por Cristina Campagna
La postmodernidad nos acontece con la disolución de los grandes relatos que la filosofía proclama, un reverdecer de valores que creíamos desmoronados. Aquella creencia que fundábamos con fuerza insondable, "el pueblo nunca se equivoca" me interroga, me cuestiona. ¿Qué pueblo? ¿Se equivoca?
Hay una noción nueva que golpetea que necesito traducir, que necesito explicarme para explicarla, para entender, para esbozar un esclarecimiento: los pobres de derecha.
En la tribulación de estos tiempos oscuros, en estos tiempos de desigualdad que escandalizan, en estos tiempos de exclusiones vergonzantes, aflora esta marca, este signo que necesito dilucidar: los pobres de derecha.
Es un cruce raro, sorprendente, despolitizado que politiza, es una amalgama contradictoria en su misma enunciación: los pobres de derecha.
Resulta incomprensible, pero ahí está, se hace escuchar con muchos silencios, con entonaciones discordantes, con debilidad fortalecida: los pobres de derecha.
Sin saberlo, sin entenderlo, sin pensarlo, roban verdades, discursos de clase que los aplastan y los encandilan: los pobres de derecha.
Acometen repliegues que los atomizan como sector que los desaparece como reclamo, que los diluye, que los detiene en una mala fotografía: los pobres de derecha.
Perciben que están pasando situaciones de mucha incomodidad y desvelo: sin trabajo, con comida escasa, pero está bien, igual hay que seguir siendo: los pobres de derecha.
Producto, resultado de una disolución, de una autoestima cerrada, clausurada, que no merece ser revisada: los pobres de derecha.
Se va encarnando, como uña enferma, la necesidad de silenciar el reclamo, porque está bien así, sin explicaciones, bailan con la fea del barrio: los pobres de derecha.
La energía se agota en el agobio, hay que seguir, de qué manera? Así como sea, sin aditamentos, sin identificaciones: los pobres de derecha.
No se interrogan por la justicia porque no tienen justicia: los pobres de derecha.
Degluten los discursos de los medios concentrados y arremeten con condenas dilapidadas sin entender que los aplastan: los pobres de derecha.
La solidaridad es cuento chino, es deshabitada, es sustituida, reemplazada por otra virtud, la del egoísmo porque son: los pobres de derecha.
Se embelesan con frases vacías, que reiteran una y otra vez "son todos chorros", "no necesitamos de la política: los pobres de derecha.
No pueden sospechar que ese rechazo a la política también es política: los pobres de derecha.
La felicidad es esquiva, no les llega, pero se encandilan con los momentos que les ofrece el fútbol, los chimentos del barrio o de las estrellas, Susana, Tinelli porque: son los pobres de derecha.
¿Hay salida?
Siempre hay salida.
Nos enfrentamos a un relato incomparable, apenas descifrable, incompresible por momentos, desgarrador por otro.
Pensar y actuar nuevas claves, a partir de ahondar, sin claudicar, en este colectivo que no se siente tal: los pobres de derecha.
Repito: son tiempos oscuros que necesitan nuevas luces, ¿quiénes las pueden aportar?
Aquellos que en verdad se desgarran por la pobreza material y espiritual.
Aquellos que sienten la política con trajes adaptados a estos tiempos oscuros.
Aquellos que precisan seguir pensando cómo desarticular esta sinrazón de los pobres de derecha.
Aquellos empecinados que siguen creyendo que la felicidad del pueblo está impregnada, acontecida en la justicia social.
Aquellos que entienden que su deber histórico es seguir luchando contra la indiferencia ante la desigualdad y la exclusión.
El enemigo es fuerte y se siente fuerte, porque deglutió a los pobres de derecha.
Quizás sea su máxima debilidad.
Dibujo: Carmen Cuervo