Marfici 2012
por Martín Farina
Tuvimos el honor de asistir al estreno en Argentina de la película Tierra de los padres, junto a su director Nicolás Prividera y su productor Pablo Ratto. También pudimos conversar ampliamente con ambos y, en mi caso, comprendí con mayor claridad algunas ideas del director respecto de la película y la polémica que en torno a ella se generó por estos meses. Hoy la polémica ya no es un tema para destacar, las ideas del director sí.
Tierra de los padres es una película de planos fijos y encuadres muy precisos, con una notable calidad de imagen, resultado de un rodaje con cámara fotográfica de gran calidad y bajisimo costo. Como me contaba Nicolás, esto fue además muy favorable para evitar que la gente prestara atención a la cámara, ya que por ser un instrumento pequeño no incomodaba a los visitantes.
Quisiera contar una sutil confesión que me sugiere Nicolás casi al pasar: “Algo que me llama la atención de esta película es que no se haya hecho antes. Yo pensaba hace un tiempo 'hagámosla ya, a ver si alguien se aviva y la hace antes que nosotros'".
Algo de esta idea pienso que se inserta en el propio transitar de la película que recorre -¿pacíficamente?- el Cementerio de la Recoleta por todos sus rincones. Porque, en cierta forma, un cementerio nos pertenece a todos y a su vez a nadie. El cementerio es de los muertos y, por acto transitivo, de los vivos que recuerdan a esos muertos. ¿Qué hay de los muertos en nosotros? ¿Qué muertos recuerda un país? En este sentido, Prividera desarrolla en los diferentes momentos del film una especie de “tipología de la muerte y el recuerdo“ en un país.
Algo de esta idea pienso que se inserta en el propio transitar de la película que recorre -¿pacíficamente?- el Cementerio de la Recoleta por todos sus rincones. Porque, en cierta forma, un cementerio nos pertenece a todos y a su vez a nadie. El cementerio es de los muertos y, por acto transitivo, de los vivos que recuerdan a esos muertos. ¿Qué hay de los muertos en nosotros? ¿Qué muertos recuerda un país? En este sentido, Prividera desarrolla en los diferentes momentos del film una especie de “tipología de la muerte y el recuerdo“ en un país.
Si bien el cuerpo central del film está ubicado en Recoleta, hay un prólogo y un epílogo que se ubican en otros ámbitos y a partir de imágenes en movimiento. Como si los muertos de la necrópolis estuvieran de algún modo estáticos en rincones oscuros de la memoria colectiva. Y hubiera otros muertos que quedaron retenidos, como fantasmas de un suelo ausente, sin lugar, vacantes.
El prólogo se configura a partir de material de archivo que muestra enfrentamientos sucedidos en espacios abiertos. Y el epílogo es un momento que no describiré aquí, pero propone una visión distinta, a partir de un desplazamiento de cámara memorable. En los tres espacios hay muertos, muertos que se miran desde perspectivas antagónicas, que libran un conflicto por la hegemonía del sentido histórico. Muertos que se visitan, se disimulan, se esconden y se esfuman. Los muertos de un cementerio de la memoria que divide y presiona el pensamiento de los argentinos. ¿A quién le concierne contar la historia? ¿Qué pasado está en el presente? ¿Quién dirige la mirada hacia el patrimonio del recuerdo?
En este punto, la película tiene al menos dos posibilidades para ser pensada que creo no son excluyentes (tomaré algunas palabras prestadas). Tierra de los padres goza de una extraordinaria e inquietante indeterminación, en el sentido de que es mayormente una contemplación erótica de un lugar cuanto menos tenebroso. Existe, a su vez, una politicidad por la cual la inherente interpretación del film afecta a la concepción de sí misma que tiene nuestra sociedad. Tierra de los padres es, en gran medida, una estrategia de producción de nuevas simbolicidades, de nuevos imaginarios que construyen sentidos determinados para las prácticas sociales.
El film invoca palabras violentamente esquivas de la memoria histórica argentina a partir de una estrategia de reinterpretación política. Prividera, a mi parecer, toma por las astas un espacio simbólico en el que se juega el conflicto entre diferentes sistemas de representación que nuestra sociedad construyó sobre sí misma. Y lo hace a partir del espacio público y político donde vive la muerte.
¿Dónde vive la muerte de un pueblo?
Creo que Tierra de los padres desata una lucha por el sentido que busca movilizar los imaginarios colectivos, para redefinir el proceso de producción simbólica por el cual una sociedad y una época se explican a sí mismas el funcionamiento del poder.