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El Terror (el Nietzsche de Heidegger)

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Nietzsche en la radio: Capítulo xv en Patologías Culturales, para escuchar clickeando acá




Lectores de Nietzsche. La obra de Nietzsche reclama lectores -el mismo Nietzsche es un lector de sí mismo cuando escribe los prólogos a las segundas ediciones de sus obras-, ya que es un pensamiento en tensión que no termina de resolverse. El sentido de su escritura queda en la región de lo posible y ese es el espacio en el que se desenvuelve un lector.

Lectores que interpretan a Nietzsche: eso pasa a lo largo de todo el siglo xx. Lectura discrepantes, que realzan algunos tramos de su inquietud y la aquietan.

El vitalismo. Una de las primeras lecturas que Nietzsche recibe es la del vitalismo, "filosofía de la vida", reacción post-romántica al cientificismo y a la vez penúltimo avatar del iluminismo: exaltación de la movilidad y la fluidez de la vida frente a la rigidez de los ideales del racionalismo y/o de la cristiandad (contra todo eso junto, junto a todo eso). A esta especie de lectores les viene bien citar algunas frases del Zaratustra: "Diga vuestra voluntad: ¡sea el Superhombre el sentido de la tierra!". Nietzsche escribe Así habló Zaratustra para permitirse el uso de parábolas. Así deja un amplio margen de indeterminación acerca del presunto sentido de la tierra, puesto que la tierra no habla. Probablemente la tierra esté puesta aquí contra el reino de los cielos. Zaratustra y sus discursos pueden leerse como una parodia de los sermones cristianos. El éxito que Nietzsche cosechará en la contracultura de la segunda mitad del siglo radica en esta lectura vitalista. Es una lectura simplificadora, hay muchas ideas que Nietzsche dice, sugiere, ordena o propicia que quedan afuera de este vitalismo.



El Nietzsche de los nazis. La hermana de Nietzsche, Therese Elisabeth Alexandra Förster-Nietzsche (10 de julio de 1846 – 8 de noviembre de 1935), es la administradora de su legado ya desde el momento en que él enloquece, a principios de 1889, durante la década en que él sobrevive a su colapso (él muere en 1900) y hasta la muerte de ella. Elisabeth crea y dirige los Archivos Nietzsche que contienen una profusa cantidad de fragmentos póstumos que se había encargado de salvar del fuego, en algún momento en que él quería quemarlos. Con una selección oportunista de esos póstumos ella edita las primeras ediciones de La voluntad de poder. Casada con el fanático antisemita Bernhard Förster, Elisabeth habilitará ese legado a los doctrinarios del nazismo, como Alfred Rosenberg, Alfred Bäumler y Ernst Krieck. Para construir un Nietzsche que respalde la doctrina nazi, deberá ocultar los fragmentos en los que él se refiere a la estupidez de los alemanes, se reivindica como descendiente de la nobleza polaca -filiación apócrifa- o expresa su repulsión a los antisemitas. En cambio, a los nazis les serán muy útiles algunos fragmentos inéditos conservados por su hermana, como este: "Se trata de ganar aquella enorme energía de la grandeza, a fin de que, mediante el cultivo de la especie -y, por otra parte, de la destrucción de millones de malogrados- se configure el hombre futuro, y no perezcamos por el sufrimiento que producimos, un sufrimiento de tal tamaño como no lo hubo con anterioridad" (ver más acá).

La interpretación que hace Martin Heidegger de Nietzsche. Heidegger es un lector eminente de Nietzsche. A seguir el rastro de su pensamiento Heidegger dedicará una década entera, desde mediados de los años 30 hasta el fin de la segunda guerra. Heidegger era reconocido como la figura filosófica más importante de Alemania y en 1933 fue resonante su decisión de afiliarse al partido nacionalsocialista y aceptar el rectorado de la Universidad de Friburgo. Unos años antes, con la publicación de Ser y tiempo, habría resultado difícil prever este extraño giro de su vida cívica. Heidegger no llegará a durar un año como rector de Friburgo, nunca se desafiliará del partido nazi y este episodio dará pie a una controversia persistente y el obstáculo más difícil para evaluar su aporte -crucial- a la filosofía del siglo xx. Curiosamente, en sus cursos entre 1935 y 1944, Heidegger desarrolló su lectura de Nietzsche veladamente en contra de la que hacían los doctrinarios nazis. Esta es una dimensión coyuntural del problema. De alcance más largo -hasta el punto en que sus ecos llegan hasta la filosofía actual- es el modo en que Heidegger se mide con Nietzsche en su discrepancia acerca del sentido histórico de la metafísica europea y la posibilidad de su superación. ¿Nietzsche superó a la metafísica, tal como él mismo proclamó numerosas veces, o quedó atrapado en su trama, como plantea Heidegger?



Al acceder a una cantidad de fragmentos póstumos de Nietzsche, que aún en los años 30 permanecían inéditos, Heidegger hace emerger a otro Nietzsche, menos bucólico que el de los vitalistas, menos funcional que el de los doctrinarios nazis, más incisivo para el siglo. Heidegger coloca a Nietzsche en una posición clave de la historia de la filosofía: en la consumación de la metafísica y el advenimiento del nihilismo. Para Heidegger, la filosofía no es esencialmente una disciplina académica a la que pueda medirse como una especialización cultural, sino la zona en que se decide la dirección íntima de la historia europea. La filosofia es la dirección secreta de la historia. Europa aparece a partir de los cursos que Heidegger da sobre Nietzsche como un problema filosófico, una tradición a la que interrogar por sus olvidos y sus ocultamientos. Con Nietzsche como pre-texto, Heidegger está pensando 2500 años de historia europea, su propia actualidad acuciante y su proyección catastrófica. Hay un clima terrorífico en los cursos de Heidegger sobre Nietzsche. El terror puede leerse todavía en la recopilación de esos cursos que en los años 60 fueron publicados como un libro en dos tomos, titulados simplemente Nietzsche, traducido al castellano en 2000, una obra indispensable para volver a pensar a Nietzsche, al propio Heidegger y al terror que campea hoy en Europa.

