por Lidia Ferrari
¿No era que hasta el lunes 7 de noviembre habíamos caracterizado lo que era una tragedia para América Latina, ganara quien ganara las elecciones en los Estados Unidos? ¿Qué no habría nada para celebrar ganase quien ganase?
¿No habíamos caracterizado al mundo como lanzado a la furia sin freno de la lógica neoliberal en su carácter destructivo?
¿No es que antes del 8 de noviembre sabíamos que Trump era un fascista, machista, xenófobo y Hillary Clinton una exportadora de guerras y candidata de Wall Street?
¿Qué es lo que cambió en nuestras negras expectativas respecto del rumbo que tomaría el mundo, ganara quien ganara las elecciones en USA?
Lo que cambió es que no esperábamos que ganara Donald Trump. Con nuestras conciencias iluminadas y bien pensantes no lo teníamos en los cálculos.
Más allá de las razones por las cuales eso no entraba en nuestros cálculos, tiendo a pensar que no sólo era falta de información o producto de manipulación mediática, sino que, por estructura, tendemos a desoir (renegar) de aquello que es disrruptivo para nuestros esquemas mentales (imaginarios). Más allá de las razones, eso no entraba en nuestros cálculos.
Entonces, irrumpe en nuestro esquema conceptual y afectivo una noticia disrruptiva que nos deja patitiesos: Donald Trump es presidente de los Estados Unidos.
El asunto es que con nuestros propios esquemas, que renegaban de que eso pudiera suceder, analizamos lo que sucedió.
Ipso facto, el pueblo norteamericano es racista, xenófobo, etc., igual a su nuevo líder.
Se comienzan a filtrar algunas noticias de las que antes no disponíamos. Pero todavía es prematuro para hacerlos entrar en este esquema mental. No sabemos dónde ponerlas.
Así sucede que uno escucha innumerables contradicciones en los análisis posteriores. Obvio. No somos máquinas lógicas.
Por ejemplo, en Europa, hasta el 7 de noviembre se hablaba muy mal del TTP, el Tratado Transpacífico [1] pues era una de las garras poderosas de USA para someter con sus reglas al comercio internacional. Ahora bien, la noticia es que Trump está en total desacuerdo con tal Tratado. Entonces, la prensa que hasta el 7 de noviembre estaba en contra del Tratado ahora ve la amenaza en que este Tratado se disuelva.
¿Por qué será tan disrruptivo que la cabeza del gran país del Norte cambie el libreto (al menos eso creemos ahora)? ¿No era que el TTP era una amenaza a la soberanía de los países?
Nos vamos enterando poco a poco de que el monstruo fascista dijo que no quería exportar guerras a otros países del mundo. ¿Esa, para nosotros, no sería una buena noticia?
El problema es que cuando algo irrumpe y desestructura nuestros esquemas mentales rápidamente nos refugiamos en los que poseemos para tratar de que todo vuelva a su lugar y no sufrir el momento confusional de carecer de respuestas y no encontrar el sentido.
Como eso es lo que me sucede en este momento, recurro a dos reflexiones que me ayudan a no naufragar en la confusión:
1. Recupero la idea de que a partir del 8 de noviembre no se esfumaron ciertas certezas que tenía el 7 de noviembre:
b. Los dos líderes candidatos de USA no prometían nada bueno para América Latina.
2. Espero haber aprendido (nunca se sabe hasta qué punto podemos aprender de la experiencia) que los líderes políticos, salvo honradas y admiradas excepciones, por lo general no cumplen con lo que prometen. Una cosa es lo que dicen en campaña y otra lo que hacen. En este caso, con la asunción de Trump, me estoy desayunando sobre otras cosas que decía en campaña. Así que tendré que esperar a ver qué dicen los hechos.
Tanto Trump como Clinton (si hubiera ganado) están al frente no de un país, sino de una inmensa maquinaria que rige los destinos de todos nosotros. Maquinaria que se seguirá moviendo. No sabemos si este nuevo conductor modificará en algo su dirección. Si ganaba Clinton, sabíamos que seguiría en la misma.
[1] “El TPP es un acuerdo de libre comercio ventajoso para los EUA, hace añicos la soberanía de los países firmantes poniendo por encima de ellos el poder de los monopolios trasnacionales, quienes podrán reclamar hasta el pago por “pérdidas” si los estados imponen medidas proteccionistas en sus respectivos países”. Se lee en Wikipedia.