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Un soplido que viene de lejos

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Manifiesto Territorio y Tiempo



El pasado lunes 30 de octubre se proyectaron en la Sala Caras y Caretas las cinco partes del Manifiesto Territorio y Tiempo, escrito por Liliana Herrero, con realización audiovisual de Gimena Tur y Majo Malvares, las voces en off de Cristina Banegas, Luisa Kuliok, Carolina Papaleo, Dolores Solá, Rita Cortese y Liliana Herrero y el sonido de Acho Estol. En el blog fuimos publicando las cuatro primeras partes (ver acá y acá). Al final de este post puede verse el quinto. También incluimos aquí los audios de una mesa de debate integrada por Mariana Arruti (cineasta, realizadora de Trelew), Nora Veiras (periodista), María Pía López (escritora) y Horacio González (escritor), con la coordinación de la propia Liliana Herrero. 


Mariana Urruti (Audio acá):

"Estos Manifiestos hablan de una crisis, de las preguntas que nos hacemos, hablan de las búsquedas colectivas, y en ese sentido me parecen muy sensibles. Los textos de Liliana lo dicen. hay que recomponer tomando las tradiciones culturales, populares. Inevitablemente yo pienso en el Nuevo Cine Latinoamericano, ese cine que en los 60 y 70 pensó tanto las formas, que pensó no solo el rol del cine, sino el rol de la estética y de la forma como discurso político. Lo que pensó Glauber Rocha como estética del hambre, por ejemplo, cuando él decía que el colonialismo de ese momento, a mediados de los 60 era el mismo de antes, nada más que el colonizador se había perfeccionado. Hoy deberíamos pensar en un mayor perfeccionamiento de ese colonizador. Fernando Birri en su Manifiesto de Santa Fe decía que todo cine que se haga cómplice del subdesarrollo es sub-cine. El rol de nuestro cine, el rol de la imagen que tenemos que concebir, es el rol de la vida del pueblo, pero no solamente de su sufrimiento, porque solo contar el sufrimiento del pueblo es también hacerse cómplice de ello. Hay que contar su vida, su reserva de fuerzas, su futuro, sus sueños". 



Nora Veiras (Audio completo acá): 

"Desde el rol que ocupan los medios de comunicación uno ve un discurso cada vez más cerrado, cada vez más blindado en torno a la defensa de un poder establecido, cada vez más excluyente. Pero el sábado estaba escuchando una entrevista que le hizo Eduardo Aliverti al periodista Jon Lee Anderson, el biógrafo del Che. Yo a veces desconfío de las redes sociales,  de la potencialidad de ese instrumento para difundir otros discursos. Y él decía algo que me dejó pensando: Anderson tiene 60 años y contaba que cuando él empezó había presenciado una masacre atroz en un país africano, que nadie se la publicaba porque él no era conocido. Y él dice: si eso me hubiese pasado hoy en día, a los 10 segundos esa información le habría llegado a alguien, esa atrocidad que yo había vivido y había escrito, podría haber sido filmada, reflejada y reproducida, a pesar de ese poder hegemónico que domina la agenda. Y creo que esto es verdad, cuando uno ve hoy en día cómo llega la información, cómo nos enteramos de aquellas cosas que quieren ser invisibilizadas, que logran ser invisibilizadas durante gran parte del tiempo, pero aparecen. Y aparecen gracias a la presencia de muchos jóvenes, porque son generalmente jóvenes que tienen una conciencia social, que suben a las redes, no agravios para denostar a aquellos que están luchando por determinados ideales, sino que aportan información y esa información puede ser difundida. Y cuando el peso de esa información logra traspasar esas barreras, eso llega también a los medios hegemónicos a pesar de ellos mismos. Desde ese lugar, que no es un lugar solo de resistencia, sino que tiene que ser un lugar de acción, desde ahí se puede seguir construyendo y seguir alimentando esa conciencia.



María Pía López (Audio completo acá): 

