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No alcanza con que las minorías tomen las cámaras si es para filmar lo que ya vimos como lo vimos

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por César González *

Al igual que en muchos de los relatos mitológicos griegos en los que hallamos mujeres con cabezas llenas de serpientes, cuerpos mitad hombre mitad toro, sirenas, etc., vemos a los pobres como entidades pseudo-animales. Un eslabón en la cadena de la evolución humana que se estancó en los tiempos del homo erectus. Esta doctrina es desplegada en la Argentina por realizadores como José Campusano. Donde el falso progresismo es delatado por las propias formas ultra narrativas de filmar, con personajes representados de forma ultra naturalista, en una especie de new deal cinematográfico donde se invaden los territorios de la pobreza para saciar las fantasías antropológicas del artista.


Hay miles de formas de retratar la marginalidad y todo retrato tiene su sentido político. Pero se nos reboza la conciencia con un cliché del retrato marginal, usado y agotado hasta la vergüenza, que encuentra una renovación deviniendo en “parodias del cliché” (Deleuze). Y el dilema no es generado por el hecho de que el objeto (la marginalidad en la pobreza) es representado artísticamente por un burgués invasor, extranjero al territorio proletario donde ejecutará su obra y que por eso se ve incapacitado de capturar y olfatear la esencia del lugar. Nanook el esquimal (1922) no fue filmada por esquimales sino por Robert Flaherty, un norteamericano blanco y como mínimo de clase-media. Pero nada en Nanook está para fortalecer los prejuicios y amplificar los estigmas sobre los esquimales. Hay una objetividad que emana humanismo, que nos hermana y ensambla emocionalmente con los protagonistas. Otro sólido transistor de la empatía en cine fue Jean Rouch, francés y blanco, pero autor de películas más negras que el propio Spike Lee. En su prólogo del film Yo, un negro (1958) nos dice; “los negros son tratados como sino sirvieran para nada (por los blancos) pero sin embargo nos sirven para un montón de cosas (a los blancos)”.


“El problema no es con Jane sino con la función de Jane”, nos dice Godard sobre una foto tomada a la actriz Jane Fonda en territorio vietnamita (Carta a Jane, 1972), en plena guerra y con un rostro que aparenta preocupación. Sin fuera de campo, como se pretende la globalización, según Slavoj Zizek. Ella, la occidental, la famosa, la blanca, ella, la normal, en primer plano y en foco, la guerra contra los amarillos enrojecidos anormales de fondo, todos anónimos y fuera de foco. Por eso nos dice Godard que en cine “ni el foco es inocente”. La función de Jane es que los espectadores no vean nítidamente el fondo y centralicen su atención en el rostro compasivo de ella. El primer plano como trampa y señuelo del capitalismo. Godard ubica el origen de este engaño en la imagen cinematográfica, a partir del new deal rooseveltiano (EE.UU 1933-1938), donde aparece la derecha piadosa y reguladora del mercado como forma de gobierno en Estados Unidos. En las grandes asambleas y en los pequeños detalles del ciudadano, el aparentar compromiso será más importante que comprometerse y los discursos de solidaridad serán más importantes que las acciones que garanticen la igualdad. Esta fórmula es usada en exceso por muchos cineastas que hacen películas sobre la marginalidad, que hacen un uso productivo en términos económicos de la violencia. Usan la muerte, el encierro, a las personas que sufren adicciones, el dolor aglomerado de las villas o barrios pobres como un decorado-pasivo, detrás y alrededor de los personajes vedette- activos, como por ejemplo en Leonera (2008) y Elefante Blanco (2012), ambas de Pablo Trapero. La obscena injusticia de esas situaciones encubierta con el semblante cinematográfico. [Completo acá].


* César González es cineasta, ensayista y poeta (anteriormente conocido con el pseudónimo Camilo Blajaquis), a quien hace pocos meses entrevistamos en La otra.-radio (ver acá). En este post se reproducen algunos fragmentos de un extenso ensayo titulado El fetichismo de la marginalidad en el cine y la televisión, una aguda crítica a las formas con las que el cine y la televisión muestran habitualmente a personas en situación de pobreza extrema, marginalidad o encierro carcelario. El texto completo puede leerse en el blog Un Largo, clickeando acá.

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