por Esther Díaz
Un encuentro organizado por un gobierno que, si bien es democrático, toma medidas contra el pueblo y a favor de los ricos y de los muy ricos. Que recorta y recorta inversiones en cultura, que se burla de la educación pública, que desprestigia a la ciencia, ningunea al arte y pretende despojar al pensamiento filosófico de aquello que le da sentido: su capacidad problematizadora, su poder crítico, su potencia para crear conceptos que actúen como “el tábano de Sócrates” que, con su agudeza nos despabila para desarrollar pensamiento fecundos que contrarresten la chatura e inanidad de los “pensadores oficiales” de los gerentes devenidos gobernantes.
En la década del 80, gracias al renacimiento de la democracia, he sido compañera de cátedra de jóvenes y diáfanos colegas con los que, incluso, hemos marchado acompañando a defensores y víctimas de los atropellos de esa década infame que terminábamos de dejar atrás. Hoy, varios de esos mismo “filósofos” se “convirtieron” y son anfitriones de La noche de la filosofía (y lo peor es que aparecieron nuevas generaciones de obsecuentes). Son lacayos de quienes miran con simpatía la iniquidad vivida en nuestro país, son escuderos y defensores de negacionistas. Reconozco que hubo alguno que ya entonces no se plegaba a nuestras críticas a los represores, pero tampoco se atrevía a defenderlos como lo hacen ahora. Otros, en cambio, han sido una sorpresa: pasaron de la revolución a la reacción.
Cuando, durante la presente gestión, se organizó la primera Noche de la filosofía fui invitada, como lo fue Oscar del Barco y otros colegas de probada producción filosófica. Sin ponernos de acuerdo (más allá de los acuerdos que existen entre quienes creemos tener claro que la filosofía debería estar al servicio de la crítica y de las causas que incluyen al pueblo), declinamos esa invitación que, en cierto modo, hubiera manchado nuestras trayectorias. Pero en esta nueva edición de esa Noche que produce un poco de vergüenza (¿con qué cara organizan un evento para festejar algo que denostan?) veo que hay colegas que, a pesar de que suelen publicar sus aceradas críticas contra este régimen de gobierno, aceptaron figurar. Si se cambiaron de bando (por figurar, por convencimiento o por lo que fuere) ellos sabrán disfrutar los beneficios; ahora bien, si se engañan a sí mismos creyendo que mezclándose con esa gente podrán emitir sus críticas desde ahí, entonces, en ese caso, su ingenuidad es tal que en el fondo, más que indignación, producen un poco de lástima, a pesar de que, en esta oportunidad (y en todas, porque son oportunistas) han decidido ponerse del lado del más fuerte.
Con tal de figurar, se amanceban con cualquiera.