por Carmen Cuervo
Miríada
Como si fuera una plaga de monos. No vienen solos y se mueven constantemente. Los filosos dientes devoran la carne. Vienen a incendiar la ciudad, pero nadie podría condenarlos por eso. Como si fueran una plaga de ranas ciegas, las siento bailar muy cerca. Y chillan porque reclaman lo que alguna vez fue suyo. Simulan los colores. Se simulan amarillas o rosadas o grises. Y no hay forma de destruirlas.