El mercado y los medios de comunicación masiva bastardean el pensamiento de la vida popular. Disputemos la vida popular tomando de ella su alegría, su creatividad y su sufrimiento. De otro modo, sus sentires quedarán hablando la lengua del cautiverio mediático. Estamos ante un mundo en incesantes cambios tecnológicos. El arte debe investigar y al mismo tiempo debe cuestionar su dominio sobre la conciencia humana.
El habla de los medios conforma y construye un sentido común que solo reafirma ideas ya instaladas por ellos mismos. De este modo, toda experiencia transformadora se diluye. Reconstruyamos y estemos alertas a todas las experiencias populares en las que se ha logrado una comunidad justa y venturosa.
En el imaginario de la vida popular la educación continúa siendo la máxima inspiración para los adultos, para sus hijos y para los hijos de sus hijos. Pese a los arquetipos mediáticos, no aceptar sin más la idea de que las cosas son así. Si aceptamos esa frase, dejamos que las injusticias y los dolores de un pueblo se reproduzcan eternamente. Lo imposible es un estado de espera, no un obstáculo para realizar tal o cual cosa. Es un compás de espera, un tiempo de espera. Hay que estar al acecho, pero para estar al acecho culturalmente, tenemos que estar al acecho con las grandes creaciones y tener la lucidez de retomar las grandes líneas culturales y artísticas heredadas. Saber que no es posible sacudirse la memoria de los muertos. Los desaparecidos no están desaparecidos. Están entre nosotros. La realidad se compone de muchos planos. Comprender esa complejidad es la manera de acercarse a la claridad.
A los movimientos populares nuevos y antiguos les debe corresponder un gran arte. El arte no debe ser un olvido ni mucho menos un adorno. El arte está para impedir la reproducción de la maquinaria. Si hay estructura, si hay maquinaria andando, no hay transformaciones. la política, como el arte, tiene que tener esa capacidad de trabar la maquinaria. Hacer, reacer, desarmar, volver a armar, estallar, destruir, volver a construir sin miedo, con responsabilidad y memoria. Este es el mundo del arte y de la política. Desarmar para volver a armar, desarmar para volver a andar.
Del territorio y el tiempo: no estamos en cualquier lugar, estamos en Latinoamérica. Y hay que actuar temblando, ante la conciencia profunda de que esta tierra está siendo entregada, vendida y diezmada. La Patria se ha entregado. El neoliberalismo no tiene terrirorio. Su territorio es de empresa a empresa, de computadora a computadora, de finanzas, de negocios. Van por el obrero, por el empleado, por el maestro, por el científico, por el artista, por el niño de la calle, por la mujer, por el aire, por el fuego, por el agua, por la tierra. Este futuro es tierra baldía, tierra arrasada.
Las palabras que se dicen en un manifiesto no permiten un reposo. Están dichas para continuar y alentar otros pensamientos. En este caso, se trata de voces sobre nuestra patria. Compromisos sobre el territorio, el tiempo, la cultura, el arte, la tecnología, los medios de comunicación masiva y la memoria. Dilemas de un mundo sombrío que enluta nuestro país. Por eso también es un llamado a debatir e intervenir, con energía, audacia y fortaleza.
Liliana Herrero elaboró un manifiesto que se extenderá por 6 capítulos, del que ya publicamos el capítulo 1 acá. A fines de noviembre será proyectado en su totalidad, y luego se llevará a cabo un un debate sobre las perspectivas culturales y artísticas de este grave momento que vive nuestra Patria.
Realización y producción audiovisual: Gimena Tur y Majo Malvares.
Voces en off: Cristina Banegas, Luisa Kuliok, Carolina Papaleo, Dolores Solá, Rita Cortese y Liliana Herrero. Grabación y edición de Sonido: Acho Estol y equipo.
Producción y realización: Liliana Herrero y equipo.
Publicación y administración en redes: Silvina Rouvier, Hernán Giner y equipo web.