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En el viaje se acomodan los melones

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Esta madrugada la Cámara de Diputados aprobó la ley antidespidos por 147 votos a favor, 88 abstenciones y 3 en contra. La ley fue reclamada por las cinco centrales sindicales en el encuentro especial que se llevó a cabo en el Congreso el 30 de marzo pasado. Aquella reunión de marzo fue inédita: por primera vez desde la asunción de la derecha macrista se habían juntado en el Congreso todos los partidos opositores (FPV, PJ, FR, UNA, Progresistas, la izquierda y diversos monobloques) para escuchar los reclamos de las CGT Balcarce, Azopardo, Azul y Blanca, CTA Yaski y Micheli. Sectores que hace décadas, sin exagerar, no coincidían en un mismo reclamo. Este encuentro había sido impulsado por el massismo para insistir sobre la que era la bandera de lucha de los combativos Moyano y Barrionuevo contra el gobierno de Cristina: la elevación del mínimo no imponible o la supresión lisa y llana del impuesto a las ganancias. 

Pero la realidad se impuso: si al gobierno kirchnerista le paraban el país para levantar un reclamo sectorial que solo beneficiaría a los segmentos de más altos ingresos del trabajadores formales, la brutalidad del ajuste macrista impuso la necesidad de defender la estabilidad laboral frente a los más de cien mil puestos de trabajo destruidos en pocos meses por la CEOcracia. Se había terminado la luna de miel esforzadamente sostenida por la prensa corporativa con pirotecnia tribunalicia.

Desde ese momento hubo dos hitos de importancia: el 26 de abril el senado aprobó el proyecto de ley que prohíbe los despidos y suspensiones por 180 días. La ley también le da al empleado a punto de ser despedido la posibilidad de ser reincorporado inmediatamente o de elegir que se le pague una doble indemnización. En esa cámara la media sanción logró una aprobación altísima: 48 votos a favor y 16 en contra. Por primera vez, la presión de la derecha macrista para fracturar a los bloques opositores mediante amenazas o promesas de prebendas a los gobernadores opositores no daba resultado. De modo que lo que en esa votación se vio fue un anticipo de cómo podría funcionar el Congreso a medida que se aleje el mito de la "luna de miel" macrista con la sociedad. La prensa de derecha había celebrado a su debido tiempo que los gobernadores, el massismo y el bloque desertor de FPV encabezado por Diego Bossio facilitarían el trabajo parlamentario del gobierno ajustador. Ese esquema duró poco, por simple presión de la calle.

La calle fue decisiva para limitar estas maniobras de palacio. El 29 de abril las cuatro centrales sindicales (ya sin el sello de goma de Barrionuevo) hicieron la movilización sindical contra un gobierno más grande en varias décadas y la primera que unía a todas las centrales sindicales con representación real. Los fuegos artificiales permanentes de la distracción televisiva y los intentos de demonización a la presidenta Cristina no pueden ocultarle a los trabajadores su propia precariedad laboral, cuando ven a sus compañeros perder el trabajo y sienten que esto achica su margen para reclamar la actualización de sus salarios. La receta más básica del ajuste derechista clásico: subir el desempleo para bajar los salarios.

La semana pasada el FPV intentó votar esta misma ley y la sesión se frustró por las maniobras del massismo, que quiso ganar el centro de la escena con un proyecto alternativo que proponía incluir en la ley antidespidos una protección a las PYMEs, como si estos dos problemas no pudieran encararse por separado (por ejemplo, la exención de las PYMEs de tener que pagar los tarifazos desmesurados que sí ponen en juego su continuidad). La prensa alcahueta se apresuró a interpretar el fracaso de la sesión como "el fin del kirchnerismo": nada nuevo, lo vienen diciendo desde que Néstor asumió la presidencia. Lo bueno del periodismo corporativo no es su capacidad de imponer agendas sino la caducidad de sus agendas. La noticia sobreinterpretada del fracaso de la semana anterior caducó ante la noticia de hoy. Los movimientos políticos nunca cesan por decretos mediáticos de necesidad y urgencia.

El macrismo no pudo evitar que el tema de los despidos se impusiera como preocupación masiva, a pesar de que portales como La Nación y los noticieros del Trece mantienen desde hace meses en lo alto de sus titulares las siempre nuevas y ya viejas denuncias contra Lázaro Báez. 

Ayer en la cámara de diputados -después de negociaciones que parecían interminables y que tenían como propósito lograr que algunos dirigentes quedaran bien parados ante la opinión pública, la masividad de la movilización del 29 de abril y las encuestas que dicen que el 60% de la población (es decir, incluso una parte de los que apoyan al oficialismo) aprueba la ley antidespidos- la ley fue aprobada por una mayoría abultada. No solo el kirchnerismo (la prensa alcahueta la llamaba "ley K antidespidos", a pesar de que había sido solicitada por las centrales sindicales) sino una parte importante del massismo, toda la izquierda, una parte importante del FAP, varios monobloques y los desertores comandados por Bossio terminaron votando afirmativamente.

El gobierno anticipó varias veces que va a vetar la ley, lo que quedará como un indicador de evidencias varias: Macri no respeta al Congreso y usa su poder de veto contra una ley que cosechó numerosas adhesiones de casi todo el arco opositor; la ley que veta, justamente, es una que protege los derechos de los trabajadores; las centrales sindicales tendrán que revalidar ante sus bases el compromiso de defenderlos contra el ataque oficialista, bajo el riesgo de que si aceptan el veto quedarán deslegitimados ante sus representados. Por añadidura, Massa conoció la estrechez de la "ancha avenida del medio" que se proponía transitar. Si la semana pasada se dio el lujo de postergar el tratamiento de la ley para quedar en el centro de la escena, la aprobación de la ley, que no pudo evitar, así como no pudo imponer la dilación de un proyecto alternativo que estirara los plazos parlamentarios de manera incierta, lo obligó a encolumnarse detrás del proyecto impulsado por el FPV, para no malquistarse con los diputados sindicales que lo siguen y no quedar como el único bloque que se opusiera a una ley de protección del empleo. Ser oficialista y opositor a la vez ya no le resulta posible a Masssa. La dureza del ajuste macrista y la bronca en la calle estrechan sus márgenes de maniobras. La semana pasada quiso ser la figurita difícil. Hoy quedó como un figurón desdibujado.

Probablemente mañana macri vete la ley. Se estará desmintiendo a sí mismo: dentro de un mes y medio empieza el segundo semestre en el que prometió que empezarían a verse los frutos de su "plan", mediante una lluvia de inversiones productivas. Si esa lluvia llegara, la ley antidespidos simplemente no tendría sobre qué casos aplicarse.

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