Heidegger le dedica 9 años a Nietzsche. Es mucho tiempo, mucho más que el que le dedicó a ningún otro autor de la historia de la filosofía, tiempo destinado a que Heidegger ajuste cuentas también consigo mismo.  Aquí reaparecen la muerte de Dios y el advenimiento del nihilismo, pero en el Nietzsche de Heidegger hay drama, como no lo había en Zaratustra, porque aquí hay dos: Nietzsche y Heidegger, y ninguno de ambos ha decidido aún quién es. El Nietzsche de Heidegger recusa el modo en que se ha leído a Nietzsche hasta ese momento y a la vez despliega su tesis sobre varios milenios de historia europea. Heidegger se convence de que esta historia está fundada en un olvido y en un ocultamiento, olvido y ocultamiento que sitúa muy cerca del surgimiento mismo de la filosofía, en la antigüedad helénica. La filosofía tiene un momento inicial entre los presocráticos y en seguida acomete un desvío. Ese desvío se llama metafísica y ya se detecta en Platón y Aristóteles. Lo que sigue hasta el siglo xx es la consecución del olvido. ¿De qué se trata este olvido?



Podríamos decir, tratando de evitar la jerga con que desafortunadamente se lee a Heidegger en castellano, que para este pensador el corazón palpitante de la filosofía es preguntar cuál es la verdad de la realidad. Todos tenemos acceso a la realidad. Según una opinión común, la realidad nos es inmediatamente accesible, esa que tenemos a nuestro alrededor, con la que cualquiera puede negociar. Con solamente mirar estamos en la realidad. Pero puede ser que la realidad tenga una verdad que está velada y que tomar contacto con ella no sea tan fácil como parece, que sea necesario pensar para quitar ese velo. Lograr ese contacto, correr el velo, es producir la verdad. La verdad, según Heidegger, es desvelamiento (en griego: aletheia). No es una simple descripción ocular de lo que nos rodea. Podríamos hablar de las tapas de los diarios de hoy. Hablar de los libros que se publican sobre las cosas que están pasando en la actualidad en Argentina o en el mundo, sin llegar nunca al corazón de la realidad. ¿Cuál es el corazón de la realidad en este momento en que nosotros estamos sumergiéndonos de nuevo en el imperio del neoliberalismo, en un contexto global en el que el neoliberalismo mantiene un dominio total sobre la tierra y esto viene acompañado por un auge del terrorismo en la estructura de la vida cotidiana? Globalización, neoliberalismo y terror nos aparecen juntos. ¿Cuál es la unidad que los anuda? ¿Hasta qué punto nosotros comprendemos qué relación hay entre estos tres fenómenos?

Estamos globalizados, parecería que a través de las redes sociales tenemos un acceso inmediato a la realidad global y que podemos manipular flujos de información, imágenes, operaciones financieras. Sabemos que el neoliberalismo es la figura del poder imperante en el mundo, en el que a veces aparecen algunas anomalías que la globalización procura sofocar prontamente. En este día experimentamos en Argentina una muy vívida percepción de nuestra violenta reinserción en el neoliberalismo imperante. Esta reinserción nos anoticia de una proximidad con el terror que estalla en Europa, fuerzas desencadenadas de las que de ningún modo podemos sentirnos a salvo. Conocemos bien el terror de estado argentino, sus consecuencias sobre nuestra arquitectura histórica, tanto como los atentados terroristas ocurridos hace dos décadas que todavía quedan impunes y gravitan sobre las maniobras que el régimen gobernante provoca.



Pero la simple descripción de estos fenómenos -globalización, neoliberalismo y terror- todavía no nos muestra su co-pertenencia íntima. Europa, el continente en el que nació el proyecto de la globalización mundial que en 2000 años se propagó por el mundo, es hoy un teatro del terror. El terror forma parte de la vivencia cotidiana del mundo más civilizado. No es ningún estado de excepción sino su normalidad. Por eso el clima tétrico en el que se desenvuelven los cursos de Heidegger sobre Nietzsche nos suena familiar. No se trata de "el mundo en guerra", como una época que hubiéramos dejado atrás. Estamos en un momento en que el estado de guerra y el estado de paz se han vuelto indiscernibles. Por eso, los pasajes en los que Nietzsche profetiza el temblor de tierra que acompaña al reinado del nihilismo nos resultan verosímiles.

Acceder a la verdad de la realidad sería no quedarnos en la mera enumeración de estos sucesos sino pensar si hay una conexión interna entre ellos. Heidegger en la década del 30 y Nietzsche en los últimos años del siglo xix, sin usar los términos con los que caracterizamos estos sucesos -excepto el terror, que aparece claramente en ambos- ya vislumbran este círculo cuyo centro desconocemos. La extensión planetaria de una voluntad de poder omnímoda corporizada en los dispositivos tecnológicos aparece desde hace décadas vinculada en estos pensadores con el terror y con el olvido. Heidegger le pone este nombre: la cuestión de la técnica. E imprime esta cuestión (una pregunta por el sentido de la técnica) con la voluntad de poder cuyo desencadenamiento Nietzsche pregona con júbilo y también con miedo.

Por este camino hemos de seguir transitando en los próximos capítulos de Nietzsche en la radio. El capítulo xv puede escucharse clickeando acá.

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