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Brasil emite un signo para todos, pero Argentina es diferente

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Creo que no puedo ser muy original: lo que acaba de pasar en Brasil sienta un precedente muy grave para todo gobierno democrático popular no alineado fervorosamente al paradigma neoliberal que impera en el mundo. No puede leerse solo en los términos de la política interna brasileña, ni siquiera solamente en el contexto regional. Brasil acaba de entrar en una fase post-democrática, donde los poderes fácticos abolieron la vigencia del voto popular sin que haya un solo argumento racional que legitime la destitución de Dilma. Por tratarse de una de las economías más grandes del mundo, el país más poderoso de Sudamérica y el más estrechamente ligado a nuestro país, la sombra de la postdemocracia nos oscurece el panorama. 

Si en Brasil fue posible que los tribunales, los medios y el Congreso se confabularan para voltear a una presidenta que había triunfado hace pocos meses en las elecciones, ¿qué no podrá hacer el poder financiero trasnacional aliado a las clases dominantes locales en países más pequeños?

Discutir si se trata de un golpe o de un mecanismo de destitución legal es quedarse en la superficie abstracta del problema. Lo significativo es que la matriz que operó para deponer a un gobierno legítimo es la misma que aparece en todos los países de la región. Jueces, medios y legisladores corruptos coordinados para voltear democracias. El concepto de "golpe militar" no puede aplicarse a estos gobiernos de facto del siglo xxi, lo que no les quita su carácter antidemocrático y antipopular. El caso de Brasil ejemplifica el agotamiento de un enfoque puramente formalista de la vigencia de las instituciones, cuando esas instituciones logran cancelar el sentido del voto y los representantes burlan el mandato de los representados.

Dos o tres apuntes:

En Argentina con Cristina no pudieron, a pesar de que lo intentaron desde 2008. La derecha globalizadora llegó por el voto. Llegó prometiendo lo que no va a poder cumplir, destinada a decepcionar a una parte considerable de su electorado. Ya los está decepcionando. Pero es muy aleccionador observar el comportamiento de gran parte de la dirigencia política, alineada con los mismos poderes fácticos que en Brasil se impusieron por las malas, lo que incluye a muchos senadores, diputados, gobernadores que llegaron elegidos por la boleta del FPV y ahora se integran al esquema de la coalición gobernante y facilitan la destrucción de empleos, derechos, salarios y garantías constitucionales.

Esto hace que, aun cuando el esquema de pinzas es idéntico en Brasil que en Argentina, los efectos sean distintos. La diferencia más significativa: Dilma ganó con un discurso antiajuste y gobernó asumiendo el programa de gobierno que había salido derrtotado en las urnas, muy parecido al que está aplicando ahora macri en Argentina. Esto explica que la destitución de Dilma no haya alentado grandes movilizaciones populares en su defensa: política y económicamente Dilma decepcionó a los que podrían haber salido a la calle a defenderla. Es imaginable que si Scioli hubiera ganado hace un año por el margen con que ganó Dilma, se habría desatado un clima de destitución semejante. ¿Cómo habrían reaccionado Scioli y el PJ ante los aprietes?

Los poderes fácticos argentinos intentaron forzar a Cristina a un ajuste que la deslegitimara ante su base social o, si eso no sucedía, a provocar una rebelión popular a través de feroces campañas mediáticas. Y no lo lograron: Cristina se fue del gobierno con un apoyo popular inédito para un gobierno saliente. Por eso, desde que asumió macri, estos mismos poderes fácticos continúan con su campaña de demolición del liderazgo cristinista, sin haberlo logrado todavía. Ella sigue siendo el elemento disruptivo de la dirigencia argentina. Sucede que los efectos del ajuste macrista son ostensibles hasta para la población menos politizada y el relato gótico de la "pesada herencia" se vuelve cada día un poco menos eficaz. 

En esta situación, hay una reserva de poder popular que hace a la Argentina un país indócil para la derecha neoliberal. De ahí las serias dudas de los inversores para hacer llover dólares sobre la economía de una sociedad que no garantiza la continuidad a largo plazo de este régimen. En Argentina, con el antecedente del helicóptero, la debacle de 2001 y los cinco presidentes interinos, hay un aprendizaje popular para resistir escenarios de ajuste brutal y salir airosos.

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