"El tipo de palabra que constituye el Manifiesto viene a decir que hay otros modos de intervención política, otros planos de la construcción política, que no tienen que ver con las elecciones. Atraviesan las elecciones pero tienen que ver con otra temporalidad. Como si en cada momento estuviéramos atravesados por múltiples temporalidades y por muchos tiempos, no uno solo. En general somos cautivos de lo que llamamos actualidad. El Manifiesto cruza sobre esta idea de actualidad, nos obliga a reconocer que eso que somos, el 'nosotros' al que nos referimos, es mucho más abigarrado, está constituido por muchos planos del tiempo. Hay un plano del tiempo que es pasado, que se recuerda en todas las palabras y en las imágenes que se ponen en juego, y hay otro plano del tiempo que, en tanto sujetos históricos, nos está abierto: es el plano del futuro. Me parece que esta obra, en esta semana [del triunfo electoral del macrismo], nos viene a decir que la temporalidad de la política no es la del 22 de octubre nada más, aunque esta sea tan determinante que no deja de angustiarnos. Nos está siendo difícil pensar esta actualidad. Tengo la impresión de que estamos atrapados en una cierta impotencia, que tiene que ver con estar jugando en una cancha muy ajena. Estamos como un jugador de fútbol apunado, sin conocer la cancha, ni las reglas de juego. A veces enceguecidos en nuestras propias certezas. Cuando no podemos reconocer el terreno, nos abroquelamos en lo que ya creemos saber desde antes, pero eso no nos está permitiendo pensar la situación. En muchos momentos nos encerramos en lugares que nos ratifican. Pienso en las redes sociales, en el encierro que producen, sobre la base de un encuentro entre los que ya sabemos desde el vamos que piensan igual que nosotros, o lo sabe facebook por los algoritmos, y es casi imposible cruzarte con alguien que disienta. Hay una tensión en los últimos tiempos muy fuerte entre la ilusión y el cinismo: estaría la salida del 'no comprendamos mucho, porque nos angustiamos' y la otra tendencia que es 'comprendo a tal punto que asumo cínicamente las razones que tiene este presente para ser victorioso'. En cambio, hay una posición que no es ni de ingenuidad ni de cinismo, que está en el tono que nos presenta este Manifiesto. Es una pieza que no va ni a una ratificación [de lo que ya sabemos] ni tampoco a la asunción de esa victoria [de los otros]. Y es la apuesta a construir un decir sensible".



Horacio González (con una intervención previa de Liliana Herrero, audio completo acá):

"La política y el arte: ambas cosas se buscaron a lo largo del tiempo y de la vida. ¿Cómo salir de esa búsqueda, que no se acompasa, entre política y arte, porque no encaja nunca, según los términos que nos llevarían a creer que hay una política determinada para un arte específico y viceversa? La incerteza que nos produce la imposibilidad de responder qué política para cuál arte y qué vía estética para cuál problema político generalmente se resuelve omitiendo uno u otro de los términos del problema. La vida política argentina estuvo permanentemente vinculada al lenguaje heredado de sus fuerzas populares, de sus respetables fuerzas populares. Y la vida artística argentina, aunque estuvo vinculada a la vida política a través de personas o grupos, también buscó su propia especificidad. No se dejaron de hacer obras durante todo este período y se siguen haciendo actualmente. Hay obra, hay teatros abiertos, hay cine argentino y hay una discusión sobre las condiciones en que todo esto se hace; son condiciones ya degradadas, pero de todas maneras flota la idea que ninguna historia ha refutado: hay obra en cualquier momento de la historia, por más aciago que éste sea. En momentos en que la historia se inhibe de producir novedades, los manifiestos logran superar lo que los encierra o lo que los inhibe. También se producen manifiestos en épocas en las que todo parece esplendoroso y apto para la creación humana. El arte tiene manifiestos en épocas muy lúgubres y en épocas doradas. Este es un manifiesto que alerta sobre la época en la que vivimos, una época tecnológica, donde dominan las máquinas. El viejo manifiesto futurista saludó a las máquinas, puso en la máquina formas del lenguaje, del habitar, de la retórica: el movimiento de las máquinas, los automóviles, las locomotoras o los tranvías suponían movimientos de la escritura o del pincel. No estamos en esas mismas condiciones. La tecnología es una gran máquina que, a diferencia de otras, es una máquina del lenguaje y hace del lenguaje una maquinaria. La tecnología no ha dejado de ser un punto de atención permanente para la crítica, para el acompañamiento o para la capacidad que tienen los individuos de doblegarse ante ella. Este Manifiesto que hoy vimos hace del pasado otra cosa que el del futurismo: pone el pasado en el presente y en el futuro. Es decir: proyecta el pasado como un lugar no donde nuestra conciencia se incapacitaría de descubrir novedades sino, al contrario, la conciencia hundida en el pasado produce en ese hundimiento una nueva revelación, se convierte en el umbral de la obra. Este Manifiesto une de manera pertinente imágenes insinuantes y frases manifestantes, es decir, frases como si fueran cuerpos, como si fueran nudillos que golpean a una puerta. Las frases no se encadenan en un espacio argumentativo, sino que se encadenan si un soplido que viene de lejos las deja encadenarse. Y ese soplido está. Por lo tanto, las frases dejan espacios vacíos para la meditación de quien las escucha y de quien ve las imágenes.


Intervenciones del público asistente y palabras de cierre a cargo de Liliana Herrero (audio acá)

(Audios tomado por Carolina Cabrera) 



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