Capítulo 10: Ciencia jovial y tragedia
La muerte de Dios es un acontecimiento ya ejecutado, dice Nietzsche, nosotros lo matamos. El loco de La Gaya Ciencialo grita:
"'¿Dónde está Dios? ¡Se los voy a decir! ¡Lo matamos - ustedes y yo! ¡Todos somos sus asesinos! (...) y como precisamente se habían juntado ahí muchos que no creían en Dios, sus gritos provocaron risas. ¿Se te perdió?, dijo uno. ¿Se extravió como un niño?, dijo otro. ¿No estará escondido en algún sitio? ¿Nos tiene miedo? ¿Se ha embarcado? ¿Emigró? -así gritaban y se reían a coro".
Cierta versión pasteurizada, un Nietzsche para las masas, lo confunde con un librepensador ateo. Si fuera eso, su rol en la filosofía contemporánea sería irrelevante. Para ser ateo no hace falta Nietzsche ni nadie. Creer o no creer en la existencia de Dios no importa nada en absoluto. Los que se ríen del loco, curiosamente, no creen en Dios, pero esa risa no es un saber jovial sino una prueba de su estupidez: ignoran la enfermedad que Europa viene incubando desde hace siglos y que Nietzsche da por declarada: el advenimiento del nihilismo, una catástrofe que da pavor. Incipit tragoedia: empieza la tragedia: con este inquietante anuncio termina La Gaya Ciencia y es de cara a ella que hace falta tenerse en pie -porque Nietzsche sabe bien que se corre el riesgo de desmoronarse. No parece tratarse de un chiste ni de un experimento lúdico.
El 6 de julio de 1881 le escribe a su amigo Johann Heinrich Köselitz (también conocido como Peter Gast):
«Me di cuenta, querido amigo, de que la disputa que se da en mi libro con el cristianismo le tiene que resultar extraña e incluso penosa, pero se trata, sin embargo, del mejor ejemplo de vida ideal que yo he conocido realmente: desde la niñez vengo siguiendo sus huellas por muchos recovecos, y creo que nunca en mi corazón he sido vil con respecto a él. ¡No en vano soy el vástago de generaciones enteras de clérigos cristianos!»
La irrupción de la tragedia al final de su tríptico iluminista tiene varios posibles significados y no parece que a su autor se le pasara por alto ninguno de ellos. Por un lado, Nietzsche retoma su comienzo: El nacimiento de la tragedia. Por otro, ya no se trata de una mera hipótesis filológica para interpretar el género musical de los griegos. Empieza la tragedia misma y no su representación. La tragedia es el correlato sin cuya experiencia la gaya scienza no vale nada. Nietzsche profetiza lo que sobrevendrá en los próximos 200 años siguientes -o sea: durante los siglos xx y xxi-. Solo los que se asoman a ese abismo y no sucumben en él parecen tener derecho a la risa, pero es una risa estremecida. Por último, esta encrucijada histórica mundial lo atraviesa personalmente: su cuerpo y su espíritu se sacuden. Lo acechan la ceguera, el insomnio, los dolores insoportables, las digestiones difíciles, oscilaciones brutales entre la euforia y el abatimiento, una inquietud que lo obliga a caminar horas y horas. Siente "un terrible influjo de la electricidad atmosférica" sobre él, deriva por eso de una ciudad a otra en busca de condiciones atmosféricas más benignas para su naturaleza; y hasta planea huir hacia las planicies mejicanas "al lado del tranquilo océano". Lo asaltan ideas que no sabe si será capaz de sostener. El 14 de agosto de 1881 le vuelve a escribir a Köselitz:
"En mi horizonte han surgido ideas tales como no he conocido nunca. No quiero manifestar nada al respecto para mantenerme a mí mismo en una tranquilidad imperturbable. Las intensidades de mi sentimiento me hacen estremecer y reir. Ya me ha pasado unas cuantas veces no poder abandonar la habitación por el ridículo motivo de que mis ojos estaban inflamados. ¿Por qué? Todas las veces, el día anterior había llorado en exceso durante mis paseos, aunque no lágrimas sentimentales, sino de júbilo. Cantaba y decía tonterías poseído por una nueva visión de las cosas con la que cuento antes que cualquier otro hombre que haya existido".
Este episodio ocurre siete años y medio antes de su desmoronamiento irreversible en Turín y parece prefigurarlo, pero a la vez es la experiencia vital que lo instala en el camino del pensamiento por el que transitará de ahí en más. Nietzsche se sobrepone a este ataque de llanto jubiloso y lo atestigua en los libros que vienen. "Lo que no me destruye, me fortalece". Los estudios nietzscheanos tienden a apartar la crisis del 89 en Turín de su filosofía propiamente dicha: su locura, se dice, no tiene nada que ver con su obra. Pero en el 81 un estremecimiento similar muestra la cercanía del temor, el temblor, el presentimiento y la risa: así puede comprenderse que el final de La Gaya Scienza es el comienzo de la tragedia. Quizás Nietzsche presienta que el peso de esta experiencia va a quebrarlo. Acá tienen el audio del capítulo 10:
Capítulo 11: El nihilismo
¿Qué viene después de la muerte de Dios? El nihilismo. Una catástrofe civilizatoria. De pronto, los ideales que sostuvieron la existencia de generaciones enteras se derrumban y con ellos se desploma la civilización misma. ¿Cuáles son esos ideales que ya no será posible reponer? La justicia, la igualdad, la piedad. Si una forma de amor es posible todavía, será un amor despiadado, el amor a la fatalidad ante la cual los débiles tienen que perecer. Es el aspecto más odioso de la política nietzscheana, que no pasa el filtro de las lecturas bienpensantes. Con la muerte de Dios para Nietzsche también caducan las versiones seculares del cristianismo: la compasión, la conservación de la especie, la democracia, el socialismo, el igualitarismo, el comunismo: vulgares manifestaciones de un nihilismo incompleto, incapaces de asumir todas las consecuencias de la muerte de Dios.
A esta pusilanimidad de los "últimos hombres", Nietzsche opone la voluntad de poder del Superhombre. No se trata de la bestia rubia del nazismo. Nietzsche es todo lo contrario de un antisemita, los conoce -Wagner, Cosima, su propia hermana y su detestable cuñado, Bernhard Förster lo son- y los desprecia. No tiene especial estima por los alemanes, no se parece en nada a un germanófilo; más bien pone sus expectativas en una europeidad futura nacida de un crisol racial en el que el componente judío será particularmente estimable.
El Superhombre es el tipo de existencia que salga fortalecida de la catástrofe que se avecina. La superación del hombre que desborda a la humanidad tal como hasta ahora se ha conocido. Un creador de nuevos ideales que sabe que estos ideales son emanaciones de su vida desbordante, una vida en las alturas que ya no reconoce ningún límite. Voluntad de Poder, Superhombre y Eterno Retorno son las respuestas nietzscheanas a la muerte de Dios.
Del Eterno Retorno, la más extraña de las ideas nietzscheanas, esa que se guarda vacilante para sí hasta engendrar al personaje que pueda decirla por él -Zaratustra- vamos a hablar en el capítulo 12, esta tarde a partir de las 17:00 hs. en Patologías Culturales, FM 88,7. Mientras tanto, acá pueden escuchar el capítulo 11:
Clickeando en el tag Nietzsche encuentran los 11 capítulos de esta saga.