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¿De qué minoría se trata?

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por Lidia Ferrari

Después de la decepción enorme por los resultados de la elección del 22 de octubre, decepción que expresa la distancia entre lo que uno espera que suceda y lo que efectivamente sucede; después de forzarme a entender que ahora éramos minoría, que somos minoría los que apostamos a la construcción de un mundo algo más solidario, un pensamiento se me hizo presente. Recordé que desde que se instaló la democracia en 1983 siempre voté por alternativas minoritarias. Así fue durante toda nuestra vida democrática para mí. La idea de que no había opciones a las que quisiera apoyar que tuvieran reales posibilidades de llegar al gobierno. Los votos se peleaban por la posibilidad de meter algún diputado en el congreso. Siempre con esa inevitabilidad de ser minoría. En 1995, cuántos de nosotros pronunciamos: si lo eligen de nuevo a Menem me voy del país. Y la mayoría lo eligió de nuevo. Y después el desastre… uno de los tantos que hemos transitado. 

Cuando Néstor ganó por el 22% no imaginábamos que podía suceder lo que vino después. Recordar ese 22% me llevó a pensar que, si se hubiera sabido quién era Néstor Kirchner y lo que iba a hacer, no lo hubieran permitido. Entonces, la primera vez que mi voto formó parte de una mayoría que llegaba al gobierno fue con los Kirchner. No puedo ahora olvidar esta procedencia. Se trata de una excepción. 

Ahora volvimos al llano, pero con un cambio espectacular. Esa minoría convencida de una política de izquierda (peronista o no) ya no es la que forma parte de una minoría mínima que siempre está allí, como testimonio y punto. Después del kirchnerismo, se construyó una alternativa mayoritaria, podemos decir cerca del 40% de la población, con muchos convencidos por una opción que se plantea un destino “en serio” de voluntad emancipatoria. Pasar de esa minoría mínima que se jugaba todo para que entrara algún diputado en el Congreso a esta alternativa de una voluntad popular que tiene un piso de casi el 40%, me hizo pensar que la década ganada no se perdió. Está allí, en nosotros, ya no para pelear por alguna banca en el Congreso sino para jugar en la serie mayor, la de llegar al gobierno o para ejercer una oposición que pueda poner algún freno a la barbarie neoliberal. Porque la experiencia ya la tuvimos y salió muy bien. Tres presidencias sin desfallecimiento, sin golpes (obviamente, con las adversidades que no te van a ahorrar quienes están enfrente). Si pensamos en el contexto histórico argentino, estos últimos doce años son una victoria extraordinaria. Y su legado, este casi 40% leal y coherente con un proyecto emancipador, me aleja del fantasma de convertirnos, nuevamente, en una minoría mínima.

Mientras estaba hilvanando estos pensamientos leo el texto de Jorge Alemán, que formula, de manera brillante, cómo situar estas elecciones y al kirchnerismo en el contexto de la política argentina, que empieza así:


(para La Tecl@ Eñe)

El orden neoliberal se caracteriza por disponer de un estado de excepción política donde se puede apropiar de una crisis económica y social, y revertirlas a su favor. Posee medios, dispositivos, aliados políticos, que permiten que lo que en cualquier otra situación se podría presentar como una gran erosión traumática de lo social culmine en una nueva integración del orden dominante. En términos gramscianos el neoliberalismo es experto en producir "revoluciones pasivas".

Por ello, los sucesivos ajustes en marcha o los problemas estructurales que en la economía argentina tarde o temprano se presentarán, no garantizan en absoluto la emergencia de un proyecto transformador. Para esto último, se trata siempre de la ardua tarea de la construcción de lo político. Sobre este punto es donde quisiera subrayar y detenerme en un punto clave, que la última coyuntura electoral permite visualizar.

Sin entrar en debates históricos (aunque supongo inevitables) el peronismo desde 1974 no supo ni quiso librarse de las distintas ambivalencias tacticistas y oportunistas que lo han transformado en una función bisagra para las elites dominantes del Poder. El peronismo, no en su sentido doctrinal ni en aquello que lo hacía el representante mayor de las luchas populares, fue capturado en su devenir histórico por esa típica metamorfosis neoliberal que lo pone a disposición del Poder. No entro aquí en el debate de si es posible definirse como peronista o no, porque en ese caso lo verdaderamente central es cuál es el antagonismo que se asume y por tanto a quienes se identifica como los verdaderos adversarios políticos... [Sigue acá]

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