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De herejías e inquisiciones

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por Lidia Ferrari


Hace unos meses había escrito unos apuntes mientras leía a Michel de Certeau, a propósito de herejías y cismas en la Iglesia. Pensaba en ese momento que Zadig y la movida de Jacques-Alain Miller fue para traer al redil lo que se estaba desmadrando, en el sentido de la herejía. No es ingenuo que la propuesta se dijera herética, porque es el mecanismo para apropiarse, precisamente de la herejía que ocurría fuera de control. Cuando leo la nota de Clarín "Un psicoanalista se convirtió en el nuevo gurú de Cristina Kirchner", creo que se hace evidente que la palabra de Jorge Alemán resuena para quienes detentan el poder, como una palabra que ha tomado vuelo y que hay que detener. Esto consuena con los emprendimientos de la jerarquía psicoanalítica, pues el virus que porta la palabra de Jorge Alemán es el virus de una intervención concreta en la política emancipatoria, que excede la reflexión sobre la articulación política-psicoanálisis.

Estos vientos que soplan desde los medios hegemónicos contra los supuestos psicoanalistas K (siempre tienen que simplificar y bastardear) están claramente dirigidos a quienes, como Alemán, irrumpen con mensajes que hay que detener. Estamos frente al desencadenamiento de un fenómeno inquisitorial. Sucedió con Ernesto Laclau, ahora sucede con Jorge Alemán. Ambos denominados, desde el bastardeo, como gurúes del kirchnerismo.

Mis apuntes en ese momento se reducían al espacio del psicoanálisis, si bien tenía claro que esa movida no partía sólo de una preocupación por el espacio de poder dentro del psicoanálisis, sino porque esas articulaciones que realizaba Alemán tenían una concreta incidencia en el campo de la política de izquierdas, esa que se debe neutralizar a cualquier precio, en Francia, en España, en todo lugar. Que Cristina haya tomado nota de las reflexiones de Alemán dicen mucho de ella. Que entonces el establishment tome nota de dónde Cristina abreva en sus reflexiones dice mucho del lugar crucial que tiene ella en la política, y no sólo de este país.

Decía entonces: 

“La invisibilidad es una ventaja en determinadas condiciones. Siempre que la vida social tiene un momento de opacidad, en el cual se desarrollan movimientos por fuera de las instituciones, hubo necesidad de retornar esas prácticas sociales 'herejes', amparadas en la opacidad, al estado de visibles y transparentes. Esa visibilidad permitió su control. Es lo que pasó con la iglesia y diversas prácticas, que luego se llamaron herejes, místicas o de brujería. Jorge Alemán adquiere mucha visibilidad en un lugar donde no debía, en tanto la 'relativa' opacidad de su voz era una opacidad respecto de los estados superiores del psicoanálisis europeo. Mientras, en los márgenes, ya sea en España o en la periferia de Argentina y Latinoamérica, su voz tenía una visibilidad suficiente como para diseminar su pensamiento dentro de los interlocutores precisos. Cuando se hace visible, adquiere una importancia que para los estamentos jerárquicos muestra un relativo poder. Entonces, al ser leídos como la adquisición de cierto poder, el poder de la transmisión, surgen no “voces” contrarias a ese pensamiento sino prácticas y dispositivos tendientes a neutralizarlo. Son los mecanismos de siempre.”

ANEXO


por Jorge Alemán

(...) Son los propios dispositivos del Neoliberalismo, su régimen de Poder, el que ha producido una novedad a escala mundial. Una novedad que ha tardado sin embargo mucho tiempo en prepararse, como suele ocurrir siempre con las novedades.

Esta novedad consiste en haber logrado desconectar el malestar económico- social de cualquier modalidad emergente de un proyecto transformador. Dicho en otros términos, el Neoliberalismo es una mutación del Capitalismo donde la relación con la Causa está rota hasta nuevo aviso. O en términos marxistas “las contradicciones" no son ya operativas. En este horizonte hay una "mala noticia”, la maquinaria capitalista logra como lo indica la palabra “Dispositivo” poner todo a disposición, contaminando a la política con lo que llamaríamos “ultrapolítico", a saber: infiltrando a la política clásica con fenómenos identificatorios, fantasmáticos. Estos fenómenos se captan mejor cuando se observa el exterior constitutivo del macrismo: el espectro kirchnerista y sus equivalencias metafóricas en Venezuela y el Populismo.

A la “hipermodernidad" macrista la amenaza un futuro que viene del pasado: la experiencia nacional y popular. Toda su supuesta contemporaneidad sobreactuada cruje cuando vislumbra que el proyecto popular no está muerto. Entre otras cosas, porque la verdadera experiencia moderna y republicana aconteció bajo el kirchnerismo.

* Fragmentos del artículo aparecido en la revista digital La Tecl@ Ñ

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