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La unidad en la acción contra el partido del orden

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El pueblo ya está unido, falta que algunos dirigentes se den cuenta. La otra.-radio, para escuchar acá.

El estado de movilización de grandes multitudes de identidades políticas diversas y reclamos sectoriales específicos es el dato político de marzo. El pueblo en la calle es el que movió el tablero. No son encuestas maquilladas en función de instalar candidaturas, no son candidatos de fantasía como Randazzo, capaces de aparecer de pronto en cualquier lista o de formar parte de una estrategia del macrismo para fragmentar a la oposición y tratar de amortiguar la caída electoral de agosto y octubre, no son presuntos renovadores que se postulan como el ala peronista de un régimen bipartidista. Massa o Randazzo hoy están tan atónitos como el gobierno o el Triunvigato frente a la irrupción popular. No pueden decir una palabra acorde con las demandas del pueblo movilizado porque no tienen estrategia y a lo sumo podrían tener un discurso para aparecer en las pantallas del régimen. Están lejísimo del humor social. La prueba palpable: la fuga inolvidable del Triunvirato de su propio acto mostró a una dirigencia más apta para las roscas de palacio que para ser interlocutores de sus bases. Las segundas líneas andan por ahí, en la deriva política: intendentes como los del Grupo Esmeralda pueden especular con pasarse del massismo al macrismo, para volver al massismo o refugiarse en la franquicia del PJ, dado que piensan la política como la conservación del territorio, sin estrategia, con puro tacticismo. Las elecciones que van a hacerse dentro de pocos meses aumenta la ansiedad dentro de esos sectores de mirada corta.


Para muchos de estos que quieren ser el elenco estable del poder, de cualquier poder, su única aspiración es formar parte del partido del orden, en su fracción un poco más populista o desembozadamente gorila, o en un punto indefinido entre esas dos aberraciones, como aparece la alianza Massa-Stolbizer en la angosta avenida del medio. El problema para diseñar un escenario estable para los postulantes del partido del poder tiene un doble filo: la única referente nítida de las marchas, la única que tiene una intención de voto sólida y estable es Cristina. Nadie escuchó entre las cinco marchas multitudinarias de marzo (mañana la CTA hace la sexta) que se cante "Randazzo querido" o "Schmidt conducción", menos que menos "Ante el ajuste, renovación". 

Lo único que emerge espontáneamente en las multitudes callejeras (ya dos millones en marzo) es "vamos a volver", y cualquiera con dos dedos de frente sabe lo que eso significa. El "vamos a volver" se cantó en la despedida de Cristina, el 9 de diciembre de 2015, y se siguió cantando en las Plazas del verano 2015, despreciadas por los pejotistas que solo creen en el peronismo como partido del orden. Lo que pasó en marzo es que en la calle confluyeron las Plazas de 2015 con la lucha de los docentes, la CTA y el sindicalismo más combativo. También aportaron a la presencia popular en las calles los partidos de la izquierda trosquista, acentuando su diferenciación y conservando su identidad: está bien que así sea: les marca el límite de la rosca con la patronal a los burócratas amarillos. El problema para los grupos sin estrategia como el Esmeralda, el Evítala, la burocracia sindical o Randazzo es que temen acercarse a Cristina por sus prejuicios ideológicos macartistas o porque el régimen intenta continuamente instalar al kirchnerismo como el hecho maldito del nuevo orden. Como quieren ser aceptados por los verdaderos dueños, les da miedo mostrarse cerca de Cristina. Y para colmo, ella maneja con sigilo sus aspiraciones a corto plazo. No necesita decir "yo conduzco", porque no conduce a Katopodis, Daer o Insaurralde, conduce al colectivo popular más numeroso que se moviliza en estos días. Sin aparato. Y por ahora Cristina no da certezas acerca de su participación en las elecciones de este año. Ni renuncia ni se postula, lo que hace poner nerviosos a todos. Está claro que la nomenklatura del PJ respiraría aliviada si Cristina renunciara, porque eso significaría que hay masas disponibles para un partido del orden. Pero para eso,ellos deberían ponerse a la altura de las demandas.


Una declaración de Kicillof el fin de semana sembró desconcierto en todos los niveles. En todos aquellos cuya única obsesión es la táctica electoral. Axel dijo que cree que una candidatura de Cristina es funcional al macrismo, porque en 2017 no se debe volver a plebiscitar los años kirchneristas, sino la desastrosa gestión macrista. Pero Axel además agregó que es su opinión y no está nada definido. No es posible determinar hasta qué punto este dilema responde a un interrogante o a una certeza de la propia Cristina, lo cierto es que estas palabras dichas por Axel, un político con inteligencia y peso propio, no suenan igual que si las dijeran traidores como el Chino Navarro o Bossio, u oportunistas como Katopodis o Insaurralde. Significan más bien que Axel, y posiblemente Cristina, estén pensando en el mejor camino para resistir al régimen y no en asegurarse su permanencia en el partido del orden.

