La jerga incomprensible de la burocracia entreguista
¿Qué carajo dice Juan Carlos Schmid sobre el proyecto de flexibilización laboral que el macrismo está logrando imponer en la agenda de discusión político-sindical?
Schmid es el "ala izquierda", por así decirlo, de la actual conducción tripartita de la CGT. Al lado de él están Héctor Daer (es decir, Massa) -el que pidió perdón en TN por el paro de transportes que se hizo el 18 de diciembre- y Carlos Acuña (es decir, Barrionuevo). Hay quienes le ponen fichas a Schmid, sucesor del moyanismo, como garante de una posición de defensa de los intereses del movimiento obrero organizado. Schmid es líder del Sindicato de Dragado y Balizamiento en una dirección cegetista donde no hay representantes de gremios industriales.
El jueves 19 el triunvirato se reunió con el ministro de trabajo Jorge Triaca y el vicejefe del gabinete Mario Quintana para hablar de la flexibilización laboral que impulsa el gobierno. Quintana llevó a la reunión un pliego de propuestas: la Ley de Primer Empleo, el blanqueo laboral de trabajadores no registrados con una rebaja de los aportes patronales, el relanzamiento de las pasantías y una nueva reforma de la ley de ART que el Gobierno se propone modificar por decreto.
"Vinimos a escuchar" dijo Schmid. En la reunión acordaron volver a juntar la Mesa de Diálogo para la Producción y el Trabajo, integrada por las cámaras empresarias, el gobierno y la CGT. En la anterior reunión de la Mesa de Diálogo, en noviembre pasado, se llegó a un "compromiso" (?) para frenar los despidos y suspensiones hasta el mes de abril próximo, algo que, como es público y notorio, ni empresarios ni gobierno cumplieron.
"En 2017 vamos a estar mejor", les había dicho el jefe de gabinete Marcos Peña en noviembre. La memoria de Schmid no puede ser tan frágil como para haberse olvidado de lo pactado en la anterior reunión. Sin embargo, "vinimos a escuchar". En mayo del año pasado, luego de vetar la ley antidespidos, macri había firmado un papel con 200 empresarios (no se supo nunca quiénes firmaron) que se comprometían "simbólicamente" a "no reducir los planteles de empleados durante los próximos 90 días". Compromiso simbólico que no se cumplió. Un hombre de la trayectoria sindical de Schmid no puede haber borrado de su memoria ninguno de estos antecedentes. Pero este jueves "vinimos a escuchar".
La flexibilización laboral ya empezó para los trabajadores petroleros de Vaca Muerta. En ese caso, los empresarios del sector consideraron esta reforma necesaria "ya que la explotación de los recursos no convencionales acarrean más costos que los tradicionales". Los trabajadores cedieron beneficios para atraer inversiones y conservar así el empleo.
Pero la agenda flexibilizadora no se agota ahí: en el Foro Económico Mundial de Davos, el ministro de Producción Francisco Cabrera anticipó que el gobierno buscará extender el acuerdo laboral de Vaca Muerta hacia el sector metalmecánico. "Queremos hacer un acuerdo global donde ya estén claramente tranquilos inversores, trabajadores y los consumidores sobre hacia dónde va la industria" dijo Cabrera a la radio Cadena 3.
El lenguaje del gobierno es trasparente y cada declaración al respecto apenas antecede a un avance en el terreno de la flexibilización, es decir: a un retroceso de los derechos de los trabajadores, con la incierta excusa de las inversiones productivas que ya van a venir. La inmediata concreción de los propósitos oficiales en materia de precarización del trabajo contrasta con la postergación indefinida de la creación de empleos y la multiplicación cotidiana de despidos y suspensiones. Cuando Schmid va a escuchar la propuesta de Triaca, ¿no sabe lo que está pasando?
Hace un par de días, los periodistas de un programa de Radio Splendid llamaron a Schmid para preguntarle por su reunión con el gobierno y la mentada flexibilización. Él dijo:
"Creo que hay que precisar el título, porque "reformas laborales" han sonado siempre perjudiciales para el interés de los que están en relación de dependencia y demás. [En cambio] estamos discutiendo simplemente el núcleo de informalidad que hay en la Argentina, donde hay más de... alrededor de cuatro millones de personas, y ver cómo se puede ir incorporando ese trabajo que está en la economía opaca al sector formal, con registros. Y ahí hay una serie de formulaciones que seguramente se van a empezar a discutir, alrededor de donde por supuesto se abren interrogantes que habrá que ver cómo se despejan acerca de los fondos para la seguridad social, los aportes en las contribuciones, cuáles son las condiciones de los que irían a ingresar al mercado de trabajo y cómo los actuales planes de asistencialismo se van transfiriendo desde lo asistencial al trabajo registrado, etcétera. De manera que estamos discutiendo eso, no estamos discutiendo sobre los actuales convenios colectivos de trabajo que rigen cada una de las actividades que representan la CGT".
¿Qué dice exactamente Schmid? Habla de la "economía opaca" pero lo verdaderamente opaco es su léxico. ¿Con qué paráfrasis se puede sostener en su opacidad discursiva la blanda resignación ante un avance del neoliberalismo por la pérdida de los derechos de los trabajadores (jornada laboral, paritarias, aguinaldo y vacaciones, cobertura social, aportes jubilatorios, indemnización, entre otros), paralela a los despidos y la baja del poder adquisitvo de los salarios?
Cuando en el mismo programa se le pregunta a Schmid por el propósito oficial de negociar paritarias alrededor del 17%, Schmid desestima esas intenciones. "El año anterior también se había anunciado una determinada referencia en cuanto a la inflación y, finalmente, la discusión terminó bien. Es un clásico. Cada principio de año aparece el folclore sobre en cuánto van a cerrar las paritarias". En realidad, a comienzos del año pasado el entonces ministro de Hacienda y Finanzas Alfonso Prat Gay proyectó una inflación de entre el 20 y el 25 %, y amenazó: "Cada gremio sabrá hasta qué punto puede arriesgar salarios a cambio de empleos". La inflación terminó siendo del 40,3%, la más alta desde 2002. El promedio de los convenios colectivos anduvo por un incremento de entre 28% y 33%, (una pérdida entre 7 y 12 puntos porcentuales, de acuerdo a la rama de actividad). Eso es para Schmid "terminar bien".
El truco es visible: el gobierno tira al principio un número bajísimo que sabe que no se va a cumplir, los economistas del establishment generan expectativas un poco por encima de ese número, el promedio de los sindicatos negocian en base a esas expectativas y la inflación termina desbordando todas las previsiones, con una caída del salario real. Ahora el jueguito ya empezó. El gobierno dice 17, los gurúes tiran 20 y tratan de que el sindicalismo se conforme con un 22%.
Al final todo termina bien.