mejor: quizá no desde la realidad de la banda, pero sí desde la poética, la poesía que el mismo Ian Curtis cantaba, aquellas letras que los demás miembros no sabían qué significaban, porque no escuchaban lo que él cantaban, y hoy, viendo el documental, los escucho con una voz triste, lamentando no haberlo ayudado. Soy fiel creyente de que hoy hubiesen hecho lo mismo. No lo ayudaron, no sabían qué estaba cantando su propia banda... digo, no por hacerlos sentir culpables, de hecho no lo son, pero hoy, dos días después de la función, me doy cuenta de que Control es mejor. Sí, es verdad, opaca al sector instrumental de la banda, pero se trata de la poesía, de lo poético: en la ficción se refleja de una manera fría y seca cómo es que murió; en el documental nos limitamos a no saber cómo murió, si es que de verdad importa.
Típico, típico caso de la realidad de la ficción y la terrible ficción del documental.Quizá 'lo real' no debería ni haber existido, prefiero quedarme con la ficción, una auténtica, y no un capricho, para no quedar como un boludo.