Hay muchos preocupados por quién puede capitalizar este estado de movilización. Esta especulación se ubica involuntariamente en la lógica que quieren superponer los analistas de la derecha, porque la movilización popular es un bien en sí mismo y no depende de una capitalización posterior. El final de la marcha del 7 de la CGT demuestra que las bases les ponen límites a los que intenten capitalizar. No pueden hacer cualquier cosa ni se van a encolumnar detrás de quien no se oponga claramente. Los sectores sociales movilizados y organizados en torno a identidades políticas definidas previamente son una condición necesaria, aunque no suficiente, para que las cosas cambien. Cristina no necesita capitalizar lo que ya es capital político propio, a pesar de la continua y hartante campaña demonizadora de los medios. Se ve que esa feroz campaña no hace mella sobre ese liderazgo, pero asusta a los oportunistas.

Hace pocos días el bloguero Gerardo Fernández escribía algo que parecía dictado por una situación de hace 6 meses: "Nuestro único recurso para enfrentar el tamaño aparato que desplegarán (los macristas) es juntar tropa y contar con capacidad de comunicación por los costados y todas las filtraciones que ellos dejan, explicitando la única consigna posible en estas horas: O nos unimos o nos llevan puestos por varios años más…". (Completo acá). Lo que Fernández no parece ver es que la unidad por abajo ya está hecha y se cantó en todas las marchas de marzo. Los que quisieron división por arriba fueron rajados de su propio acto. Para ver la superfluidad del exhorto de Fernández bastaría con imaginarlo convocando a la unidad en medio de las multitudinarias marchas recientes. La respuesta no se haría esperar: ¿no ves que ya estamos unidos, zonzo?


Hay otra unidad pendiente: la unidad de los dirigentes que asuman una estrategia del campo popular. En esa dirección están yendo algunos de los convocantes de estas últimas marchas y otros dirigentes sindicales que vienen reclamando la falta de estrategia de la CGT: me refiero a la Corriente Federal, con Palazzo a la cabeza, la CTA, la firme conducción unificada de los gremios docentes y algunos gremios industriales que entienden que a ellos se refiere el vocero oficial del régimen Carlos Pagni, cuando escribe "si a Macri le va bien, algunos sectores de la economía van a morir". Este sindicalismo más cercano al reclamo de las bases y a la unidad en la acción que el pueblo ha mostrado en las calles llama mañana a una gran movilización en la Plaza de Mayo (un tabú para los burócratas colaboracionistas). Mañana se cumple un aniversario de la histórica fecha en que Ubaldini llamó un paro general contra la dictadura. Precisamente por ello es que la CGT no quiso hacer el paro ese día y lo pateó una semana. No quieren quedar mal con el régimen y aspiran a retomar el diálogo y el forreo macrista el 7 de abril. En esa línea están los grupos sociales que responden a la dirección política de Bergoglio. Grabois y el Evítala son la pata asistencialista del neoliberalismo. El negocio milenario de la Iglesia Católica.

Otra cosa son los que se movilizan mañana: junto con la CTA en proceso de unificación, la solidez estratégica de la Corriente Federal Sindical y los gremios docentes, ahora se suman el “Barba” Gutiérrez, de la UOM, secretario de Interior de la CGT, y Víctor Santa María, del SUTERH y presidente del PJ Capital quienes impulsan el Movimiento por los Trabajadores (MPT) Saúl Ubaldini. Como línea histórica, se postulan como la continuidad de programa de Huerta Grande de 1962 y los “26 puntos” de la CGT de Saúl Ubaldini de 1986. Está claro que para asumir esta construcción hay que mirar hacia la unidad de hecho de las bases y no esperar la decisión personal de Cristina ni disciplinarse a una pseudo diversidad del régimen ajustador, que es el negocio de tantos intendentes, gobernadores y burócratas. Mañana estarán en la Plaza que quisieron evitar los convocantes del paro del 6. Y el 6 todos al paro, que después de la movilización de mañana estrechará los márgenes de los gremios colaboracionistas.

Mañana todos a la Plaza.

Clickeando acá pueden escuchar el programa La otra.-radio del domingo, donde hablamos largamente de estos asuntos.


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